Capítulo 47: Su legado

32 16 0
                                    

●47

—Quédate aquí —le dije a Lina, sin mirarla directamente mientras mi mente ya estaba en lo que vendría.

Subí al escenario, sintiendo el peso de todas las miradas sobre mí. A veces, era fácil olvidarlo, pero en momentos como este, era imposible escapar de las expectativas. Los flashes de las cámaras me cegaban brevemente mientras ajustaba el micrófono.

—Damas y caballeros —dije con calma, dejando que las palabras se asentaran—, bienvenidos a la gala anual de la Fundación Arlov.

El murmullo en la sala se disipó al instante. Podía sentir los ojos sobre mí, y todos parecían esperar algo grandioso. El legado de Nikolay estaba en todas partes, aunque nadie, ni una sola de estas personas, entendiera realmente lo que había detrás.

—Esta noche es especial, no solo por el evento en sí, sino por lo que representa. Mi padre, Nikolay Arlov, comenzó esta tradición con un propósito: ayudar a quienes más lo necesitan, y es un honor para mí continuar con una tradición que mi padre comenzó hace ya muchos años.

Ayudar. Esa palabra casi se me atragantó. Nikolay no ayudó a nadie que no fuera él mismo. Pero aquí estaba yo, vendiendo esta mentira a todos como cada año.

—El objetivo de esta gala es simple pero poderoso: unirnos para dar esperanza a aquellos que más lo necesitan. Este año, nuestras contribuciones irán destinadas a la construcción de un pabellón pediátrico en el Hospital de Nueva York, un espacio donde los niños recibirán el cuidado que merecen, sin importar sus circunstancias —me detuvo un momento—. Mi padre, Nikolay, creía firmemente en la responsabilidad social de los que tienen poder. A pesar de lo que muchos podrían pensar, él comprendía que el poder solo es relevante cuando se utiliza para influir positivamente en el mundo. Hoy, seguimos honrando su visión.

Los aplausos estallaron en la sala. Sonrisas y miradas de aprobación llenaban el espacio. Era tan fácil para ellos creer esta versión de los Arlov. Si supieran. Si supieran lo que realmente significaba ser un Arlov, lo que Nikolay había hecho con sus “enseñanzas”.

Bajé del escenario tras terminar mi discurso. El aplauso aún resonaba en mis oídos mientras mis ojos buscaban a Lina, pero, antes de que pudiera localizarla, vi a mi madre acompañada de Olivia. No quería llevar a Lina a ese encuentro. No quería preguntas.

Me acerqué a ellas con una ligera sonrisa.

—Víktor, cariño —dijo mi madre en voz baja, su tono preocupado. Me abrazó brevemente—. ¿Estás bien?

—Estoy bien, madre —Mentí, porque era lo que hacía.

Ambos sabíamos lo que él había sido, y lo que yo estaba haciendo en su nombre ahora.

Olivia, suavizó la tensión de manera involuntaria, sonrió mientras me observaba.

—Víktor, te has lucido allá arriba
—Colocó una mano ligera sobre mi brazo—. Todo es perfecto.

Asentí, sin darle demasiada importancia.

—Gracias, Olivia. Solo pongo el dinero —Mi tono fue relajado, una broma ligera que hizo que ella riera suavemente.

Mauris apareció en ese momento, acercándose con esa misma sonrisa tranquila de siempre.

—Buen trabajo, Víktor —Estrechó mi mano con firmeza—. Tienes el don de hacer que todo esto parezca fácil.

—No es nada —respondí con una sonrisa irónica—. Ya sabes cómo es esto: solo sigo el guión.

Mi madre permanecía en silencio, observándome de reojo. Sabía lo que estaba pensando. Sabía lo que no decía, y por eso la respetaba más que a nadie aquí.

—¿Has visto a Dimitri? —preguntó de repente. Sus palabras estaban cargadas de preocupación.

Suspiré por dentro, manteniendo la expresión neutra.

—Sabes que no es su estilo venir a este tipo de cosas. Si está aquí, probablemente está escondido en algún rincón evitando a todo el mundo.

Esther suspiró, pero no insistió.

Maurice intervino.

—Vi a Dimitri hace poco, pero creo que se marchó tan rápido como llegó —Sonrió, intentando aligerar el ambiente, pero el silencio era suficiente para que no se comentara más.

Tras unos minutos de charla superficial con ellos, me disculpé.

—Voy a ocuparme de algunas cosas. No tardo.

Me alejé, buscando de nuevo a Lina donde la había dejado. Pero no estaba allí.

Mi irritación aumentó. Siempre era lo mismo con ella. Siempre.

Recorrí el lugar con la mirada mientras caminaba hacia la salida.

Mis pasos se movieron solos, no sé en qué momento me dirigí hacia afuera. Lo único que sabía era que estaba harto. Exhausto. ¿Por qué demonios Lina no podía seguir una simple orden? Una vez más, desafiando mis límites.

Cuando la vi, algo se encendió en mi interior. No pude detenerme. Antes de darme cuenta, mi puño ya estaba estrellándose contra la cara de Daniels.

—¡¿Qué mierda te pasa, Víktor?! —gritó Lina, mientras se agachaba para ayudar a ese idiota a levantarse. Otro tipo, que estaba llegando, también se acercó para asistirlo.

Lo primero que hizo Daniels fue mirarla, con esa expresión de preocupación que me irritaba aún más.

—¿Estás bien? —preguntó, como si tuviera algún derecho a preocuparse por ella. Por lo que era mío.

Lina se volvió hacia él, su rostro aún marcado por la sorpresa.

—Estoy bien, Daniels, pero tú…
—respondió, en un tono firme pero rápido, como queriendo terminar con la conversación de una vez.

Él no se rendía. Lo vi moverse hacia ella de nuevo.

—¿Quieres que te lleve a casa?
—insistió.

—No, no es necesario —replicó Lina—. Está bien, hablaremos después. Yo puedo cuidarme sola.

—¿Qué mierda te está pasando, Lina? Realmente estás irreconocible... —Dejó salir un suspiro frustrado, como si no pudiera entender en qué se había convertido la mujer que conocía. El otro tipo lo empujó suavemente hacia el coche, mientras me miraba con odio.

—Vamos, hombre —dijo su acompañante—, vámonos.

El coche arrancó, dejándonos atrás en medio del silencio incómodo.

—Vamos —le ordené a Lina, mientras la miraba. Mis palabras eran cortantes, llenas de la irritación que venía acumulando toda la noche.

No dijo nada. Me miraba con esos ojos grandes, pero no se atrevió a replicar. Simplemente asintió y caminó hacia el coche. Me siguió en silencio, pero ese silencio era diferente.

Yo estaba harto. Harto de todo. Harto de ella, que nunca sabía seguir una maldita orden. Harto de ese maldito discurso que tuve que dar, alzando el nombre de Nikolay como si no fuera el monstruo que había sido. Harto de las sonrisas fingidas, de esta maldita gala y de todo lo que me rodeaba en ese maldito momento.

El coche se detuvo frente a nosotros. Sin decir más, subió, obediente, en silencio. Y yo... solo quería salir de ese infierno de pretensiones y apariencias.

Bajo la superficie del CEO [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora