Capítulo 31: Qué tal tu domingo

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Lunes, ya es lunes por la mañana y aún me quedan dos semanas de esto. Entro a la oficina de Víktor con el café en la mano, sintiendo su mirada en mí desde el momento en que atravieso la puerta. Coloco la taza en su escritorio con suavidad, manteniendo mi postura profesional. Pero sé que nada de lo que haga frente a él será simplemente profesional. No después de todo lo que ha sucedido. No desde que lo primero que hago al entrar es notar su brillante aspecto.

—Aquí tiene su café, señor Arlov —digo, mi tono teñido de profesionalismo, pero con un toque de ironía, mientras coloco la taza en su escritorio.

Si quedó claro que detestas mi café, ¿por qué seguir haciéndolo?

Sin embargo, necesito mantener esta fachada de profesionalidad aunque sea aquí, la necesito con desespero. No quiero que nadie me señalé con el dedo, y digan Lina Taylor, la periodista que tuvo la entrevista de su vida porqué se acostó con su jefe, de nuevo.

Maldita sea Lina, maldita sea, es que tu no aprendes.

Víktor me observa, esa sonrisa ladina curvando sus labios. Sus ojos reflejan diversión, como si supiera exactamente qué va a decir antes de que yo siquiera pueda pensar en una respuesta.

—¿Cómo sabes? —pregunta, levantando una ceja con una sonrisa divertida.

Lo miro, algo confusa.

—¿Cómo sé qué? —respondí, cruzando los brazos.

—¿Cómo sabes que este café no es una monstruosidad? —replica sin perder esa sonrisa sarcástica que siempre me hace sentir una mezcla de irritación y diversión. Aquí vamos de nuevo.

Suelto un leve suspiro y cruzo los brazos, manteniéndole la mirada.

—Es café, no tiene mucha ciencia. Agregas agua, café y azúcar. Además, no soy tan mala, tú opinión no es objetiva, porque nadie, absolutamente nadie puede estropear algo tan simple como preparar café —Intento mantener la calma, pero su mirada hace que mis palabras se sientan un tanto débiles.

Él toma la taza, da un sorbo y hace una mueca de desagrado tan obvia que casi me hace reír. Pero se recupera rápidamente, colocando la taza sobre el escritorio con un gesto exageradamente satisfecho.

—Vamos, no puede estar tan malo —le digo, negando con la cabeza—. Es café, no un elixir mágico.

Víktor me observa durante unos segundos, como si estuviera evaluando mis palabras, y luego extiende la taza hacia mí.

—Pruébalo, Lina. Da un sorbo —dice con ese tono suave y seductor que siempre logra desconcertarme.

—¿Qué? —Lo miro, algo sorprendida.

—Vamos, da un sorbo —insiste, sus ojos fijos en los míos, desafiándome de manera juguetona.

Tomo la taza sin querer darle el gusto de verme vacilar y doy un pequeño sorbo. El café es amargo, demasiado fuerte y espeso. ¿Por qué es espeso? Trago con dificultad, manteniendo mi mejor expresión neutral, y le devuelvo la taza.

—Está... sabroso —miento, haciendo una mueca apenas perceptible.

Víktor se ríe suavemente, disfrutando claramente de la situación. Es un momento encantador cuando deja ver sus dientes blancos, perfectos, relucientes y alineados, mientras su risa llena el aire de una calidez inesperada.

Joder… mi corazón.

—Claro que lo está —dice, su voz un susurro cargado de ironía—. Pero creo que deberíamos evitar que alguien más sufra tu café. Queda exonerada, solo tráeme un buen café de camino.

Bajo la superficie del CEO [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora