XII. Atractivo

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El sonido del piano llenaba la habitación, cada nota vibrando en el aire de manera perfecta y armoniosa. Max tocaba con una destreza impresionante, sus dedos moviéndose con gracia sobre las teclas, creando una melodía tan cautivadora que me quedé embobado escuchándolo. No podía apartar la mirada de él, concentrado, tan metido en la música que parecía que el mundo alrededor simplemente no existía.

Cuando terminó de tocar, el último acorde resonó suavemente antes de desvanecerse, dejando un silencio en la sala que parecía casi sagrado.

—¿Te gustó, Pecas?—, preguntó Max, mientras sus manos buscaban las partituras de Braille que tenía cerca. Había una pequeña sonrisa en su rostro, y por un momento me quedé mirándolo, asombrado no solo por su habilidad, sino por cómo podía transmitir tanto a través de la música.

—Estuvo increíble, Maxie—, exclamé con entusiasmo mientras me deslizaba hasta sentarme a su lado en el banquillo del piano. —Eres todo un profesional—, añadí antes de darle un beso rápido en la mejilla.

Max sonrió suavemente y con un gesto sencillo tomó las partituras. —Ya sabes, si algún día te casas, ahí estaré yo—, dijo, su tono casual pero con esa calidez que siempre me hacía sentir cómodo.

—Por supuesto que estarás ahí—, respondí sin dudarlo, entrelazando nuestros brazos. —Estarás a mi lado—, afirmé con firmeza, como si fuera la cosa más obvia del mundo. La idea de que Max no estuviera presente en un día tan importante ni siquiera cruzaba por mi mente.

Max inclinó su cabeza un poco hacia mí, devolviendo el gesto de cercanía. —Eso me encantaría, Pecas—, dijo con suavidad. Sentí cómo mis propios pensamientos comenzaban a volar, perdiéndome en la fantasía que tantas veces había soñado.

—El día de mi boda habrá muchos invitados—, comencé a decir, dejando que mi voz tomara un tono soñador. —Será en la playa, todos irán vestidos acorde. Habrá un camino de pétalos hacia el altar... y el altar será un arco lleno de flores—, narré, dibujando el cuadro en mi mente mientras apoyaba mi cabeza en su hombro.

—De seguro será genial—, suspiro, mientras yo seguía imaginando cada detalle de aquel día perfecto. Podía ver las olas del mar de fondo, sentir la brisa suave acariciando mi rostro mientras caminaba hacia el altar, Max a mi lado, sonriendo de esa manera que solo él sabía. La idea me llenaba de una emoción tranquila, de esas que te hacen sentir que todo estará bien.

Max solo sonrió, dejándome perderme en mi fantasía, y yo cerré los ojos, disfrutando de la sensación de estar tan cerca de él, en ese momento perfecto que parecía fuera del tiempo.

Después de que Max terminó de practicar en el piano, ambos subimos las escaleras con cuidado hacia su habitación. A pesar de conocer la casa de memoria, siempre se movía con precaución, y yo me aseguraba de estar cerca por si necesitaba ayuda. El sonido de nuestros pasos resonaba suavemente en el pasillo mientras ascendíamos, el ambiente tranquilo como si el mundo exterior quedara atrás.

Una vez llegamos, Max se recostó en su cama con un suspiro de alivio. Lo observé acomodarse entre las sábanas, mientras me acercaba a su estantería para examinar sus libros. Siempre tenía cosas interesantes que leer, pero uno en particular capturó mi atención. No era el libro en sí, sino la nota que llevaba pegada en la cubierta. Un pequeño corazón dibujado al final de lo que parecía ser un mensaje en braille me hizo fruncir el ceño con curiosidad.

—¿Qué dice aquí, Maxie?—, pregunté, pasándole el papel mientras señalaba el corazón.

Max se sonrojó ligeramente, lo que me hizo saber que algo escondía. —"Léelo, es un muy buen libro"—, dijo con una sonrisa, pero sus mejillas rosadas delataban que no estaba siendo del todo honesto.

¡Hey Pecas! || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora