En un mundo de sombras y secretos, Seungmin, un ladrón huérfano con un pasado turbulento, y Christopher Bahng, el despiadado líder de la mafia más poderosa de Corea, están destinados a enfrentarse. Seungmin y sus amigos planean el golpe perfecto: ro...
La oscuridad era total. Seungmin sentía el dolor como un peso constante, cada respiración enviaba una punzada de fuego por sus costillas. Apenas podía mantener los ojos abiertos, pero algo lo mantenía aferrado a la conciencia: la sensación de que esto solo era el principio.
-Vas a hablar, tarde o temprano. -La voz de Soobin sonaba distante, casi casual, como si estuviera discutiendo el clima y no su vida. Seungmin forzó una mirada, encontrándose con sus ojos fríos, inmutables.
Soobin se agachó junto a él, sus dedos rozando las heridas abiertas en el brazo de Seungmin con una crueldad delicada. -No es personal, ¿sabes? Solo negocios. Tu sufrimiento es parte del juego. Y como rehén... -Soobin sonrió ligeramente-, tienes mucho valor para mí.
Seungmin apretó los dientes, resistiendo la tentación de gritar. Sabía que no debía ceder, que no podía delatar a Christopher ni a sus amigos. Pero cada segundo en esa sala, cada golpe que recibía, hacía que esa resolución se tambaleara un poco más.
Soobin se levantó, chasqueando los dedos. Uno de sus hombres se acercó, sosteniendo un cuchillo. La hoja brillaba bajo la luz tenue, y Seungmin tragó saliva, preparándose para lo que venía. -Esto será rápido, pero lo sentirás. Tal vez te ayude a pensar más rápido también -dijo Soobin con una frialdad escalofriante.
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Christopher tenía un dolor punzante en la cabeza y el cuerpo. El choque lo había dejado desorientado, pero no lo suficientemente como para olvidar lo que estaba en juego. Seungmin estaba en manos de la mafia Choi, y cada segundo que perdía era uno en el que el peligro aumentaba.
-Chris, no puedes seguir así -la voz de Hyunjin lo sacó de sus pensamientos. Estaba sentado frente a él, con los brazos cruzados, mientras Minha hangbin discutían en voz baja en la esquina de la habitación.
-Tienes que ir a la mansión y reagruparte -añadió Changbin, más directo, como siempre. Si no lo hacemos con la cabeza fría, no solo perderemos a Seungmin, sino que todo se vendrá abajo.
Christopher asintió, aún temblando de la frustración y el miedo que sentía por Seungmin. Sabía que sus amigos tenían razón, pero la idea de alejarse aunque fuera por un momento lo carcomía por dentro.
-Vamos a sacarlo de ahí, Chris. Pero no puedes hacer esto solo -dijo Minho, dándole una palmada en el hombro-. Vamos a la mansión, trazamos un plan, y después vamos por ellos.
Christopher, con la mandíbula apretada, finalmente cedió. Sabía que no podía permitirse más errores.
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