III. Distracciones

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Estábamos sentados en nuestras bancas, una hilera de alumnos desparramados en el aula mientras la maestra hablaba sobre el tema de la naturaleza de los alfas, omegas y betas. La pizarra estaba cubierta con diagramas sencillos, palabras como “dominancia”, “jerarquía” y “química” garabateadas en tiza blanca. Aunque el tema sonaba importante, no podía evitar sentir que mis pensamientos estaban en cualquier otro lado. La verdad, me costaba concentrarme.

De vez en cuando, miraba a Max. Él estaba sentado en su lugar, justo a mi lado, con su habitual expresión serena y su postura erguida. Aunque no podía ver a la maestra ni los diagramas en la pizarra, se notaba que estaba prestando atención. Max siempre tenía esa capacidad de enfocarse en lo que realmente importaba, como si no necesitara todos los estímulos visuales para entender la esencia de las cosas. Era admirable y, al mismo tiempo, me hacía sentir un poco culpable por no prestar más atención.

La maestra seguía hablando, su voz monótona llenando el aula:

—La naturaleza de los alfas, omegas y betas se define no solo por sus roles biológicos, sino también por las relaciones sociales que construyen entre ellos. Los alfas, por ejemplo, tienden a ser protectores, con un instinto natural hacia el liderazgo...

Mis ojos se desviaron hacia la ventana, donde el sol comenzaba a caer lentamente, bañando el salón con una cálida luz anaranjada. Podía escuchar a los pájaros afuera, mucho más interesante que el monótono ritmo de la lección. A lo lejos, vi un par de alumnos jugando en el patio, moviéndose como sombras detrás del cristal. Me pregunté si la campana sonaría pronto.

A mi alrededor, la mayoría de mis amigos estaban en su propio mundo. Sebastian estaba dibujando algo en la esquina de su cuaderno, trazos rápidos y descuidados que probablemente no tenían nada que ver con la clase. Lance, sentado dos filas adelante, parecía medio dormido, apoyando la cabeza en su mano y tamborileando los dedos en el escritorio. Lewis estaba entretenido escribiendo notas en el margen de su cuaderno, probablemente sobre algún plan para después de clases. Nadie realmente estaba prestando atención, excepto Max.

—...y los omegas, a menudo, poseen una sensibilidad emocional más aguda, lo que les permite formar lazos profundos tanto con alfas como con betas. Sin embargo, estos lazos no siempre están predeterminados por la biología; es importante recordar que...

Max, aunque no podía ver la pizarra, inclinó la cabeza ligeramente hacia la maestra, con los labios apretados en una ligera línea de concentración. Sabía que estaba asimilando cada palabra, procesándola a su manera, con esa calma que lo caracterizaba. Me incliné hacia él, susurrando con una sonrisa:

—¿De verdad te interesa todo esto?

Él sonrió sin apartar su atención de la maestra. —Es importante, Pecas. Todo tiene un propósito.

Suspiré y volví a mirar la ventana. Max siempre encontraba un significado más profundo en las cosas. Mientras tanto, yo seguía pensando en lo que haríamos después de la escuela, tal vez iríamos a comprar algún snack o simplemente pasaríamos el rato en el parque. Mis pensamientos flotaban entre lo que sucedía en la clase y lo que estaba por venir.

—...y por último, los betas, que representan la mayor parte de la población, son conocidos por su capacidad de adaptación. Aunque no poseen los instintos de los alfas o la sensibilidad de los omegas, su flexibilidad les permite desempeñar roles cruciales en nuestras sociedades...

La voz de la maestra sonaba cada vez más distante en mi mente. No pude evitar notar cómo Fernando, sentado un par de filas más atrás, sacaba discretamente su teléfono, probablemente revisando algún mensaje o tal vez jugando a algún juego. Estaba claro que no era el único cuya mente estaba vagando. La mayoría de la clase estaba desconectada, pero la maestra, imperturbable, continuaba con su lección.

¡Hey Pecas! || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora