Una semana después de su llegada a Londres, ya se había adaptado perfectamente a la central. Su carácter inquebrantable y su reticencia para socializar generaban un aire impenetrable a su alrededor, y como siempre, él se mantenía distante, frío y completamente absorbido en su propio mundo.
La teniente James había intentado acercarse en repetidas ocasiones, ansiosa por hablar con el nuevo general, pero él la rechazaba sin siquiera mirarla, su rostro imperturbable y su tono seco dejaban claro que no había lugar para charlas innecesarias. Cada intento era como golpear una pared de concreto.
Los capitanes y tenientes se encontraban en una constante carrera contra la insatisfacción del general Galanis. Su perfeccionismo, su frialdad al dar órdenes y su carencia absoluta de elogios o agradecimientos frustraban a todo el personal. No era alguien con quien pudieran dialogar ni recibir consejo. Ares solo hablaba para exigir.
Mientras tanto, Morgan observaba a Ares desde lejos con una mezcla de desdén e irritación, deseando que el nuevo general regresara cuanto antes a Grecia. El coronel no soportaba la indiferencia de Galanis, ni la forma en que se movía por la central como si todo el mundo le debiera algo.
Entre sus deberes oficiales, Ares aprovechaba cada momento para reunir información sobre los movimientos de la FEMF, en especial, cualquier pista que sugiriera que estaban cerca de capturar al infame Dragón... es decir, a él mismo. Sin embargo, lo que había descubierto lo tenía tranquilo: la central londinense no tenía ninguna pista real sobre el mayor criminal del mundo. Ni siquiera podían imaginar que su objetivo estaba caminando a su lado cada día, observando desde las sombras, a solo unos pasos de ellos.
Ares, encendiendo un cigarro en su oficina mientras revisaba los informes confidenciales, pensó para sí mismo, con esa oscura satisfacción que siempre lo caracterizaba:
"Que sigan buscando... en el lugar equivocado."
El general Galanis salió al patio de la central, cruzando sus brazos mientras observaba a los soldados y tenientes entrenando. Su presencia causaba un silencio tenso, y nadie se atrevía a relajarse bajo su mirada. Sin perder tiempo, ordenó que comenzaran a pelear entre ellos, directo y sin rodeos.
-Que cada uno muestre su fuerza. No quiero que se detengan, así que den todo lo que tienen.
El primero en enfrentar la orden fue el capitán Lewis, quien se posicionó frente al capitán Parker. Ambos intercambiaron miradas desafiantes antes de lanzarse uno contra el otro. Parker era más ágil, esquivando los golpes de Lewis con destreza. Finalmente, después de una serie de movimientos rápidos, Parker lanzó un golpe directo que impactó en el estómago, tumbándolo. Parker levantó la cabeza victorioso, pero en lugar de recibir un cumplido, escuchó la voz fría de Ares.
-Te mueves bien, Parker, pero te falta precisión. Si fueras un segundo más lento, estarías en el suelo, no él.
El capitán solo asintió, disimulando su frustración. Sabía que esperar una felicitación de Galanis era tan útil como esperar que el fuego fuera frío.
A continuación, se enfrentaron el capitán Linguini y el capitán Miller. Linguini mostró una técnica firme y calculada; cada golpe que lanzaba era meticuloso, sus pies bien plantados. Miller, aunque fuerte, carecía de la disciplina de su oponente. Tras un intercambio de golpes, Linguini encontró un hueco y atacó con un golpe directo al costado de Simón, quien cayó. Patrick se enderezó, sin emoción en su rostro, y miró hacia Ares.
-Demasiado rígido, Linguini. La técnica no lo es todo si no puedes adaptarte. Menos cálculo, más reacción.
Finalmente, la teniente James y la teniente Klein se enfrentaron. James tenía la agilidad y una velocidad sorprendente, mientras que Klein contaba con una fuerza brutal. Aun así, James consiguió derribar a Klein con una maniobra rápida, rodando en el suelo y sacándola de balance. Klein cayó al suelo, y Rachel permaneció en pie, apenas agitada. Ares la miró, sin el más mínimo rastro de aprobación.

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El dragón
Fanfiction"Ares Galanis, el enigmático líder de Los Dragones, se sentaba en su trono , sus ojos azules brillantes dominando la habitación con una autoridad implacable. Su cabello negro y despeinado caía sobre su frente, y su sonrisa era una mueca de desdén qu...