Habían pasado apenas unos días desde la final del torneo. Cedric Diggory estaba muerto y Voldemort había regresado. El ambiente en Hogwarts era terriblemente oscuro, triste, e incluso terrorífico. Sabíamos que todos estábamos en peligro pues el señor tenebroso estaba de vuelta, ya sabía dónde estaba Harry, y ya sabíamos que se aprovecharía de ello. Las caras de los estudiantes en el gran comedor no eran precisamente las mejores.
No había vuelto a hablar con Draco desde entonces. Ni siquiera podía verlo, a decir verdad. Él tampoco intentó buscarme, por lo que supongo que debe haber entendido el peso de sus acciones. Personalmente, no paré de echarme la culpa y buscar momentos clave donde debí notar que algo estaba mal. Cuando me pidió que no fuera a la última prueba tal vez, o cuando lo invité al baile y noté que tenía una expresión triste, o incluso todos sus estúpidos gestos que no tenían más que mentiras detrás, como darme su túnica de quidditch mientras llovía. Sin embargo, aún así había cosas que no me cerraban, como todo lo que me dijo luego de la fiesta en la sala común; además, me rehusaba a creer que todo había sido una mentira, quiero decir, el brillo en los ojos no se puede fingir. Tampoco la risa. Ni las reacciones del cuerpo. Nada de eso se podía fingir, o eso creía yo.
– Ángeles...
– ¿Theo?
Me había refugiado mucho en mi amistad con Theodore. Fue la única persona a la que me atreví a contarle todo lo que había pasado, con lujo de detalles. No lo había tomado bien en lo absoluto, de hecho, si no lo hubiera detenido, creo que hubiera lastimado a Draco. Se lo merecía, igualmente, pero yo no quería que pasara... Aún haría cualquier cosa para que él esté bien, aunque él no lo sepa nunca.
– El profesor Moody me mandó a llamarte. Necesita información sobre lo ocurrido, ya sabes, él antes se encargaba de los mortífagos... Tal vez pueda ayudarte – sonrió con un dejo de esperanza – no tienes que pasar por esto sola, ¿sí? Yo estaré a tu lado.
Mientras Theo me decía esto, tomó mis manos y miró directo en mis ojos. Se veía triste, pero sus ojos me transmitían esperanza, una esperanza que ya había perdido. Siempre sentí la calidez de su mirada, sabía que el cariño que él me tenía era genuino.
– Theo... Te agradezco, pero no creo que haya una solución para mí ahora... En fin, iré en seguida.
Theo asintió, apretando mis manos, en un intento de darme fuerzas. Se lo agradecí con la mirada y me encaminé a la oficina del profesor. Sinceramente, la idea de que me descubra me generaba pánico. ¿Cómo podría explicarle que fui engañada para que eso ocurra? ¿Cómo podría decirle a alguien lo que pasó, sin que eso tenga consecuencias para Draco?
¿Por qué me sigo preocupando por él?
Porque soy estúpida.
¿Por qué soy estúpida?
Porque estoy enamorada. Y Draco seguía siendo mi punto débil.
Golpeé antes de entrar y la puerta se abrió sola. Al entrar, Harry ya estaba ahí. Era el único testigo, además de mí, de todo lo que había ocurrido. Esperaba que no me delatara, pero no creo que lo haga. Ya lo habría hecho anteriormente, ¿no es así?
– Bienvenida, angelita, te estábamos esperando.
Angelita...
– Lamento si me demoré, es que Theodore me avisó hace muy poco... En fin. Dígame en qué lo ayudo, profesor.
– Necesito que ambos me digan qué ocurrió esa noche.
– Alguien hechizó la copa y la convirtió en un traslador – dijo Harry, sin dudar.
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𝐔𝐧 𝐦𝐢𝐥𝐥ó𝐧 𝐝𝐞 𝐫𝐚𝐳𝐨𝐧𝐞𝐬 [Draco×OC]
Fanfiction- ¿Aún después de lo que te hice? - Sí, Draco... Aún después de lo que me hiciste. ~ Cuando Ángeles Rasmüssen llega a Hogwarts desde Castelobruxo, nunca imaginó que su vida daría un giro tan drástico. Como heredera de un clan temido, siempre le advi...