Capítulo 20: Benjamín Franklin

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●20

Aún siento el dolor en cada fibra de mi cuerpo, el cuello rígido, los músculos tensos. Sentada a la mesa, trato de ignorar la incomodidad física, pero es inútil. Dos horas han pasado desde que Viktor salió de la habitación, pero mi mente sigue atrapada en su mirada... esa mirada vacía, distante, casi como si no estuviera allí.

Como si en lugar de ser él, fuera un niño asustado. Un niño pequeño, atrapado en un rincón.

El ama de llaves interrumpe mis pensamientos al colocar el plato frente a mí, tan silenciosa y seria como siempre. Es como si toda la casa siguiera las órdenes de Viktor: controlada, estricta, sin dejar espacio para errores.

—¿Viktor, no va a almorzar?

—No. El señor Arlov me pidió disculparme en su nombre —dijo, con la misma formalidad de siempre—. Ha ido a supervisar la construcción del hotel. Hay asuntos que requieren de su atención inmediata, y probablemente no regrese para la cena.

Hago una pausa, mirando mi plato. Me esfuerzo por ocultar el nudo en mi estómago. Lo último que quiero es enfrentar una cena sola en esta enorme casa, pero al mismo tiempo... agradezco la distancia.

—También dijo que debería tomarse el tiempo para relajarse —añadió ella, sin notar mi incomodidad—. Que puede explorar la casa, leer un libro... o que simplemente aprendiera a preparar un buen café.

Una pequeña risa se escapa de mis labios. Incluso en estos momentos, Viktor intenta hacer como si nada hubiera pasado, como si todo estuviera perfectamente bajo control. “Una locura”, pienso, mientras muevo el tenedor con poca convicción.

Termino de comer en silencio, y cuando el plato queda vacío, me levanto con la sensación de que no puedo quedarme quieta. No quiero salir al exterior; el cielo está nublado y el mar parece tan agitado como mis propios pensamientos. Así que, en su lugar, comienzo a explorar.

El estudio de Viktor es... bueno, es exactamente lo que esperaba. Libros de política, economía, ciencia... y hotelería. Todo lo necesario para mantener su imagen de todopoderoso intacta. Camino despacio entre los estantes, leyendo los títulos. Que raro, pensé que aquí encontraría el libro de, “cómo dominar el mundo siendo un reservado y enigmático CEO malvado sin corazón, volumen 1”.

Sonrío para mí misma. Si Viktor me escuchara, probablemente me lanzaría una de esas miradas frías que tanto perfecciona. Sigo avanzando entre los libros, cuando algo distinto capta mi atención. Un libro de arte. Miguel Ángel, Da Vinci... La portada ya me hace levantar una ceja. ¿Viktor, interesado en el arte? Pero por supuesto que está interesado en el arte, él y todos los jodidos ricos.

Lo abro y lo primero que veo es una dedicatoria en la primera página, escrita con una caligrafía elegante:

"Tu madre me ha dicho que hoy cumples catorce años. No sabes la fila de fans acosadores que tengo esperándome, pero tu madre prácticamente me acorraló en el baño de hombres para que firmara este libro mientras ella espera, del otro lado de la puerta. Le insistí que estaba de vacaciones pero aún así le importo un carajo.

Sigue tus sueños, Viktor. Tienes un talento único, igual que madre, y te prometo que, si lo cuidas, te llevará a lugares que ni siquiera imaginas. A través del arte, puedes vivir tantas vidas como quieras, o dejar que ellas te vivan a ti. Nunca olvides que cada pincelada puede ser una llave para abrir puertas a lugares que no existen, pero que quizás necesitas. Sigue pintando, porque dentro de ti hay más de lo que aún puedes ver.

Oleg Sokolov”

Termino de leer la dedicatoria y no puedo evitar soltar una carcajada. Pero lo que me impacta es lo que sigue. Es difícil, casi imposible, imaginarme a un pequeño Viktor... Bueno, en realidad, es difícil imaginar a Viktor haciendo cualquier cosa que no sea manejando el mundo con su típico control frío y calculado. No lo sé, no puedo asociar a Viktor con la imagen de un niño, mucho menos con la de un artista.

Bajo la superficie del CEO [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora