XLII. Posibilidad

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Estaba sentado en el consultorio del médico, sintiéndome más nervioso de lo habitual. Últimamente, mi cuerpo no se sentía bien. Los mareos, los vómitos y ese extraño descontrol hormonal me habían llevado hasta aquí. Había intentado ignorar las señales al principio, pensando que solo eran efectos secundarios de los supresores o el estrés de la universidad. Pero cuando los síntomas no desaparecieron, Max insistió en que debía hacerme un chequeo.

El doctor, un hombre de mediana edad con gafas delgadas y una expresión tranquila, revisaba mis resultados mientras yo me removía incómodo en la silla. Cada vez que se inclinaba hacia el escritorio para tomar notas, sentía una pequeña oleada de ansiedad recorrerme. Max no había podido acompañarme hoy, tenía una reunión importante, pero había prometido que estaríamos en contacto por mensaje todo el tiempo.

—Entonces, Sergio —empezó el doctor mientras miraba mi historial—, veo que últimamente has estado experimentando algunos síntomas... mareos, náuseas, descontrol hormonal, ¿correcto?

Asentí, tratando de no sonar demasiado preocupado. —Sí, exactamente. También he tenido dolores de cabeza fuertes y a veces me siento... no sé, como si mi cuerpo estuviera fuera de control.

El doctor frunció el ceño, sin apartar los ojos de los papeles. —¿Y estos síntomas han ido en aumento?

—Sí, un poco —respondí. —Al principio no eran tan malos, pero estos últimos días... bueno, a veces no puedo ni levantarme sin sentirme mareado.

El doctor se quedó en silencio por un momento, tamborileando con los dedos sobre el escritorio. Luego, tomó su estetoscopio y se levantó para acercarse a mí.

—Voy a hacerte un examen rápido, ¿te parece? Solo para asegurarme de que todo esté en orden.

Asentí, aliviado de que por fin empezara a hacer algo. Me subí a la camilla mientras él revisaba mis signos vitales, tomando mi pulso y presionando suavemente sobre mi abdomen. Todo parecía normal hasta que noté una pequeña arruga de preocupación en su frente.

—Dime, Sergio —dijo, sin mirarme directamente mientras seguía con el examen—, ¿cuándo fue la última vez que tuviste un ciclo de celo completo? Quiero decir, sin supresores o anticonceptivos.

Lo miré, un poco confundido por la pregunta. —Nunca he tenido un celo completo. He estado tomando los supresores regularmente al igual que los anticonceptivos. ¿Por qué?

El doctor asintió lentamente, pero no dijo nada de inmediato. En su rostro, noté una sombra de duda. Continuó examinándome en silencio, presionando diferentes puntos en mi estómago con más cuidado.

—¿Has notado algún cambio en tu apetito recientemente? —preguntó después de un rato.

Me tomé un momento para pensarlo. —Sí, un poco. A veces me da hambre de repente, pero otras veces no puedo comer nada. Es como si mi cuerpo estuviera... raro.

El doctor hizo una pequeña pausa antes de continuar con la siguiente pregunta, su voz un poco más baja esta vez. —Y en cuanto a tu peso... ¿has notado alguna fluctuación?

Fruncí el ceño, pensando en los últimos meses. —Bueno, sí, he perdido algo de peso, pero también me he sentido hinchado algunas veces. Aunque no le he dado mucha importancia.

El doctor dejó el estetoscopio a un lado y se sentó frente a mí de nuevo, entrelazando sus manos sobre la mesa. Me observó con una mirada que me hizo sentir como si estuviera tratando de atar cabos en su mente.

—Sergio —dijo lentamente—, por lo que me has descrito, me gustaría hacer algunas pruebas más específicas. Es probable que lo que estás experimentando sea un desequilibrio hormonal, pero quiero descartar otras posibilidades.

¡Hey Pecas! || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora