Después de la mañana compartida, Heriberto y Max se despidieron para regresar a casa. Sin embargo, la conexión que habían compartido durante el desayuno se quedó latente en el aire. Victoria pasó el resto del día con una sensación cálida en el pecho, recordando las miradas y los momentos tranquilos entre ellos. No podía evitar preguntarse qué significaba todo aquello y hacia dónde los estaba llevando.
Por la tarde, mientras las niñas jugaban en el salón, el teléfono de Victoria sonó con un mensaje de Heriberto:
"¿Qué tal la tarde? Max quiere saber si puede volver a jugar con las niñas."
Victoria sonrió al leer el mensaje. Era obvio que no solo Max quería volver a ver a las niñas; quizás, Heriberto también quería pasar un rato más con ella. Respondió rápidamente:
"Por supuesto. Las niñas estarán encantadas. Si quieres, podéis pasar en un rato."
Apenas media hora después, Heriberto y Max estaban de nuevo en la puerta de su apartamento. Esta vez, el ambiente era más relajado, sin la formalidad de la mañana, y tanto los niños como los adultos estaban listos para una tarde tranquila.
-Hola de nuevo -dijo Victoria, abriendo la puerta con una sonrisa.
-Gracias por dejarnos venir tan pronto -dijo Heriberto, devolviendo la sonrisa-. Max estaba insistiendo.
--Estoy segura de que no fue el único -bromeó Victoria, mientras ambos reían.
Los niños se lanzaron a jugar en la sala mientras Victoria y Heriberto se sentaron en el sofá, viendo cómo corrían de un lado a otro con risas incontrolables. La conversación entre ellos fluyó con la misma naturalidad que en los días anteriores. Hablaban de cosas triviales: la escuela, el trabajo, anécdotas del vecindario... pero todo estaba teñido de una comodidad creciente.
En un momento dado, Heriberto la miró con una expresión cálida mientras Victoria le contaba una divertida historia sobre Fernanda.
-Eres genial con ellas -dijo, casi sin darse cuenta de lo que estaba a punto de decir-. De verdad, Vicky, tienes una paciencia...
Se detuvo abruptamente, dándose cuenta de que le había llamado "Vicky", un apodo que jamás le había dicho antes. Sus ojos se abrieron un poco, y una ligera incomodidad pasó por su rostro.
-Perdón, no sé de dónde salió eso -dijo rápidamente, sonrojándose un poco-. Quise decir Victoria.
Victoria parpadeó sorprendida, pero luego sonrió con dulzura, quitándole importancia.
-No pasa nada, en realidad no me molesta que me llames así -respondió con una leve risa-. De hecho, suena bien. Me hace... sentirte cerca.
Heriberto se relajó, aliviado por su respuesta, aunque una pequeña parte de él sentía que algo había cambiado. Ese apodo había salido naturalmente, como si fuera un reflejo de la cercanía que estaban desarrollando. Y ahora, con esa barrera rota, sentía que su relación había dado otro paso hacia una nueva intimidad.
-Entonces, Vicky será -dijo él, probando el apodo una vez más, esta vez con más confianza.
Victoria sonrió, sintiendo una chispa especial al escucharlo llamarla así. La tarde continuó entre risas y juegos, con los niños corriendo de un lado a otro y los dos adultos compartiendo miradas que hablaban de algo más profundo.
Finalmente, cuando el sol comenzó a ponerse y la luz suave de la tarde se filtraba por las ventanas, Heriberto se dio cuenta de la hora.
-Deberíamos irnos, o Max no querrá ir a la cama esta noche -dijo con una sonrisa, mientras los niños protestaban con la típica energía de no querer que el día terminara.
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Entre paredes
RomanceEl sonido de cajas siendo arrastradas resonaba en el pasillo del nuevo edificio de apartamentos mientras una mujer, con su pelo castaño revuelto y dos niñas pequeñas agarradas de sus manos, se dirigía hacia la puerta de su nuevo hogar. La mudanza ha...