XXXVI. Cumpleaños 18

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El reloj en mi habitación marcaban las ocho de la noche. Mi cumpleaños número 18 estaba a tan solo unas horas de distancia, y el nerviosismo me carcomía por dentro. No podía dejar de pensar en todo lo que estaba por venir, especialmente después de haber comenzado a experimentar los primeros síntomas de mi celo. Días atrás, cuando fui al doctor por los primeros supresores, la ansiedad se había instalado en mi pecho, y desde entonces no había podido sacudirme la sensación de que algo grande estaba a punto de suceder.

Estaba sentado en la cama, abrazando mis rodillas, intentando calmarme. El silencio de la noche solo hacía que mis pensamientos se sintieran más pesados. Sabía que debía relajarme, que no servía de nada preocuparme tanto, pero las emociones se amontonaban, y el tiempo no se detenía.

—Cálmate… —susurré en voz baja para mí mismo, tratando de mantener el control.

Justo entonces, la puerta de mi habitación se abrió suavemente. Levanté la mirada, y ahí estaba Max, de pie en el umbral, con su expresión calmada y esa presencia reconfortante que siempre lograba que mi corazón se asentara.

—Pecas —murmuró mientras cerraba la puerta detrás de él—, te escuché dando vueltas. Sabía que estarías despierto.

Asentí, sin decir nada, pero mis ojos debían de decirlo todo. El nerviosismo, la inquietud, y el peso de lo que significaba este día para mí. Max se acercó a la cama y se sentó a mi lado, su presencia silenciosa pero fuerte, como siempre.

—Traje algo para ti —dijo suavemente, sacando un libro de su mochila. Lo sostuvo entre sus manos, moviendo los dedos por las páginas como si confirmara que era el correcto.

—¿Cuál es? —pregunté, sintiendo curiosidad.

—Es "Amarte paso a paso".  Es uno de mis favoritos. Quiero leértelo.

Sonreí, aunque él no pudiera verlo. Max siempre sabía cómo calmarme, incluso en mis peores momentos.

—Está bien —susurré, acomodándome mejor en la cama, permitiendo que Max encontrara su lugar a mi lado.

Se reclinó contra la cabecera y comenzó a leer. Su voz, suave y pausada, llenó la habitación, envolviéndome en una tranquilidad que hacía tiempo no sentía. Cada palabra que pronunciaba tenía un efecto casi hipnótico, calmando el torbellino de pensamientos que había estado girando en mi cabeza durante horas.

A medida que Max leía, sentí cómo mi cuerpo empezaba a relajarse. Cerré los ojos y dejé que su voz me arrullara. No importaba el contenido del libro, lo único que necesitaba era escucharlo, sentirlo cerca. En un momento, me moví más cerca de él, buscando el confort de su presencia. Inhalé profundamente, y sin darme cuenta, comencé a frotar mi rostro contra su cuello, buscando su olor, el aroma familiar que siempre me calmaba. Mis labios rozaron suavemente la glándula de su cuello, el lugar donde liberaba sus feromonas.

Max no dijo nada, solo dejó que me acercara más. Sabía lo que necesitaba sin que tuviera que decírselo. Su mano se deslizó por mi cabello, acariciando en círculos suaves, mientras su voz continuaba fluyendo en susurros.

Sentí cómo el peso en mi pecho empezaba a desvanecerse, y mi respiración se volvió más pausada. Poco a poco, el sueño comenzó a reclamarme, mientras el olor de Max impregnaba el aire a mi alrededor, envolviéndome en una sensación de seguridad que no encontraba en ningún otro lugar.

—Maxie… —murmuré, mi voz apagándose mientras el sueño me vencía—. Gracias…

Max sonrió, aunque yo ya no pude verlo. Me acurruqué más cerca de él, apoyando mi cabeza en su pecho, y dejé que el cansancio hiciera el resto. A su lado, finalmente pude relajarme, y antes de darme cuenta, el sueño me llevó, sabiendo que, al despertar, Max seguiría ahí, a mi lado, como siempre.

¡Hey Pecas! || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora