Capítulo 44: No respondías

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●44

Estábamos sentados en la sala de espera, el sonido del reloj en la pared era lo único que rompía el silencio. Mi pie golpeaba el suelo con impaciencia, y mis manos jugaban con el borde de mi camisa mientras miraba de reojo a Gabriel. Él, en cambio, parecía estar en otro mundo, despreocupado, como si no estuviéramos a punto de enfrentarnos a una posible expulsión.

—¿Qué demonios pasa contigo?
—susurré entre dientes, tratando de contener mi frustración. Estaba cansada, agotada de cubrirlo siempre. Había perdido la cuenta de cuántas veces había tenido que salvarlo, y ahora, estábamos en la sala de espera del director, una vez más. Miré sus manos, aún manchadas de pintura en aerosol. No podía creer lo que estaba a punto de decir—. ¿Vandalizando una pared? ¿Es en serio? ¿Qué pensabas? ¿O simplemente no pensabas?

Gabriel rodó los ojos, inclinándose hacia atrás en la silla con una actitud despreocupada que me sacaba de quicio.

—Vamos, Lina, no fue para tanto. Solo estaba... siendo creativo, ¿sabes? Es arte.

Lo miré fijamente, mis labios apretados. La rabia y la preocupación se mezclaban en mi interior. Yo no podía creer que después de tantas advertencias, seguía comportándose como si todo fuera un juego.

—¿Arte? —resoplé, controlando las ganas de gritarle—. ¿Eso es lo que crees que es? ¿Vandalizar la escuela es tu manera de ser creativo? Gabriel, esto no es un juego. Están a punto de expulsarte, ¿lo entiendes?

Gabriel se encogió de hombros como si no le importara. Me miró con una sonrisa de medio lado, la misma que solía usar cuando quería escapar de un castigo.

—Lo hice por amor —respondió, como si eso justificara todo.

Lo miré, incrédula. ¿Por amor? ¿Cómo demonios pensaba que esa era una razón válida? Sentí mi estómago revolverse de rabia, pero me obligué a respirar hondo.

—¿Por amor? —le solté, sin poder evitarlo—. Gabriel, cuando amas a alguien, le regalas flores o la invitas al cine, no vandalizas una maldita pared. ¿Qué te pasa? ¿Qué esperas lograr con eso?

Él sonrió, sacando su teléfono del bolsillo y mostrándome una foto de lo que había pintado. “Arte”, como lo llamaba. La foto mostraba un mural colorido, lleno de detalles y formas intrincadas, pero eso no justificaba lo que había hecho.

—Lo borraron antes de que pudieras verlo, pero al menos tomé una foto. ¡Es bueno, Lina! Deberías apreciarlo más
—dijo con una confianza desbordante, como si estuviéramos hablando de una simple travesura infantil.

Tomé su teléfono con brusquedad, mis dedos rozando el anillo en mi mano. El maldito anillo que ya se sentía como parte de mí, y que en ese momento había olvidado por completo. Gabriel, sin embargo, no dejó pasar el detalle.

—Espera… ¿cuándo te casaste?
—preguntó de repente, tomando mi mano con curiosidad—. ¿Te casaste sin invitarme a la boda? ¿Sin invitar a mamá? ¿Y me estás aquí retando mientras escondes esto?

Miré el anillo en mi dedo y sentí una pequeña punzada en el pecho. Ya ni siquiera me molestaba. Era como si hubiera pasado tanto tiempo que me había acostumbrado a su peso, a su presencia. Rápidamente aparté mi mano de la suya.

—Gabriel, no estamos hablando de mí. Este no es el momento.

Pero él no se detuvo, ignorando por completo mi advertencia. Se inclinó hacia adelante con una sonrisa traviesa, disfrutando de la oportunidad de molestarme.

—Oh, claro que estamos hablando de ti ahora —dijo con una risa—. Deja que se lo cuente a mamá y a la abuela, seguro se sorprenderían tanto como yo.

Bajo la superficie del CEO [Libro #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora