Capítulo 15

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Después de la cena y de despedirse de los últimos invitados, la casa de los Morgan finalmente quedó en silencio. La Navidad había traído una tranquilidad temporal a la mente de Thalía, pero mientras se sentaba junto a la chimenea, su mente no podía apartarse de Dean. Había algo en su presencia esa noche que la hacía sentir a la vez intranquila y reconfortada.

Cuando la velada llegó a su fin, Dean se acercó a ella mientras miraba el fuego crepitar.

—¿Te gustaría dar un paseo? — Le preguntó, con su voz suave, pero firme, lo que le hizo volverse hacia él.

Thalía lo miró con curiosidad. Sabía que había algo más en su invitación, algo que iba más allá del simple hecho de caminar bajo las estrellas nevadas. Después de dudar por un momento, asintió. De alguna manera, sabía que necesitaba este momento, y quizá, también necesitaba a Dean para poder navegar por el torbellino de emociones que la envolvía.

—De acuerdo. —Dijo mientras tomaba su abrigo.

La noche afuera era hermosa y misteriosa. La nieve cubría el suelo en una gruesa capa blanca, y el aire estaba impregnado de un frío cortante. Mientras caminaban por las calles cubiertas de nieve, una ligera niebla empezó a formarse a su alrededor, suavizando los bordes de las casas y las luces de las farolas. Era como si todo el mundo estuviera envuelto en un manto de algodón, irreal y etéreo.

Dean llevaba las manos en los bolsillos, caminando a su lado en silencio. Cada paso que daban crujía suavemente bajo sus pies, y el aliento de ambos se convertía en nubes blancas al contacto con el aire frío. Por un momento, Thalía disfrutó de la paz que les rodeaba, pero pronto sintió la urgencia de romper el silencio.

—¿Adónde vamos? — Preguntó, mirando a Dean de reojo.

—A mi casa.  — Respondió él, sin mirarla directamente, pero con una sonrisa leve que Thalía apenas notó.— Hay algo que quiero mostrarte.

Thalía lo observó por un momento, antes de asentir. Sabía poco sobre la vida privada de Dean; casi siempre estaba envuelto en misterio, un enigma que parecía imposible de desentrañar. Pero esta noche estaba dispuesta a adentrarse más en ese misterio, a intentar entender qué había detrás de su actitud calmada y reservada.

Cuando llegaron a la casa de Dean, Thalía se sorprendió. Era una casa pequeña, modesta, pero acogedora, situada al borde de un bosque, donde los árboles altos parecían vigilar el hogar desde la distancia. La nieve y la niebla rodeaban el lugar como si fuera parte de un cuadro invernal, con su luz tenue iluminando el camino hacia la puerta de entrada.

Dean la invitó a entrar, y Thalía, tras un pequeño momento de vacilación, lo siguió. El interior de la casa era simple, pero con un toque hogareño. La chimenea en el salón estaba encendida, arrojando sombras danzantes sobre las paredes de madera. Una calidez se extendía por la sala, haciendo que el frío de afuera pareciera un recuerdo distante.

Dean se quitó el abrigo y lo colgó en un perchero cercano, invitando a Thalía a hacer lo mismo. Mientras ella se acomodaba en el sofá junto al fuego, él se dirigió a la cocina y regresó poco después con dos tazas de té caliente. Se sentó en el sillón frente a ella, el crepitar del fuego llenando el espacio entre ellos.

Por un rato, simplemente disfrutaron de la tranquilidad. El ambiente en la casa era tan diferente al bullicio de la Navidad que habían dejado atrás, que Thalía casi se sentía en otro mundo.

—No me habías mencionado esta casa antes. — Dijo Thalía finalmente, rompiendo el silencio mientras envolvía la taza de té caliente con sus manos frías. — ¿La compraste hace mucho?

Dean asintió, mirando las llamas en la chimenea.

—Hace un tiempo. — Respondió, su voz suave. — Es un lugar donde vengo a pensar, a estar solo. A veces, necesito desconectarme de todo y de todos.

Thalía lo comprendió. Con todo lo que habían estado atravesando, la constante tensión entre sus responsabilidades celestiales y su vida en la tierra, no era de extrañar que Dean tuviera un lugar donde pudiera estar en paz. Aunque se dio cuenta de que él había elegido compartir ese lugar con ella, lo que la hizo sentir una especie de cercanía que nunca antes había experimentado.

Después de un largo silencio, Dean dejó su taza a un lado y la miró, sus ojos brillando con una intensidad que la hizo estremecerse.

— Hay algo que he querido decirte desde hace un tiempo, Thalía. —Comenzó, sus palabras pesadas de significado. — Desde que nos conocimos, hemos estado juntos en medio de todo esto. El entrenamiento, las revelaciones, todo lo que hemos aprendido... Pero hay algo más que quiero que sepas.

Thalía sintió que su corazón comenzaba a latir con fuerza en su pecho. La manera en que Dean la miraba, la seriedad en su expresión, la hizo darse cuenta de que estaba a punto de entrar en un territorio desconocido.

—Dean... —susurró ella, sin estar segura de lo que él estaba a punto de decir.

Dean se inclinó un poco hacia adelante, con su rostro cerca del de ella. Thalía sintió el calor de su proximidad, y durante un breve momento, todo lo demás desapareció. Las palabras de él, aunque suaves, tenían un peso que no podía ignorar.

—No sé exactamente en qué momento ocurrió, pero... lo que siento por ti ha cambiado, Thalía. Ya no es solo una cuestión de protegerte o guiarte. —Su voz temblaba ligeramente, como si estuviera revelando algo que había mantenido oculto durante demasiado tiempo. — Hay algo más entre nosotros, algo que no puedo ignorar.

Thalía se quedó inmóvil, sus pensamientos enredados en la confusión. Sabía que había algo entre ellos, una conexión que iba más allá de lo que se podía explicar fácilmente. Pero escucharlo de Dean, tan directo y claro, la descolocó.

—¿Estás diciendo que...?

—Lo que estoy diciendo.  —Dean la interrumpió suavemente. — Es que me importas más de lo que debería. Y sé que esto complica las cosas. Pero ya no puedo seguir fingiendo que no lo siento.

Las palabras de Dean flotaban en el aire como si fueran demasiado grandes para ser absorbidas de inmediato. Thalía, con el corazón acelerado, lo miró sin saber cómo responder. Parte de ella había anticipado este momento, mientras que otra parte había intentado evitarlo. Y ahora que estaba aquí, no sabía qué hacer con esos sentimientos recién descubiertos.

—Esto... — Comenzó a decir, pero las palabras no parecían salir de la manera correcta. — No sé qué decir, Dean. Todo esto... es confuso.

Dean asintió, su expresión relajándose un poco, aunque su mirada permanecía intensa.

—No espero una respuesta inmediata, Thalía. Solo quería que lo supieras. Quiero que sepas que no estás sola en esto, en ninguno de los sentidos.

Thalía lo miró, sus pensamientos y emociones enredados en una maraña de confusión. Pero una cosa era clara: su relación con Dean había cambiado. Y aunque aún no estaba segura de cómo manejarlo, no podía negar que el lazo entre ellos se había vuelto más fuerte.

Afuera, la nieve continuaba cayendo suavemente, y la niebla rodeaba la casa como un velo, aislándolos del resto del mundo. En ese pequeño refugio, Dean y Thalía se sentaron en silencio, dejando que las emociones fluyeran libremente, conscientes de que la conexión entre ellos era más profunda de lo que ninguno de los dos había anticipado.

La noche avanzaba, y el fuego de la chimenea se mantenía vivo, creando un resplandor cálido y acogedor. A pesar de la incertidumbre, Thalía sintió que, en ese momento, estar al lado de Dean era exactamente donde necesitaba estar.

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