XXXVIII. Marca

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Nos encontrábamos en la cabaña de Lance, rodeados por el silencio del bosque que nos envolvía con su tranquilidad. El frío aire del atardecer golpeaba suavemente las ventanas, pero dentro, bajo las mantas, solo había calor. Max y yo habíamos decidido pasar nuestro último celo antes de entrar a la universidad en este lugar, un espacio aislado y acogedor, lejos de las distracciones del mundo exterior. Lo habíamos planeado con semanas de anticipación, pidiéndole a Lance que nos prestara su cabaña, y él, sin pensarlo dos veces, nos la cedió encantado.

Ahora, mientras nos acurrucábamos en la cama, sintiendo el calor de nuestros cuerpos entrelazados, me sentía en completa paz. Max, que estaba aún dentro de mí, hacía pequeños círculos en mi espalda, su tacto suave y reconfortante, mientras esperábamos que el nudo que nos unía se deshiciera lentamente.

—No me quiero ir nunca —susurré, apretándome más contra él, buscando refugio en su calor, en su aroma familiar que siempre lograba calmarme.

—Yo tampoco, pecas —respondió Max, su voz profunda y suave, llena de una calma que parecía reflejar todo lo que estábamos sintiendo. Sus manos no dejaban de moverse en círculos lentos, acariciando mi piel con una delicadeza que solo él tenía, como si cada toque fuera una promesa silenciosa de que siempre estaría ahí para mí.

El resto del día lo pasamos así, entre caricias, besos, y una sensación de calma que parecía extenderse con cada minuto que pasaba. La cabaña, pequeña y acogedora, era el lugar perfecto para nosotros. No había ruidos, ni obligaciones, ni más personas que interrumpieran nuestro tiempo juntos. Era solo Max y yo, disfrutando de los últimos momentos antes de que nuestras vidas cambiaran con la universidad.

A lo largo de esos días, entre el éxtasis del celo y los momentos de tranquilidad que lo seguían, empezamos a hablar de nuestro futuro. Mientras estábamos tumbados en la cama, mirando el techo de madera y escuchando el crepitar suave del fuego en la chimenea, la conversación fluyó hacia lo que deseábamos para los próximos años.

—¿Te imaginas cómo sería tener una gran familia? —pregunté en voz baja, girando ligeramente para poder ver su rostro. Max tenía los ojos cerrados, pero una pequeña sonrisa curvaba sus labios.

—Sí, lo he pensado —respondió con la misma suavidad—. Sería increíble. Me imagino una casa grande, con mucho espacio para correr, para que los niños puedan jugar. Y por supuesto, tú cocinando esos platillos que siempre me hacen volverme loco —rió levemente.

—Oh, claro —me reí, rodando los ojos—. ¿Y tú? ¿Qué estarías haciendo? ¿Tocando el piano mientras los niños corren alrededor?

—Exactamente —asintió, su expresión juguetona. Pero luego, su rostro se suavizó, y volvió a hacer esos pequeños círculos en mi espalda—. Pero, más allá de eso, solo quiero que estemos juntos. No importa si es una gran familia o si somos solo nosotros dos. Lo que más quiero es que siempre estemos así, apoyándonos, dedicándonos a lo que amamos, pero sobre todo, estando juntos.

Sus palabras tocaron una fibra sensible en mí. En ese momento, supe que no importaba lo que sucediera en el futuro, mientras estuviera con él, todo estaría bien. Max siempre había sido mi ancla, mi refugio, y pensar en un futuro sin él no era una opción que pudiera siquiera considerar.

—Quiero lo mismo, Maxie —murmuré, acercándome más a él, apoyando mi frente en su pecho. Su corazón latía en un ritmo constante, calmado, y el sonido me relajaba de una manera indescriptible—. No importa lo que pase, siempre estaré contigo. Y si tenemos una gran familia, sé que serás el mejor papá del mundo —agregué con una sonrisa.

Max se rió suavemente, su pecho vibrando bajo mi mejilla.

—¿Y tú? Tú serías el papá divertido. El que siempre los hará reír, el que los llevará a aventuras locas mientras yo intento que todos se queden quietos —dijo riendo y no puedo evitar reir más fuerte ante la imagen.

¡Hey Pecas! || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora