XXVI. A ciegas

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Los días después de mi ruptura con Sebastian fueron extraños. Aunque mis amigos intentaron seguir como si todo estuviera bien, la tensión se palpaba en el aire. Había algo incómodo en el grupo que no estaba antes, y era evidente que mi ruptura había cambiado la dinámica. Todos lo sabían, pero nadie lo mencionaba directamente. Era un elefante en la habitación que decidimos ignorar.

La semana pasada, antes de la ruptura, las cosas eran fáciles, sin complicaciones. Ahora, el ambiente estaba lleno de precauciones, como si mis amigos no supieran cómo comportarse conmigo o con Sebastian cuando estábamos cerca uno del otro. Nadie quería herir a nadie, pero a la vez, la distancia entre nosotros comenzaba a sentirse inevitable.

Esta vez, el plan era un viaje a la casa de campo de Lance. Todos estaban emocionados, planeando el fin de semana de diversión que, según ellos, sería una forma de aliviar tensiones. Pero para mí, la idea de pasar todo ese tiempo rodeado de todos, especialmente de Sebastian, me resultaba insoportable. Necesitaba tiempo para mí, tiempo para procesar lo que había pasado y tiempo para estar solo.

Mientras todos se preparaban para irse, la incomodidad en el ambiente era palpable. Lewis se me acercó, como siempre, con su habitual sonrisa despreocupada, aunque esta vez había un toque de preocupación en sus ojos.

—¿Seguro que no quieres ir? —preguntó, mirándome con una mezcla de simpatía y ligera insistencia.

Le devolví una sonrisa, sincera pero cargada de cansancio.

—No, la verdad necesito tiempo para mí —le respondí con franqueza, sintiendo que si iba, no podría disfrutar ni un segundo del viaje—. Diviértanse.

Sabía que lo harían. Era un grupo genial, y a pesar de la tensión que mi situación había creado, todos seguirían adelante. Pero yo no estaba listo para ser parte de eso aún. Mis pensamientos estaban en otro lado, lejos de los juegos y risas que seguramente tendrían lugar en la casa de campo de Lance.

Lewis asintió, aunque pude ver que no estaba completamente convencido. Pero respetó mi decisión.

—De acuerdo, Checo. Nos vemos luego —se despidió con una palmada ligera en el hombro antes de girarse para subir al auto, donde los demás ya lo esperaban.

Vi cómo el coche arrancaba, uniéndose a la pequeña caravana que se dirigía a la casa de Lance. Todos parecían emocionados, listos para dejar atrás las tensiones y simplemente disfrutar el fin de semana. Mientras los veía marcharse, no pude evitar sentir una punzada de culpa y tristeza. Sabía que, aunque necesitaba espacio, también estaba contribuyendo a esa sensación de incomodidad que flotaba entre nosotros.

El ruido de los motores desapareció en la distancia, dejándome solo en la acera. Me quedé ahí unos minutos más, respirando profundamente, dejando que el silencio me envolviera. Sabía que mis amigos no me presionarían, pero también sabía que esta separación temporal no podría durar para siempre. Eventualmente, tendría que enfrentar lo que estaba evitando.

Pero por ahora, necesitaba estar solo.

O eso quería hasta que mi mamá "me pidiera" que la ayudara, aunque no todo era malo, la rutina de las tareas me resultaba relajante, una forma de mantener mi mente ocupada en algo práctico.

Pasé la mañana barriendo, sacudiendo el polvo y organizando cosas mientras mi mamá me daba instrucciones desde la cocina. Limpiar las estanterías llenas de libros viejos y lavar la ropa era lo más normal que había hecho en días. Era como un refugio del torbellino emocional en el que había estado envuelto desde la ruptura con Sebastian.

—Gracias por ayudarme, hijo —dijo mi mamá mientras guardaba algunos trastes—. No tienes idea de lo mucho que me aligeras el día.

—No te preocupes, mamá. Me hace bien hacer algo —le sonreí, aunque en el fondo solo estaba buscando maneras de no quedarme atrapado en mi cabeza.

¡Hey Pecas! || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora