Capítulo 25: Revelaciones

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Los días transcurrían con una nueva normalidad para Tanjiro y Shinobu. Su relación se había fortalecido, y aunque los demás los apoyaban, había una sensación de algo no resuelto en el aire, especialmente entre Mitsuri y Iguro. Las emociones reprimidas entre ambos comenzaban a salir a la luz, y todo apuntaba a que pronto llegarían a un punto crítico.

Una tarde, después de clases, el grupo decidió reunirse en su habitual lugar en el patio. Zenitsu y Nezuko compartían una conversación animada mientras Inosuke intentaba, sin mucho éxito, atrapar a una ardilla que se paseaba cerca de los árboles.

—Un día lo atraparé... —gruñó Inosuke, frustrado.

Zenitsu simplemente lo ignoró, su atención completamente centrada en Nezuko, quien sonreía suavemente. Todo parecía en calma, pero no todos compartían la misma tranquilidad.

Mitsuri, sentada a cierta distancia, no podía evitar observar a Tanjiro y Shinobu. A pesar de su determinación de seguir adelante, una parte de ella seguía sintiendo el dolor de no haber podido confesarle a Tanjiro sus verdaderos sentimientos antes de que él y Shinobu se unieran.

De repente, Iguro apareció detrás de ella, su mirada seria pero suave.

Mitsuri, ¿podemos hablar? —le preguntó con voz baja, lo suficientemente seria como para captar su atención.

Mitsuri lo miró, un poco sorprendida, pero asintió. Los dos se alejaron un poco del grupo, caminando en silencio hasta llegar a un rincón más privado del patio.

Iguro respiró hondo, como si estuviera juntando todas sus fuerzas para decir lo que había guardado en su corazón por tanto tiempo.

—He estado pensando... —comenzó, con los ojos puestos en el suelo—. Desde hace tiempo, he querido decirte algo, pero nunca encontré el momento correcto.

Mitsuri lo miraba con curiosidad, aunque su corazón latía con fuerza. Sabía que lo que Iguro estaba a punto de decir sería importante, pero no estaba segura de si estaba preparada para escucharlo.

—Sé que has estado herida por lo que sucedió con Tanjiro —continuó Iguro, sus palabras llenas de empatía—, pero quiero que sepas que siempre he estado aquí para ti. Aunque no soy bueno expresando mis sentimientos... desde que te conocí, siempre he sentido algo por ti.

Mitsuri abrió los ojos con sorpresa, sintiendo cómo una ola de emociones la envolvía. Nunca había esperado que Iguro, tan callado y reservado, albergara sentimientos tan profundos por ella.

—Yo... no sabía que sentías eso, Iguro —murmuró, su voz suave y llena de asombro.

Iguro levantó la mirada y la sostuvo con firmeza. Había llegado el momento de ser completamente honesto, sin importar el resultado.

—Sé que quizás no me veas de la misma manera —admitió—, pero quería ser sincero contigo. No puedo seguir guardando esto para mí mismo. Siendo alguien que siempre ha admirado tu fuerza, tu bondad, y todo lo que eres, quiero que sepas que estaré aquí, sin importar lo que decidas.

Mitsuri no supo qué decir. Las palabras de Iguro habían llegado directo a su corazón, llenándola de una calidez que no había esperado. Se quedó en silencio por un momento, mirando el cielo que comenzaba a oscurecerse lentamente.

—No sé qué decir... —murmuró finalmente—. Es difícil procesar todo esto, pero te agradezco que me hayas sido sincero. No quiero que pienses que no te valoro, porque eres una de las personas más importantes en mi vida.

Iguro asintió, aunque una parte de él sintió un ligero dolor al no recibir una respuesta inmediata. Sin embargo, sabía que esto no sería fácil para Mitsuri, y estaba dispuesto a darle todo el tiempo que necesitara.

—No te preocupes —dijo con una ligera sonrisa—. No espero una respuesta ahora. Solo quería que lo supieras.

Ambos se quedaron en silencio, contemplando el momento. Mitsuri sentía que algo dentro de ella había cambiado. La confesión de Iguro había tocado partes de su corazón que ella ni siquiera sabía que existían.

Mientras tanto, el grupo en el patio continuaba disfrutando de la tarde, ajenos a la intensa conversación que estaba teniendo lugar cerca de ellos. Tanjiro y Shinobu se miraron desde lejos, sintiendo que algo estaba ocurriendo entre Iguro y Mitsuri.

—¿Crees que estarán bien? —preguntó Tanjiro, siempre preocupado por los demás.

Shinobu lo miró, confiada.

—Les tomará tiempo, pero creo que finalmente están dando los pasos que necesitan. Al final, todos merecemos ser felices, ¿no crees?

Tanjiro asintió, tomando la mano de Shinobu. Juntos, se quedaron observando a sus amigos, sabiendo que, aunque cada uno enfrentaba sus propios desafíos, al final, todos encontrarían su propio camino hacia la felicidad.

Cicatrices del Corazón: Amor en la Edad ModernaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora