Capítulo 49: Mirada de traición

28 16 0
                                    

●49

—El aire en la casa siempre estaba tenso, como si algo malo fuera a ocurrir en cualquier momento. Los gritos, los golpes, los momentos de calma solo eran el preludio de la tormenta. Aquella noche no fue la excepción.

Residencia Arlov-2001

Estaba sentado en mi habitación, escuchando los gritos que venían desde el despacho de mi padre. Nikolay y mi madre discutían, una vez más. Era algo tan cotidiano que, en algún punto, había aprendido a desconectarme. Pero aquella noche… había algo diferente. Algo en los gritos de mi madre me hizo sentir una presión en el pecho.

Dimitri estaba a mi lado, llorando en silencio, abrazando sus rodillas, su pequeño cuerpo temblaba. Yo intentaba calmarlo, pero mis propias manos también temblaban.

—Tranquilo, Dimi. No va a pasar nada… otra vez —Mi voz apenas era un susurro, pero ni siquiera yo me lo creía—. Ya sabes, es lo normal…

Los gritos de mi madre se intensificaron, ya no era solo una discusión, era una amenaza. Las palabras eran claras, casi un grito de desesperación.

—¡Me iré, Nikolay! ¡Me llevaré a mis hijos y te denunciaré! ¡Tu maldita fachada se caerá! ¡Toda tu mierda saldrá a la luz! Tu eres un monstruo, abusaste de nuestro hijo…

—Yo no hice nada más que convertirlo en un hombre… Lo he preparado para el mundo, lo he hecho perfecto, sin debilidades, un digno sucesor de la dinastía Arlov —la voz de mi padre era como un rugido de orgullo torcido.

—No, Nikolay, tú rompiste a nuestro hijo. Pero al fin tengo el coraje de alejarlo de ti —respondió mi madre, su voz quebrada, pero llena de una determinación que jamás le había escuchado.

Pero sabía lo que eso significaba. Sabía lo que él haría en respuesta. Los golpes estaban por venir, siempre venían después de palabras como esas.

—¡Me estás amenazando, Esther! —escuché la voz de mi padre, grave, llena de furia—. ¡A mí nadie me amenaza! ¡Yo soy Nikolay Arlov!

No pude quedarme quieto. Algo me empujó a levantarme. El miedo por lo que sabía que venía me invadió, y aunque mis piernas flaqueaban, caminé hacia la puerta. Dimitri me seguía, sus lágrimas silenciosas, como si ya supiera lo que venía. Intenté calmarlo, pero mis palabras se sentían vacías.

—Quédate aquí, Dimi. Quédate aquí
—susurré, pero él no quería soltar mi brazo.

Desde el pasillo escuché el sonido desgarrador de un golpe. Mi madre gritó y eso me hizo correr. Llegué justo a la puerta del despacho cuando vi a Nikolay sujetarla del cabello con una furia que nunca había visto antes. La arrojó al suelo como si fuera un muñeco de trapo. Mi madre cayó, su cuerpo golpeando el suelo con un estruendo sordo.

—¡Te lo advertí! ¡A mí nadie me deja! —rugió mi padre, su voz se mezclaba con la saliva que escupía de su boca mientras se subía sobre ella y comenzaba a golpearla con los puños.

—¡Papá! —grité, pero mi voz no salió más que como un susurro asfixiante en mi garganta.

Los golpes eran incesantes, brutales. Cada uno de ellos parecía drenar la vida de mi madre mientras ella intentaba protegerse con los brazos, pero no podía más. El sonido de los puños de Nikolay chocando contra su piel era nauseabundo.

No podía moverme. Mis pies estaban clavados en el suelo. Vi a mi padre asfixiar a mi madre. Su cara estaba morada, sus ojos en blanco.

Y entonces algo dentro de mí se movió.

Sin pensarlo dos veces, corrí hacia el escritorio donde sabía que Nikolay guardaba su arma. El peso del revólver era frío, pero lo sentía ardiendo en mis manos. Mi respiración era rápida, entrecortada. No podía ver con claridad.

Cerré los ojos, pero aún así apunté. Apunté hacia él, hacia su espalda. El hombre que me había destruido, que nos había destruido, que nos había convertido en algo roto.

El sonido del disparo resonó como un trueno. Sentí el retroceso del arma, pero no lo vi caer. Abrí los ojos lentamente, y lo vi. Mi padre se giró hacia mí, con el pecho ensangrentado. Su mirada me atravesó, no de ira, sino de traición, por primera vez sus ojos no tenían ira. Como si no pudiera creer que yo, su primogénito, su “obra maestra”, lo hubiera traicionado de esa manera.

—Vík… —susurró, su voz apenas audible. Sus ojos mostraban algo más que dolor físico. Era como si viera en mí la traición más grande. Para él, yo no era solo su hijo, era su continuación, su extensión. Y esa extensión acababa de cortarlo de raíz.

Cayó al suelo con un sonido seco, su mano extendida hacia mí, como si aún intentara alcanzarme.

Yo solté el arma. Mis manos temblaban sin control, y el mundo se desmoronó a mi alrededor. No había alivio. No había liberación. Solo sentí una opresión en el pecho.

Había matado a mi padre.

Mi madre, apenas consciente, intentaba respirar. Se levantó con esfuerzo, jadeando, su rostro hinchado y morado. Se arrastró hacia mí, susurrando palabras que no entendía.

—Víktor… tranquilo, cariño… tranquilo… mamá está aquí… todo va a estar bien… —decía mientras se acercaba a mí, tratando de abrazarme, de calmarme.

Yo no podía oírla. El sonido de mi respiración, entrecortada, acelerada, llenaba mi mente. Los ojos de mi padre seguían grabados en mi mente. Su mirada de traición, su última palabra.

Dimitri lloraba en la puerta, sollozando de manera incontrolable. Yo no podía moverme, no podía pensar. El pánico me invadió. Mi madre seguía diciéndome que todo estaría bien, pero su voz era solo un eco lejano.

Nada estaría bien. Nunca más.

Bajo la superficie del CEO [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora