Capítulo 9.

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A la mañana siguiente, Victoria, después de dejar a las niñas en el colegio y de presentar su renuncia en el trabajo, se pasó por el nuevo local y empezó a limpiar un poco y ver bien si había que hacer alguna reforma o pintar paredes...

Mientras lo hacía todo, no paraba de pensar en lo emocionada que estaba por su nuevo negocio, que muy pronto estaría listo, y así empezar a trabajar.

Entre tantos pensamientos se le fue la mañana. Y se sorprendió cuando vio a Heriberto apoyado en la puerta, mirándola.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí mirándome?

—Lo suficiente para ver lo guapa que eres —acercándose a ella para darle un beso.

—¿Qué haces aquí? ¿No tienes trabajo? —manteniéndose abrazada a él. —No, espera, no he dicho nada, qué pregunta la mía. Siendo casi dueño del hospital, podrás salir siempre que quieras, ¿verdad?

—No soy casi dueño del hospital. Pero sí, puedo salir cuando quiera, tengo ese privilegio, aunque no me gusta hacerlo muy seguido. Quiero ganarme esos privilegios por mi mismo y no por mi abuelo o mi padre, ya lo sabes.

—Pero a veces es bueno eso, ¿no? Más si tienes hijos pequeños.

—Sí, lo es. ¿Necesitas ayuda con algo aquí?

—No, lo esencial, que era limpiar, ya está hecho. Solo habrá que pintar un poco las paredes.

—Podrías, bueno, podríamos, porqué te voy a ayudar, por supuesto, podríamos pintarlas de otro color. Este color es oscuro para tu negocio.

—Sí, había pensado en ir esta tarde a comprar las pinturas y mañana pintarlas ya porque así podemos aprovechar y hacer el cumpleaños de Fer aquí. Es un sitio grande para que estén sus amiguitos y amiguitas.

—Sí, tienes razón. Mañana, entonces, pintamos las paredes.

Heriberto la soltó suavemente y recorrió el local con la mirada.

—¿Ya pensaste cómo te gustaría decorarlo? —preguntó, girando sobre sus talones para observar cada rincón.

—Tengo algunas ideas —respondió Victoria con una sonrisa—. Quiero que sea un lugar luminoso y acogedor. Estoy pensando en cortinas claras, tal vez algunas plantas, y necesito buenos estantes para las telas. No quiero que parezca solo un taller, sino un lugar donde la gente se sienta inspirada.

—Me gusta cómo suena. Pero, Vicky, no te preocupes por apurarte, tenemos tiempo para organizarlo bien. Lo más importante es que todo salga perfecto para ti.

Victoria le dio un leve golpe en el brazo, entre divertida y emocionada.

—Lo sé, pero me emociona tanto que quiero tener todo listo lo antes posible. Además, el cumpleaños de Fernanda es dentro de tres días.

Heriberto rió, tomando su mano.

—No te preocupes por eso. Organizaremos la mejor fiesta para la pequeña y mañana pintaremos este lugar. Te prometo que tu taller estará en marcha en nada.

—Gracias —dijo Victoria, mirándolo con ternura—. Me haces sentir tan afortunada.

—Siempre estaré aquí para ti —respondió Heriberto con una sonrisa, tomando su mano—. Vamos a por a los niños, pero antes, tengo una sorpresa para ti.

—¿Una sorpresa? —preguntó Victoria, intrigada.

Heriberto se inclinó hacia ella, susurrando—: Sí, una pequeña sorpresa que creo que te va a encantar.

Victoria lo miró con curiosidad, después de cerrar el local, mientras él la guiaba hacia su coche. Cuando llegaron, vio un paquete grande en el asiento trasero.

Entre paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora