TIEMPO DESPUÉS
Una tarde, mientras Victoria trabajaba en su taller, Heriberto llegó a buscarla con una sonrisa amplia y una bolsa de pan recién horneado en la mano. Después de un beso rápido, le mostró una serie de reservas en su teléfono.
—¿Qué es esto? —preguntó Victoria, frunciendo el ceño con curiosidad.
—Nos vamos de vacaciones a la playa el próximo fin de semana —respondió él, tan casualmente como si no hubiera estado planeándolo durante semanas.
Victoria abrió los ojos, sorprendida, pero no pudo evitar sonreír al ver la ilusión en el rostro de Heriberto.
—¿Todos? ¿Con los niños? —preguntó, y él asintió.
—Sí, todos juntos. Unos días para relajarnos, disfrutar del sol y el mar... ¿Qué dices, mi amor?
Victoria asintió con entusiasmo, sin saber que detrás de esa aparente escapada relajante había algo mucho más planeado. A lo largo de los días siguientes, comenzaron a prepararse para el viaje. Sin embargo, hubo pequeños momentos que empezaron a despertar la curiosidad de Victoria.
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Una tarde, mientras estaba en casa arreglando la maleta, escuchó a Max, María y Fernanda susurrando en el salón. Normalmente, los niños eran ruidosos y vivaces, pero ese día parecían estar tramando algo. Se asomó al pasillo y los vio sentados en el suelo, rodeados de papeles y colores. Fernanda intentaba dibujar algo en una hoja, mientras María y Max la miraban atentos.
—¡Pero tiene que parecer un corazón! —dijo Max en voz baja, aunque con la autoridad de quien sabe lo que está haciendo.
—¡Yo lo estoy haciendo! —respondió Fernanda, frustrada—. Pero es difícil...
Victoria entró al salón, divertida pero también intrigada.
—¿Qué estáis haciendo, mis amores? —preguntó, y los tres niños se sobresaltaron, como si los hubieran pillado haciendo travesuras.
—¡Nada, mamá! —respondió María rápidamente, escondiendo el papel detrás de su espalda con una sonrisa nerviosa—. Solo... dibujando cosas.
Victoria alzó una ceja, pero decidió no insistir. Sabía que, si querían mantener el secreto, no lograría sacárselo. Así que, con una sonrisa, se agachó para darles un beso en la cabeza y dejó que siguieran con sus "dibujos misteriosos".
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El día antes del viaje, mientras cenaban todos juntos, Heriberto parecía especialmente animado. Hablaba con los niños, y a cada rato intercambiaban miradas cómplices que Victoria no lograba descifrar. En un momento, mientras los niños reían por alguna broma interna que claramente no compartían con ella, Victoria decidió preguntar.
—¿Qué pasa aquí? ¿Por qué tanta risita y susurros?
María se atragantó un poco con la risa, y Max rápidamente intervino:
—¡Nada, mami! Solo estamos emocionados por el viaje. ¿Verdad, papi?
Heriberto asintió, pero había algo en su sonrisa que a Victoria le resultaba... sospechoso.
—Es que es un viaje especial, Vicky —dijo él, guiñándole un ojo—. Y quiero que todo salga perfecto.
—¿Perfecto? —preguntó ella, entre divertida y desconcertada—. ¿Desde cuándo te preocupas tanto por la perfección?
—Oh, tengo mis razones… —respondió Heriberto con una sonrisa traviesa que hizo que María soltara una risita que rápidamente cubrió con la mano.
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Entre paredes
RomanceEl sonido de cajas siendo arrastradas resonaba en el pasillo del nuevo edificio de apartamentos mientras una mujer, con su pelo castaño revuelto y dos niñas pequeñas agarradas de sus manos, se dirigía hacia la puerta de su nuevo hogar. La mudanza ha...