Capítulo 4.

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Dos días después, Victoria despertó con la misma sensación de emoción que había sentido el día anterior al zoológico. No había dejado de pensar en Heriberto desde entonces, y aunque no quería adelantarse, algo en su corazón le decía que esta nueva amistad tenía el potencial de convertirse en algo más.

El martes por la mañana, después de llevar a María y a Fernanda al colegio, Victoria decidió que era el momento perfecto para hacer algo que había estado postergando desde que se mudaron: redecorar el apartamento. Aunque ya lo había acondicionado para que fuera acogedor, sentía que hacía falta un toque personal, algo que realmente lo hiciera sentir como su hogar.

Después de una rápida parada en una tienda de decoración cercana, volvió al apartamento cargada de bolsas con nuevas cortinas, cojines y algunos cuadros para las paredes. Mientras organizaba sus nuevas compras, su teléfono vibró en la mesa de la cocina. Era un mensaje de Heriberto.

"Hola, Victoria. ¿Cómo estás? Max y yo hemos planeando pasar la tarde en el parque después de que salga del colegio. ¿Queréis acompañarnos?"

Victoria sonrió al leer el mensaje. La idea de pasar más tiempo con Heriberto y Max era más que tentadora. Sin pensarlo dos veces, respondió.

"¡Hola, Heriberto! Nos encantaría acompañaros. María y Fernanda estarán felices de ver a Max otra vez. ¿A qué hora piensas ir?"

Unos minutos después, la respuesta llegó: "Podemos vernos alrededor de las 5 en el parque"

"Perdecto. Allí nos vemos"

El resto del día pasó rápidamente mientras Victoria se ocupaba de sus tareas y hacía pequeños cambios en la decoración del apartamento. A las cuatro de la tarde, se preparó para salir a recoger a las niñas. El clima era perfecto, con un cielo despejado y una brisa suave, lo que prometía una agradable tarde en el parque.

A las cinco en punto, llegaron al parque. Heriberto y Max ya estaban allí, sentados en una banca cerca del área de juegos. Max se levantó rápidamente al ver a las niñas y corrió hacia ellas, saludándolas con una tímida pero emocionada sonrisa. Heriberto se levantó también, saludando a Victoria con un gesto de la mano y una cálida sonrisa.

—Hola —dijo Victoria, acercándose a él—. Parece que hoy tendremos otra tarde divertida.

—Eso espero —respondió Heriberto—. Max ha estado hablando sin parar del zoológico desde el domingo. Creo que no ha dejado de pensar en los elefantes.

Ambos rieron, compartiendo la familiaridad que habían estado construyendo en los últimos días. Decidieron sentarse juntos en un banco mientras los niños corrían a jugar, retomando inmediatamente el entusiasmo que habían compartido durante su última salida.

Mientras los observaban, Heriberto se giró hacia Victoria, su expresión era seria pero tranquila.

—Victoria, quería agradecerte por incluirnos en tus planes estos días. Ha sido... diferente. En el buen sentido. Max ha estado más feliz, y... yo también.

Victoria sintió una calidez en su pecho ante las palabras de Heriberto. Podía ver que el cambio en él era real, y eso la llenaba de alegría.

—No tienes que agradecerme, Heriberto —respondió ella—. Ha sido un placer pasar tiempo con vosotros. Siento que estamos formando algo especial, y me alegra que nuestros hijos estén tan contentos.

Heriberto asintió, mirando a los niños con una expresión reflexiva. Después de un momento, se volvió hacia ella con una mirada más decidida.

—He estado pensando... —comenzó, un poco vacilante—. No quiero precipitarme, pero me pregunto si te gustaría cenar conmigo este fin de semana. Solo nosotros dos. Podríamos conseguir una niñera para los niños.

Entre paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora