XXIX. Dicelo

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El sol apenas comenzaba a iluminar el cielo cuando me senté frente a la computadora, revisando por última vez las solicitudes que había preparado para las distintas universidades que había seleccionado. En teoría, debía sentirme emocionado, incluso orgulloso. Había pasado semanas investigando, comparando programas y asegurándome de que cada una de esas universidades fuera un lugar en el que me sentiría cómodo y pudiera crecer académicamente. Pero en ese momento, mientras mi dedo temblaba sobre el botón de "Enviar", no sentía ninguna emoción positiva. Solo una tristeza profunda que me apretaba el pecho.

Después de enviar las solicitudes, me quedé mirando la pantalla, sintiendo cómo el peso de la realidad caía sobre mí. Mi mente no estaba enfocada en el futuro ni en las oportunidades que las universidades podrían ofrecerme. No, en lugar de eso, una parte de mí estaba atormentada pensando en lo que Max estaría haciendo en algún rincón de la ciudad en ese preciso instante. Probablemente estaría junto a Kelly, pasando por su primer celo, algo que ambos habían decidido juntos.

Imaginarlos juntos, tan cercanos, compartiendo algo tan íntimo, me hacía sentir como si el aire en mis pulmones se extinguiera poco a poco. No podía evitar pensar en que, tal vez, después de todo esto, Max decidiría marcarla. La idea de que Kelly se convirtiera en su omega, en la persona destinada a estar a su lado para siempre, me causaba un dolor indescriptible, uno que ni siquiera entendía completamente.

-Mi cachorro, ¿estás bien?- La voz de mi mamá me sacó de mis pensamientos, y cuando levanté la vista, ahí estaba ella, de pie en la puerta, mirándome con esa mezcla de preocupación y ternura que solo una madre puede tener.

No necesitaba decirle nada, no necesitaba explicarle lo que estaba sintiendo. Mi mamá siempre había tenido ese don de saber exactamente lo que me pasaba, sin que yo tuviera que pronunciar una palabra. Solo se acercó y me rodeó con sus brazos, envolviéndome en ese abrazo cálido y reconfortante que hacía que todo se sintiera un poco mejor, aunque solo fuera por un momento.

-Hoy es un día importante, ¿no?- comentó suavemente, acariciando mi cabello.

Asentí en silencio, incapaz de articular mis pensamientos sin que la tristeza se hiciera evidente. Claro que era un día importante; había enviado mis solicitudes universitarias, había dado un paso hacia mi futuro. Pero todo eso se sentía insignificante comparado con lo que estaba ocurriendo en el presente, lo que Max y Kelly estaban compartiendo.

Mi mamá no insistió más. No me hizo preguntas, no me obligó a hablar. En lugar de eso, pasó el resto del día consintiéndome, como si supiera que eso era lo único que necesitaba. Cocinó mis platillos favoritos, me dejó descansar en el sofá mientras veíamos películas y hasta me permitió ignorar cualquier responsabilidad que hubiera tenido para ese día. Fue un día de tregua, un día en el que me permitió ser vulnerable sin juzgarme ni pedirme explicaciones.

Al final del día, cuando me retiré a mi habitación, una pequeña parte de mí se sentía mejor. Había pasado el día con mi mamá, había recibido su cariño y eso siempre lograba levantarme un poco el ánimo. Sin embargo, cuando la casa estuvo completamente en silencio, cuando no había nadie más que yo en mi habitación, los pensamientos volvieron a inundar mi mente.

Me dejé caer en la cama y cerré los ojos, esperando que el cansancio me venciera, pero en lugar de eso, los pensamientos sobre Max y Kelly comenzaron a intensificarse. La idea de que, en ese mismo momento, Max podría estar tan cerca de ella, tan conectado, me hizo sentir un nudo en la garganta. Imaginé a Max decidiendo marcarla, comprometiéndose a ella para siempre, y una lágrima resbaló por mi mejilla antes de que pudiera detenerla.

No pude evitarlo. Sabía que no debería sentirme así, que Max tenía derecho a ser feliz, a tomar sus propias decisiones. Pero me dolía. Me dolía porque, en el fondo, quería ser yo quien estuviera a su lado. Quería ser yo quien compartiera esos momentos con él, quien estuviera ahí para siempre. Y ahora, todo lo que me quedaba era esa sensación de pérdida, de haber descubierto mis sentimientos demasiado tarde.

¡Hey Pecas! || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora