Capítulo 18: Sin tiempo para reflexionar

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Con un suspiro, observé cómo el sol comenzaba a levantarse sobre la isla. El sonido del mar rompiendo en la orilla me calmaba mientras me acercaba a la habitación donde Lina dormía. Era miércoles, el tercer día de nuestra estadía, y después de lo que había sucedido anoche, no podía permitirme dejarla sola mucho tiempo. El desayuno en mis manos no era un gesto de afecto.

Abrí la puerta con cuidado y vi su cuerpo envuelto en las sábanas, su cabello desordenado sobre la almohada, su respiración tranquila y profunda. Me acerqué lentamente, colocando la bandeja a un costado de la cama y sentándome en el borde, sin apartar la vista de su figura. Verla así, tan pacífica, con las marcas de la noche anterior aún visibles en su piel, me provocaba algo que no sabía cómo nombrar. Una opresión en el pecho. ¿Remordimiento? No lo era, lo sabía. Pero el simple hecho de pensar que podría arrepentirse o reflexionar demasiado sobre lo que había pasado, me inquietaba.

Mis dedos rozaron su mejilla, bajando lentamente por su cuello hasta su clavícula. Su piel seguía siendo suave, a pesar de las marcas. Era mía, al menos por esta semana, y eso me satisfacía de una manera que no quería analizar demasiado. Era hermosa, lo admitía, y poseerla me proporcionaba un placer que no dependía de los sentimientos, sino del control.

Mientras ella comenzaba a moverse, despertándose lentamente, mis dedos descendieron hasta su pecho, su pezón se erizó mientras hacía pequeños círculos en el. No había remordimiento en mi interior, solo la satisfacción de saber que había empezado a moldearla según mis reglas. Lina se removió, abriendo lentamente los ojos y encontrándose con mi mirada.

—Buenos días —dije con una sonrisa que sabía que resultaba encantadora para la mayoría. Sabía cómo venderme, cómo proyectar la imagen de un hombre que tenía todo bajo control.

Ella me miró, sorprendida por verme allí, sentado a su lado, trayéndole el desayuno. No era lo que esperaba después de la noche anterior, claramente. Se incorporó despacio, visiblemente confundida, y yo le pasé la bandeja con una suavidad estudiada.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, su voz todavía somnolienta.

—Te traje el desayuno, dije que te alimentaría, ¿recuerdas? Ya sabes... café para despertar Lina —respondí, ignorando deliberadamente la verdadera pregunta oculta en sus palabras. ¿Por qué un hombre como yo, que anoche la había tratado con tanta brutalidad, ahora se mostraba tan... gentil?

Ella me observó mientras comenzaba a comer, sus ojos recorriendo su cuerpo, aunque sin mirarse demasiado. Sabía que había marcas en sus muñecas por las ataduras, aunque no demasiado visibles. Mi trabajo era preciso, meticuloso. No la lastimaba más de lo necesario, solo lo suficiente para que recordara quién tenía el control.

—Hoy será un día relajado —le dije, manteniendo el tono ligero—. Podemos ir a la playa, yo te acompañaré esta vez. Ya que creo que tus padres no te enseñaron a no hablar con desconocidos.

Ella levantó la mirada, claramente recordando el incidente con el chico de la playa. Su expresión se oscureció, y no me molesté en ocultar mi satisfacción al ver cómo eso la afectaba.

—Tienes razón, ya que tampoco me enseñaron a no aceptar propuestas sexuales de parte de un CEO tramposo y desleal —respondió, finalmente—. Pero, no puedo ir. No puedo usar un bikini con todas estas marcas.

Levanté una ceja, observándola detenidamente. Su cuerpo tenía algunas marcas, pero nada que no pudiera ocultarse con un traje de baño adecuado. Me encogí de hombros.

—Entonces, usarás uno de una pieza. Es mucho más adecuado y llamará menos la atención —le dije, dejando que la frialdad de mis palabras contrastara con la sonrisa burlesca en mi rostro.

Bajo la superficie del CEO [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora