Capítulo 41: El juego de la obediencia

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Me miraba en el espejo, dando los últimos toques a mi apariencia. El vestido rojo oscuro, largo, ceñido en los lugares correctos y con una abertura atrevida en la pierna, parecía hecho a mi medida. No podía evitar alisar la tela, deslizando mis manos por la suave superficie mientras ajustaba un mechón rebelde de cabello que se había escapado del recogido.

De pronto, sentí la presencia de Víktor detrás de mí, su entrada silenciosa como una sombra. No me tocó, pero estaba lo suficientemente cerca para sentir el calor de su cuerpo, apenas a unos centímetros. Lo vi en el reflejo del espejo, sus ojos azules fijos en mí, analizándome de pies a cabeza.

—Te ves hermosa —dijo, en ese tono grave que siempre lograba que mi corazón latiera un poco más rápido.

Una parte de mí sonrió, pero otra no podía dejar de pensar en el armario lleno de ropa de diseñador que había encontrado en la habitación. Era tanto, demasiado… Sus gestos extravagantes, iban en aumento.

—¿Cuándo tuviste tiempo de comprar todo esto? —pregunté, girándome apenas para mirarlo mejor—. ¿Y cómo sabes mis medidas?

Él sonrió, esa sonrisa que siempre parecía guardar algo más, algo oscuro.

—Tengo memoria fotográfica
—respondió como si fuera la cosa más obvia del mundo.

Me observé de nuevo en el espejo, todavía incrédula, mirando el vestido, los zapatos, las prendas que llenaba. Todo perfecto, como si hubiera estado planeado desde mucho antes de que yo misma lo supiera.

—No me digas que tú mismo compraste todo esto.

Se inclinó hacia mí, su voz se sintió como un roce en mi oído.

—Soy rico Lina, muy rico… Por eso tengo gente que lo hace por mí —dijo, casi con indiferencia—. Pero sabía que te quedarían perfectos.

Negué suavemente con la cabeza. Todo esto me resultaba surrealista.

—No puedo aceptar todo esto... —dije, en un intento débil por resistirme, pero su respuesta llegó antes de que pudiera terminar la frase.

Él soltó una risa, esa risa cínica que a veces lograba sacarme de quicio.

—Oh, Lina Taylor... —dijo con un tono de burla, ladeando ligeramente la     cabeza—. La periodista que no puede aceptar un pequeño regalo, pero que no tiene problema en aceptar una dinámica poco convencional con su jefe provisional. Deberías revisar tus ideales, son bastante contradictorios.

Rodé los ojos, sin saber muy bien cómo responder a su sarcasmo. Antes de que pudiera replicar, sentí sus manos acercándose a mi cuello, pero no me tocó de inmediato. Dejó que sus dedos rozaran mi piel lentamente, una caricia calculada y deliberada.

—Tu cuello se ve más largo con el cabello así —murmuró, su voz suave, pero llena de una amenaza subyacente.

Lo miré en el espejo, arqueando una ceja.

—¿Así te gusta más? —pregunté, retándolo.

Sonrió, dejándome una sensación extraña en el estómago.

—Me gusta más cuando tu cabello está enredado en mis manos —respondió, su tono cargado de insinuación.

Rodé los ojos de nuevo, pero no pude evitar el calor que subía por mis mejillas. Siempre lograba desarmarme de esa manera. Mientras deslizaba sus manos más arriba por mi cuello, sentí un escalofrío recorrer mi columna.

—Juguemos a un pequeño juego —dijo, de repente.

Fruncí el ceño, mi mirada fija en la suya a través del espejo.

Bajo la superficie del CEO [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora