Capítulo 37: Salvaguardar el apellido

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●37

Me quedé observando la puerta cerrada, escuchando el eco de mis propias palabras mientras Lina se alejaba. El rostro que puso cuando la eché... Joder. La decepción en su mirada fue casi suficiente para detenerme, pero no lo hice. Era lo correcto. Mantenerla a distancia era necesario. Yo sabía cómo manejarlo. Sabía cómo mantenerla bajo control.

El sonido del reloj en la pared parecía marcar cada segundo que pasaba en silencio, como si el tiempo mismo me recordara lo que había estado a punto de conseguir antes de que Dimitri irrumpiera en mi mañana. Estaba tan cerca...

Maldije en voz baja. Todo por culpa de Dimitri.

Me dejé caer en el sillón, con un vaso de whisky en la mano. El líquido dorado giraba en el cristal mientras mis pensamientos se enredaban entre sí, a este ritmo tal vez me vuelva alcohólico.

Dimitri, siempre Dimitri, apareciendo cuando menos lo necesitaba, trayendo consigo ese caos que tanto le gustaba.

El sonido de la puerta del baño me sacó de mis pensamientos. Lo vi salir, ajustándose uno de mis suéteres como si fuera lo más natural del mundo.

—Espero que no te importe, pero tomé algo de ropa prestada —dijo, su voz algo arrastrada, probablemente aún afectada por la resaca.

Lo observé caminar hacia la cocina con ese aire despreocupado que siempre me sacaba de quicio. Abrió el refrigerador, sacando un jarrón de zumo de naranja.

—¿Qué demonios pasó en tu cocina?
—preguntó con una media sonrisa mientras se servía un vaso. Miró el desorden, la masa quemada en la sartén y el humo que aún se percibía débilmente en el aire—. Parece que pasó un tsunami o algo.

Solté un suspiro, dejando que el whisky bajara lentamente por mi garganta antes de responder.

—Justamente eso fue —dije, con un tono controlado, aunque la irritación seguía presente bajo la superficie.

Dejé que mi espalda cayera hacia atrás en el sillón con otro suspiro, sabiendo que esto iba a ser largo. El reproche de Dimitri estaba en camino. Siempre lo era. Era imposible poder convivir el uno con el otro aunque él lo intentara.

Tal vez, yo podría…

—¿Qué haces aquí, Dimitri? —pregunté, sin molestarme en disimular el fastidio.

Dimitri tomó un sorbo antes de responder, como si necesitara tiempo para encontrar las palabras adecuadas.

—¿Acaso no puedo visitar a mi hermano? —respondió finalmente, sonriendo de manera juguetona. Caminando hacia el centro del salón—. Ya estoy de regreso en Nueva York por un tiempo. El rodaje y la promoción terminó, y pensé que podíamos pasar algo de tiempo de calidad. Ya sabes, como hacen los hermanos.

Levanté una ceja, sin molestarme en ocultar mi incredulidad.

—¿De verdad quieres hacer esto? —dije, clavando mi mirada en la suya—. ¿Te gusta fastidiarme, Dimitri? No entiendo cuál es el problema con que mantengamos distancia.

Él se dejó caer en el sofá, haciendo una pausa para mirarme con esa mezcla de simpatía y desdén que tanto me exasperaba.

—No es que me guste fastidiarte, Vik. Es solo que... somos hermanos. Y los hermanos pasan tiempo juntos, ¿no?
—dijo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

La tensión entre nosotros era palpable, pero Dimitri intentaba suavizarla, como siempre lo hacía. Sabía que tenía algo más que decir. Siempre lo había.

—No vas a creer a quién me encontré en Roma —dijo, rompiendo el silencio.

—Dimitri, si no me lo dices, no me interesa adivinarlo —respondí, tomando otro sorbo de whisky.

Bajo la superficie del CEO [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora