Capítulo 3.

98 12 12
                                    

Los días siguientes transcurrieron con la misma rutina de siempre, pero ahora había una diferencia sutil en el ambiente. Cada vez que Victoria y Heriberto se cruzaban en el edificio, compartían una sonrisa, un saludo cálido que hablaba de la complicidad que se había formado entre ellos. Los niños, por su parte, estaban más unidos que nunca, y cualquier oportunidad para verse era recibida con entusiasmo.

Una tarde, después de dejar a las niñas en la escuela, Victoria recibió un mensaje de Heriberto.

"¿Café mañana después de dejar a los niños? Me encantaría seguir nuestra charla del otro día."

Victoria sonrió al leerlo, sintiendo una pequeña oleada de emoción. Respondió rápidamente, confirmando que estaría encantada de tomar un café con él.

Al día siguiente, se encontraron en una cafetería cercana, un lugar pequeño y acogedor con un aroma a café recién molido que llenaba el aire. Victoria llegó primero y se sentó en una mesa junto a la ventana, disfrutando de la calma que le brindaba ese momento antes de que Heriberto llegara.

Cuando él apareció, con una sonrisa y un saludo jovial, se sentó frente a ella, y ambos pidieron sus bebidas. La conversación comenzó de manera natural, hablando de los niños, del trabajo y de las pequeñas anécdotas que hacían la vida un poco más interesante. Sin embargo, pronto la charla se desvió hacia temas más personales.

—He estado pensando en lo que hablamos el otro día —dijo Heriberto, removiendo su café lentamente—. Sobre lo difícil que es encontrar tiempo para nosotros mismos. No solo para relajarnos, sino para pensar en lo que realmente queremos de la vida.

Victoria asintió, comprendiendo exactamente a lo que se refería.

—Es cierto. A veces es tan fácil quedar atrapados en las responsabilidades, que olvidamos que también tenemos derecho a ser felices, a buscar algo más que solo cumplir con el día a día.

Heriberto la miró, sus ojos reflejando una vulnerabilidad que rara vez había mostrado.

—Desde que me divorcié, he estado tan enfocado en Max que casi me olvido de mí mismo. Pero estos últimos días, desde que nos hemos estado viendo más... me he dado cuenta de que quiero algo más para mi vida. No solo para Max, sino para mí también.

Las palabras de Heriberto resonaron en Victoria. Ella también había sentido algo similar. Desde que llegó al nuevo lugar, había estado tan concentrada en sus hijas y en adaptarse a la nueva vida que casi se olvidó de que ella también tenía derecho a buscar su propia felicidad.

—Yo también he estado pensando en eso —confesó, bajando la mirada hacia su taza—. No ha sido fácil empezar de nuevo, pero estos últimos meses me han hecho darme cuenta de que aún hay mucho por vivir, mucho por descubrir.

Heriberto se inclinó un poco hacia adelante, como si quisiera asegurarse de que no perdería ninguna de sus palabras.

—¿Y qué es lo que quieres descubrir, Victoria?

La pregunta la tomó por sorpresa. No porque no hubiera pensado en ello, sino porque no estaba acostumbrada a hablar de sus deseos con tanta franqueza. Se tomó un momento para considerar su respuesta.

—Quiero redescubrir lo que me hace feliz —dijo finalmente, sintiendo que era una verdad simple pero profunda—. Quiero dejar de vivir en función de lo que perdí y empezar a enfocarme en lo que puedo ganar.

Heriberto asintió lentamente, como si estuviera procesando sus palabras.

—Eso es exactamente lo que quiero también —dijo con una seriedad que contrastaba con su tono habitual—. Ya he pasado demasiado tiempo viviendo en el pasado, lamentando lo que no salió bien. Quiero empezar a construir algo nuevo, algo que tenga sentido para mí y para Max.

Entre paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora