#41: Aema...

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La reina había partido de nuevo a DragonStone, dejándola a ella a la espera del ejército del Norte

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La reina había partido de nuevo a DragonStone, dejándola a ella a la espera del ejército del Norte.

Los norteños eran hombres fieles y leales, y ser resividos por la señora de Winterfell les daría hospitalidad y confianza para pelear por la reina.

Aema estaba un poco inconforme con quedarse en la fortaleza, pues siempre solía tener sueño sumamente extraños que la hacían pensar demasiado. Imaginaba que Daemon sufría de lo mismo, pues desde que estaba en el castillo solía repetir alguna que otra palabra extraña.

Trató de no volverse ansiosa mientras esperaba al ejército de su esposo y decidió dar un recorrido por la fortaleza.

Solo sus pasos se oían en los pasillos. Unos pasos apresurados y pesados. Sentía un extraño escalofrío desde temprano, sentía que recorría todo su cuerpo dejándola con los cabellos de punta y el corazón acelerado, pero desconocía los motivos. Un sumbido empezó a hacerse presente en el oido derecho de la princesa, como si fuera un pitido.

Con cada pisado que daba sentía que se escuchaba más fuerte, y si retrocedía se dejaba de escuchar igual de fuerte.

Recordó cuando de niña jugaba con sus hermanos la búsqueda del tesoro. Entre más cerca del lugar más caliente, y entre más lejos, más frío. ¿Era esto algún juego?

No podía serlo. Sentía que el pitido provenía desde el interior de su oído, y la estaba guiando a algun lugar desconocido.

¿Seguir sin saber lo que encontraría?

O

¿Retroceder y quedar con sus dudas?

Siempre fue una niña curiosa, metiéndose en asuntos que no era de su interés, y ahora de adulta quedaba claro que núnca aprendió la lección.

Siguió avanzando, pero ahora más despacio y desconfiada. Temiendo que el tesoro fuera algo de su desagrado. Daba ligeros pasos cuestionandose muchas cosas en el proceso.

Pero, ¿había algo malo dentro del castillo?

El castillo fue reclamado por su padrastro, estaba de su lado. No debía existir ningún peligro dentro de la fortaleza. Aún así dudaba, y el escalofrío no se marchaba.

Sentía en lo mas profundo de su pecho un presentimiento que no era nada bueno. Sentía que su enemigo la estaba acechando, escondidos en la oscuridad esperando el momento exacto para atraparla. Pero por muy extraño que pareciera sentía que los verdes no eran ese tipo de enemigo.

¿Acaso existiría un tercer enemigo?

Ella era un dragón, pero en ese momento se sentía como una pequeña obeja siendo asechada por su depredador. ¿Existe algún depredador para los dragones? Dudaba qué existiera algo más feroz y fuerte que un dragón, pero ese sentimiento seguía ahí.

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