Capítulo 15: El Umbral del Abismo

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El viento frío soplaba con más fuerza a medida que Tanjiro y Iguro se adentraban en el bosque oscuro. La tensión era palpable, y cada crujido de las ramas bajo sus pies les recordaba que estaban en territorio peligroso. Las sombras que los rodeaban parecían susurrar secretos oscuros y antiguos, como si el bosque estuviera vivo y observándolos.

—Siento algo... extraño —murmuró Tanjiro, concentrando su respiración y afinando sus sentidos. Sus instintos, agudos por los años de entrenamiento, le advertían que algo no estaba bien.

Iguro no dijo nada, pero su mirada era fría y calculadora. Estaba totalmente centrado en encontrar a Mitsuri. El rastro que seguían se volvía cada vez más difuso, pero no pensaba detenerse.

A medida que avanzaban, el bosque se volvía más denso. Las ramas entrelazadas bloqueaban la poca luz que quedaba, y la oscuridad era casi total. De repente, Tanjiro se detuvo en seco.

—Espera, ¿sientes eso? —preguntó en voz baja.

Iguro entrecerró los ojos, y de pronto también lo sintió. Una energía oscura y opresiva emanaba de algún lugar cercano. Era como si una presencia maligna se hubiera asentado en lo profundo del bosque, distorsionando el ambiente a su alrededor.

—Está cerca —dijo Iguro en un tono serio—. Tenemos que seguir adelante, no podemos retroceder ahora.

Ambos continuaron, con los sentidos alerta y las manos en sus katanas, listos para lo que fuera. Después de unos minutos, llegaron a un claro en medio del bosque. En el centro, había una antigua estructura de piedra, cubierta de enredaderas y musgo. La energía oscura parecía emanar desde ese lugar.

—Este es el lugar... —susurró Tanjiro.

Antes de que pudieran avanzar más, un grupo de sombras comenzó a tomar forma alrededor de la estructura. Eran figuras humanoides, pero sus cuerpos estaban compuestos por pura oscuridad, moviéndose como si fueran parte del entorno mismo.

—No son humanos —dijo Iguro, sacando su katana.

Tanjiro también desenvainó su espada, preparándose para la batalla. Las sombras se movían lentamente, acechando, como si estuvieran esperando el momento adecuado para atacar.

—¡Aquí vienen! —gritó Tanjiro, lanzándose hacia una de las sombras con su técnica de respiración del agua.

Las sombras eran rápidas y esquivas, pero Tanjiro logró cortar a través de una de ellas, desintegrándola en el aire. Iguro, con su estilo serpentino, se movía con gracia y precisión, eliminando a varias de las criaturas con rápidos movimientos de su katana.

—No parecen ser tan fuertes —dijo Tanjiro, respirando con esfuerzo.

—Son solo distracciones —respondió Iguro, sus ojos fijándose en la estructura de piedra—. El verdadero peligro está dentro.

Con las sombras dispersas, los dos se acercaron cautelosamente a la entrada de la estructura. La oscuridad que emanaba del interior era densa y casi tangible, como si estuvieran a punto de cruzar un umbral hacia otro mundo.

—¿Estás listo? —preguntó Tanjiro, mirando a Iguro.

Iguro asintió sin decir una palabra. Sabía que más allá de esa entrada podría estar la clave para salvar a Mitsuri, y no podía permitir que el miedo lo detuviera.

Cruzaron el umbral y entraron en la estructura. El interior estaba completamente oscuro, salvo por una leve luz azulada que emanaba de las paredes. A medida que avanzaban, notaron que la estructura no era simplemente un edificio antiguo; parecía un templo destinado a canalizar algún tipo de energía oscura.

—Este lugar no es normal —dijo Tanjiro—. La energía aquí... es similar a la de Muzan, pero de alguna forma más... antigua.

Iguro frunció el ceño. Cada vez se hacía más evidente que el Proyecto Sombras estaba vinculado a fuerzas más allá de su comprensión.

De repente, la luz azulada comenzó a intensificarse, y una figura emergió de las sombras frente a ellos. Era una mujer de ojos vacíos y una sonrisa siniestra, vestida con ropas ceremoniales oscuras.

—Bienvenidos... al corazón de las Sombras —dijo la mujer, su voz resonando en las paredes—. Han venido a buscar algo, ¿verdad? Pero, ¿están dispuestos a pagar el precio?

Tanjiro levantó su katana, preparado para cualquier cosa—. No importa lo que cueste, no nos iremos sin Mitsuri.

La mujer sonrió aún más—. Mitsuri... ah, sí. La hermosa flor que ha sido atrapada en nuestras raíces. Pero sus vidas están atadas ahora a algo mucho más grande. ¿De verdad creen que podrán salvarla?

Iguro dio un paso adelante—. No me importa cuán grande sea tu poder. Si ella está aquí, la llevaré de vuelta, y nada me detendrá.

La mujer soltó una risa fría—. Muy bien. Entonces, vengan. Pero recuerden, aquellos que se adentran en las Sombras rara vez salen intactos.

Con un movimiento rápido, la mujer desapareció, y el suelo bajo ellos comenzó a temblar. Los muros de la estructura se cerraron, y el lugar se transformó en un laberinto de pasillos oscuros y cambiantes.

—Tenemos que mantenernos juntos —dijo Tanjiro, mirando a su alrededor—. Esto es una trampa.

Iguro asintió, pero no dejó que el miedo lo dominara. Sabía que, sin importar lo que enfrentaran, su único objetivo era salvar a Mitsuri.

A medida que avanzaban por los oscuros pasillos del laberinto, podían sentir cómo la energía maligna crecía a su alrededor. Los susurros en la oscuridad eran cada vez más fuertes, como si las sombras mismas estuvieran vivas y acechándolos.

—Estamos cerca —dijo Tanjiro, apretando su katana—. Siento que Mitsuri está cerca.

Justo cuando estaban a punto de llegar a una gran puerta de piedra al final del pasillo, las sombras se materializaron nuevamente, bloqueando su camino. Esta vez, eran más grandes y más agresivas.

—¡No podemos perder tiempo! —gritó Iguro, lanzándose hacia las sombras.

Tanjiro lo siguió, luchando con todo lo que tenía. Sabían que cada segundo contaba, y que, si no se daban prisa, Mitsuri podría quedar atrapada para siempre en las Sombras.

Cicatrices del Corazón: Amor en la Edad ModernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora