La casa era un completo caos. Desde el momento en que desperté, todo había sido una carrera contra el tiempo, y ahora, mientras alistaba la mesa, el bullicio a mi alrededor no hacía más que aumentar. Mi familia de México llegaría en cualquier momento, y cada vez que ellos venían, significaba fiesta, risas y, sobre todo, mucho ruido. Pero no podía negar lo emocionado que estaba, después de todo, era una oportunidad para reconectar con todos, algo que no pasaba tan seguido.Coloqué los platos con cuidado, tratando de no perder el ritmo mientras escuchaba el jaleo que venía de la cocina. Mi mamá estaba preparando tacos, y podía oler la carne cocinándose lentamente, mezclándose con el aroma del guacamole, las salsas y las tortillas calentándose sobre el comal. Cada vez que mi familia venía, ella se esmeraba por hacer lo mejor de la comida, siempre asegurándose de que nadie se fuera con hambre.
—¡Checo, acomoda esos vasos bien, que ya casi llegan! —gritó mi mamá desde la cocina, su tono de voz emocionado y apresurado al mismo tiempo.
—¡Ya está mamá, tranquila! —le respondí, aunque me apuré a hacerlo con más precisión.
Mi papá, por su parte, ya había salido a buscar alcohol. Lo escuché decir más temprano que esta vez llevaría lo mejor, algo que asegurara que la noche estuviera llena de brindis y buen humor. Conociéndolo, seguro iba a regresar con más botellas de las necesarias.
Mientras seguía ajustando los cubiertos y asegurándome de que todo estuviera en orden, escuché pasos apresurados por el pasillo. Mi hermana Paola estaba supervisando el resto de la casa junto a su alfa. Su misión era que todo estuviera perfecto. Al ser la más organizada, se encargaba de los detalles, asegurándose de que no quedara ni una mota de polvo en los muebles, y que cada rincón de la casa luciera impecable.
—¡Checo, no olvides poner las servilletas! —me recordó Paola al pasar junto a mí, con una lista en mano.
—¡Ya voy, ya voy! —respondí con una sonrisa.
Afuera, el sol comenzaba a bajar, pero el clima aún estaba cálido. Pronto Toño, mi hermano mayor, llegaría del aeropuerto con el resto de la familia. Cada vez que venían, la casa se llenaba de vida de una manera que me hacía sentir una mezcla de nostalgia y emoción. Las risas, los abrazos, las conversaciones cruzadas en la mesa mientras todos nos amontonábamos para comer, eran momentos que atesoraba.
El timbre sonó y todos nos detuvimos por un segundo, aunque solo fue un espejismo. Sabíamos que aún faltaban unos minutos para que Toño llegara, pero el sonido nos recordó la cercanía del reencuentro. La anticipación estaba en el aire, y a cada minuto parecía que los nervios crecían. Aunque tratábamos de mantener la calma, la emoción era palpable.
—¿Ya llegaron? —preguntó mi mamá desde la cocina.
—No, aún no —respondí mientras continuaba con los preparativos.
Me detuve un segundo para mirar alrededor. La mesa estaba casi lista, los platos acomodados y los vasos bien alineados, esperando ser llenados con refresco o tequila, dependiendo de la preferencia de cada uno. Las servilletas con bordes de colores vibrantes, un pequeño toque tradicional que mi mamá siempre insistía en usar, estaban en su lugar, completando el escenario perfecto para la cena.
El sonido de una puerta abriéndose resonó por la casa, y supe que mi papá había llegado con las botellas. Lo escuché reírse mientras hablaba con mi mamá, probablemente contándole alguna anécdota divertida del lugar donde fue a comprar el alcohol.
El caos, aunque abrumador, tenía un toque de familiaridad que me reconfortaba. Las voces, los preparativos apresurados, el aroma a comida llenando la casa, todo me hacía sentir en casa de una manera única. Sabía que, en cuanto llegara la familia, ese caos solo se intensificaría, pero también sabía que sería el tipo de caos que siempre valía la pena.
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¡Hey Pecas! || Chestappen
Fanfiction"No necesitas ver el mundo, porque en cada palabra y cada gesto me has mostrado más belleza de la que jamás podría imaginar."