capitulo 37

381 49 2
                                        

Descendió del avión en Grecia, sus ojos recorrieron el pequeño batallón de soldados que lo recibía en perfecta formación. Al frente, el general León y Rodríguez lo esperaban con semblantes serios, ambos firmes y en atención.

-Bienvenido de vuelta, coronel -saludó el general con voz ronca, mientras Ares encendía un cigarro y exhalaba con lentitud.

-Es bueno ver a la vieja guardia. - les lanzó una sonrisa ladeada y dio una calada profunda-. Vamos a tu oficina, León. Tenemos que hablar.

Al llegar a la oficina del general, Rodríguez cerró la puerta tras ellos, asegurándose de que nadie los interrumpiera. León se sentó detrás de su escritorio, observando a Ares mientras este se acomodaba en una silla frente a él, con las piernas estiradas y una calma inquietante en su rostro.

-Ares, tenemos novedades que necesitas escuchar -comenzó el general León-. El ministro Morgan ha estado moviendo sus piezas, rastreando cada uno de tus pasos en Zolmonia y Afganistán.

Ares soltó una carcajada, una risa baja y despectiva, mientras dejaba caer el cigarro en el cenicero.

-¿Morgan, dices? Eso ya lo sé, general. Sé perfectamente que le molesta que haya salido de esas misiones más fuerte, con más poder. Afganistán y Zolmonia fueron perfectos para mí. -hizo una pausa, observando cómo León y Rodríguez intercambiaban una mirada.

-Pero hay algo más -continuó León-. ¿Recuerdas cuando te envié a la guerra con solo 12 años? Fue Morgan quien dio la orden, sabiendo que te enfrentabas a la muerte casi segura. La intención siempre fue sacarte de la FEMF antes de que te convirtieras en una amenaza real para ellos.

-Vaya, vaya, vaya... -sonrió con una chispa oscura en los ojos-. Morgan siempre ha tenido esa pequeña obsesión conmigo, ¿verdad? No pueden soportar que tenga más medallas, más hombres leales y, sobre todo, mucho más dinero que ellos.

-No solo eso, Ares. -intervino Rodríguez, mirándolo fijamente-. Alex está decidido a sacarte del camino de su hijo, a cualquier costo.

Ares apoyó ambos codos sobre el escritorio, inclinado hacia adelante, y su tono se tornó frío y calculador.

-¿Sacarme? Ni en sus mejores sueños. -sus ojos azules centellearon-. Simples hombres no pueden contra mí. No tienen la visión, ni la fuerza, ni el control que yo poseo. Y mucho menos el estómago para hacer lo que yo soy capaz de hacer.

El general asintió lentamente, comprendiendo que Ares ya tenía en mente sus próximos movimientos. Sabía que nada podía intimidarlo, y menos los Morgan.

-Lo importante ahora es que no bajes la guardia, coronel -dijo el general-. Morgan es capaz de cualquier cosa para evitar que tú sigas ascendiendo.

Ares soltó una última bocanada de humo y se levantó de la silla.

-Que lo intente. Eso lo hace interesante. Pero que no se equivoquen... si se atreven a enfrentarme, los Morgan solo habrán firmado su sentencia.

La ceremonia se desarrollaba con una solemnidad marcada en cada detalle. Bajo el sol brillante y con las banderas ondeando detrás del podio, Ares observaba la gran multitud de soldados, tenientes, capitanes y oficiales de alto rango que estaban presentes. Todos en filas impecables, atentos a cada palabra de los oradores, y esperando el momento culminante de la ceremonia.

Finalmente, el general León se acercó al podio y, con una voz potente, anunció el ascenso de Ares.

-Hoy, tenemos el honor de otorgar una medalla de valor y mérito extraordinario a un soldado cuya tenacidad y compromiso con su nación son insuperables -declaró el general-. Ares ha demostrado, en el campo de batalla y fuera de él, la grandeza de quien ha sido forjado en las más duras circunstancias. Por ello, es un honor ascenderlo al rango de general.

El dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora