#3: No estoy sola

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—Déjame llevarte a mi hogar, y luego hablaremos de todo

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—Déjame llevarte a mi hogar, y luego hablaremos de todo. —Dany le extendía una de sus manos para que la mujer encontrara un apoyo en ella.

La entendía, sabía el dolor que la mujer estaba pasando. Ella también estaba sola en el mundo, sin ningún familiar. Pero ahora la tenía a ella, ella era su sangre.

—¡No! Yo... Yo debo... –su voz se entrecortaba, comenzó a iperventilar por causa del dolor. Núnca fue una persona de demostrar sus sentimientos a los demás, siempre se hacía la fuerte y sufría en silencio. ¿Pero como hacerlo ahora? ¿Cómo ser fuerte ahora?—Yo no puedo... no puedo estar sin ellos....

Había perdido a los dos amores se su vida, a su esposo y a su adorado primogénito. La mujer que le dio la vida, también había muerto. Sus mejores amigos y compañeros de aventura, también lo estaban.

La muerte de su padre y la de lucerys no se podían comparar a esta. Pues ahora no lloraba por solo una, sino por muchas. 

Ya no podía ser fuerte.

Necesitaba a su mamá, necesitaba abrazarla y llorar en su hombro. Reigar era su bebé, pero ella era la bebé de Rahenyra. Y ahora necesitaba sus palabras de consuelo.

Caníbal se aproximo a Aema y la comenzó a empujar con su cabeza.

Déjame. Tú sabías de esto Caníbal, ese día esos seres me lo confesaron y yo no me di cuenta, pero tú lo sabias.

El dragón quitó su mirada. Los pensamientos de un ser tan misterioso eran muchos. Se sentía arrepentido por haberle causado dolor a su jinete, pero era su destino. Núnca se dejó montar por nadie por esperarla a ella, solo Aema Targaryen podía ser la jinete de un dragón tan feroz. Pero él la amaba, y verla llorar le dolía. Su conexión era tan fuerte a pesar de no ser un dragón de cuna que podía sentir todo lo que ella sintiera.

El dragón de Anyx interrumpió sus pensamientos. La dragona trató de ser ella quien llevara a Aema en sus lomos.

—Ven conmigo, y recuperemos lo que nos ha causado tanto dolor a tí y a mí. –habló Dany. —Muchos quieren sentarse en el trono de hierro, pero ninguno es más digno que nosotras. Nosotras si tenemos la sangre del dragón.

—¿Quién se sienta en el trono de hierro? –preguntó ya más calmada.

—Un Baratheon derroco a mi padre del trono y sus decendientes se hacen con él.

—Los hombres son tan ambiciosos, es solo una silla hecha de espadas. —Secó sus lágrimas recomponiendo la postura. —Pero si tanto quieren pelear con él, yo les enseñaré como se conquista un trono.

—¿Con fuego y sangre?

—Con fuego y sangre. —Y sin dudarlo aceptó la mano que la muchacha le ofrecía. Podía caer, pero lo importante era que se levantara de nuevo.

Fuego Y HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora