Capítulo 19

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El sol apenas despuntaba sobre el horizonte cuando Thalía se despidió de Dean en la puerta de su casa. La neblina que cubría el paisaje invernal les otorgaba a las calles una apariencia etérea, casi fantasmal. Era temprano, y el mundo parecía suspendido en ese delicado estado entre el sueño y la vigilia. El aire frío se colaba por el abrigo de Thalía mientras caminaba hacia su trabajo, dejando a Dean detrás, mirando cómo su figura se desvanecía en la niebla.

Durante las últimas semanas, Thalía había conseguido, en medio de toda la confusión de su nueva vida, mantener su trabajo en el pequeño café del pueblo. Ese lugar se había convertido en una especie de refugio, un recordatorio de la vida cotidiana antes de que el caos celestial y los secretos oscuros invadieran su existencia. Allí, las cosas eran simples: café, charlas triviales con los clientes habituales y el ruido constante de la cafetera. Thalía encontraba una extraña paz en la rutina, en ese breve respiro de normalidad.

Simon la visitaba a menudo en el café, y ese día no fue la excepción. Entró envuelto en su bufanda, con las mejillas enrojecidas por el frío, y se acercó al mostrador con una sonrisa.

—Mira quién ha decidido madrugar hoy.  — Bromeó Thalía mientras le servía una taza de café caliente.

Simon soltó una carcajada suave.

— Sabes que solo vengo por el mejor café de la ciudad. —Respondió con un tono ligero, pero sus ojos traicionaban una preocupación más profunda.

Thalía se dio cuenta de inmediato. Había estado distanciándose de Simon en los últimos días, sin querer arrastrarlo más en sus propios problemas. Pero Simon siempre había sido su amigo, su roca en momentos difíciles, y no podía evitar sentir que lo estaba alejando sin querer.

—¿Todo bien? — Preguntó él, con una nota de seriedad en su voz.

Thalía asintió, pero la sonrisa que intentó mostrar se sintió tensa.

—Sí, solo estoy... procesando todo.

Simon se inclinó sobre el mostrador, observándola atentamente.

— Lo entiendo. Pero quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites, ¿vale? No tienes que hacer esto sola, Thalía. Yo estoy aquí, y Dean también, aunque a veces te cueste aceptarlo.

Ella bajó la mirada hacia la taza de café que sostenía entre sus manos, las palabras de Simon resonando en su mente. No quería reconocerlo, pero había una verdad en lo que decía. Desde que todo había comenzado, había intentado lidiar con el peso de su situación por su cuenta, como siempre había hecho. Pero esta vez, las cosas eran diferentes. Ya no estaba sola, y aunque eso la aterraba, también le daba una especie de consuelo.

—Gracias, Simon.  — Dijo finalmente, levantando la vista y encontrando los ojos sinceros de su amigo. —Realmente lo agradezco.

—Siempre.  — Respondió Simon con una sonrisa cálida antes de volver a sentarse con su café.

La mañana transcurrió con la habitual calma del café. Thalía servía a los clientes mientras su mente divagaba, pensando en todo lo que había cambiado en tan poco tiempo. Aunque intentaba concentrarse en su trabajo, no podía evitar que sus pensamientos regresaran a Dean, a los misterios que aún rodeaban su presencia en su vida.

A medida que el día avanzaba, la cafetería comenzó a llenarse, y Thalía se ocupó de atender a los clientes, llenando tazas y sonriendo mientras sus pensamientos se mantenían ocupados con otras cosas. Mientras tanto, en la casa de Dean, el ambiente se sentía igual de tranquilo. Él estaba sentado en la sala, revisando documentos antiguos que había recopilado durante años. La nieve continuaba cayendo fuera de la ventana, y el sonido del viento creaba una atmósfera casi hipnótica.

Sin embargo, esa tranquilidad fue interrumpida por un golpe firme en la puerta. Dean levantó la vista, sus ojos parpadeando con un destello de sorpresa. No esperaba visitas, y la persona que estaba de pie al otro lado de la puerta no había anunciado su llegada.

Se levantó lentamente y se dirigió hacia la entrada, abriendo la puerta con cautela. Al hacerlo, sus ojos se encontraron con una figura conocida, alguien que había intentado evitar durante mucho tiempo.

—Vaya, Dean. No pensé que te esconderías en un lugar como este. — Dijo una voz suave, pero cargada de tensión.

Dean sintió cómo se le tensaban los músculos. Frente a él estaba alguien que conocía bien, alguien que pertenecía a su pasado. Se trataba de Liora, una figura del pasado, una mujer que compartía su mismo origen celestial, pero cuya presencia significaba complicaciones.

—¿Qué haces aquí? — Preguntó Dean con el ceño fruncido.

Liora esbozó una sonrisa tranquila, pero sus ojos brillaban con un tinte de intensidad que no pasó desapercibido para Dean.

—Te estaba buscando. — Respondió ella, cruzando los brazos y observándolo con detenimiento. —Hace mucho tiempo que no escuchamos de ti. Los otros empiezan a preocuparse, y no podemos ignorar lo que está ocurriendo en el cielo.

Dean cerró los ojos un instante, suspirando profundamente. Sabía que este momento llegaría, pero había estado posponiéndolo todo lo posible. Sin embargo, la situación en el cielo, esa guerra de la que había hablado con Thalía, parecía acercarse cada vez más a la tierra, y su papel en todo eso no podía ser evitado para siempre.

—Sabes que no es tan simple. —Respondió Dean, su tono firme pero con una nota de cansancio. —Estoy aquí por una razón, Liora. Y no voy a dejar que nada interfiera en eso.

Liora alzó una ceja, estudiando el rostro de Dean como si intentara descifrar algo que él no estaba diciendo.

—Lo sé. Es esa chica, ¿verdad? —dijo ella con un dejo de interés en su voz. —La humana. La que, según dicen, tiene un destino especial.

Dean apretó los labios y desvió la mirada hacia el interior de la casa, donde los recuerdos recientes de sus momentos con Thalía comenzaron a inundar su mente. Había algo en ella que lo atraía de manera irrefrenable, algo que iba más allá del deber que se le había impuesto. Pero también sabía que esa atracción complicaba todo. Liora lo sabía, y ese conocimiento era peligroso.

—No es lo que crees. — Respondió Dean finalmente, tratando de sonar más seguro de lo que realmente estaba.

Liora sonrió con cierta ironía.

—Espero por tu bien que así sea, Dean. Sabes que jugar con las emociones humanas nunca ha terminado bien para ninguno de nosotros.

Dean no respondió de inmediato. Sabía que Liora tenía razón, pero también sabía que no podía dejar de lado lo que sentía por Thalía, por mucho que intentara mantenerlo bajo control.

—¿Qué quieres de mí? — Preguntó finalmente, mirando a Liora directamente a los ojos.

Liora dio un paso hacia adelante, cruzando el umbral de la puerta y entrando en la casa de Dean, con su presencia imponiéndose en el espacio.

—Necesito que regreses.  — Dijo ella, su voz más baja, pero cargada de urgencia. — El cielo está al borde del colapso, y tú lo sabes. No podemos permitirnos que te quedes aquí, jugando a ser humano, mientras el destino de todos nosotros está en juego.

Dean la miró durante unos segundos, sopesando sus palabras. Sabía que Liora no exageraba. La situación era crítica, pero dejar a Thalía en ese momento... era algo que no podía aceptar.

—No puedo irme ahora. — Respondió con determinación. —Thalía aún me necesita. Hay cosas que aún no comprende, y yo debo estar aquí para guiarla.

Liora lo observó en silencio durante un momento, como si estuviera evaluando sus palabras.

—Entonces, más te vale que ella esté lista cuando llegue el momento. — Dijo finalmente, su tono sombrío. — Porque lo que se avecina no esperará por nadie.

Sin decir más, Liora se dio media vuelta y salió de la casa, dejándolo solo con sus pensamientos y las sombras de las decisiones que sabía que debía tomar. Dean cerró la puerta, quedándose de pie frente a ella, su mente un caos de emociones. La visita de Liora solo había confirmado lo que ya temía: el tiempo se agotaba, y pronto tendría que enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones, tanto en el cielo como en la tierra.

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