XIV. No hay nada

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El sol de la tarde iluminaba el jardín de Lance, y el agua de la alberca brillaba bajo sus rayos. Habíamos llegado con la intención de hacer tarea, pero como siempre, la diversión se nos atravesó. Al principio, todo iba según lo planeado; nos sentamos alrededor de la mesa de la terraza, sacamos nuestros libros, y comenzamos a trabajar en la maqueta que debíamos entregar al día siguiente. Pero poco a poco, el ambiente relajado, el calor del día, y la presencia de la alberca nos distrajeron.

—Solo un chapuzón, nada más —había propuesto Lance con una sonrisa traviesa, y yo, sin pensarlo demasiado, asentí de inmediato.

Antes de darnos cuenta, habíamos dejado la tarea a un lado, y ya estábamos corriendo hacia la alberca. El sonido del agua al saltar, las risas y el ambiente despreocupado llenaban el jardín. Nadábamos y jugábamos en el agua, olvidando por completo nuestras obligaciones.

El tiempo pasaba volando mientras Lance y yo intentábamos empujarnos mutuamente bajo el agua, como si fuéramos niños pequeños, pero en ese momento todo parecía más divertido que la maqueta que nos esperaba en la mesa.

—¡Te atrapé! —gritó Lance mientras me sumergía bajo el agua por un momento, riendo a carcajadas cuando logré zafarme.

—¡Ya veremos quién atrapa a quién! —respondí, intentando salpicarlo.

Pero justo en ese momento, una voz firme nos sacó de la burbuja de diversión.

—Lance, Checo —la voz de Sebastian rompió la atmósfera juguetona como un cubo de agua fría. Nos giramos para verlo, y ahí estaba, de pie junto a la alberca con los brazos cruzados y una expresión de desaprobación—. La maqueta es para mañana, y si no se salen de la alberca ahora mismo, les juro que los sacaré del proyecto.

El tono de su voz no dejaba lugar a dudas. Aunque seguíamos sumergidos en el agua, las risas se apagaron rápidamente. Sebastian sostenía la mitad del proyecto en sus manos, lo que nos recordaba el motivo original por el cual habíamos ido a la casa de Lance en primer lugar. Su expresión era tan seria que sabíamos que no bromeaba. Era raro ver a Sebastian tan molesto, lo cual nos hizo comprender la urgencia del asunto.

Nos miramos, y aunque parte de nosotros quería seguir nadando, la amenaza de ser expulsados del proyecto fue suficiente para hacernos reaccionar.

—Está bien, ya nos salimos —dije con una pequeña sonrisa culpable mientras me dirigía hacia la orilla de la alberca.

Lance suspiró y me siguió, ambos conscientes de que habíamos estirado el tiempo de diversión demasiado. Salimos del agua, empapados y con el cabello pegado a la cara, intentando secarnos con las toallas lo más rápido posible.

—Esto fue divertido mientras duró —murmuró Lance mientras se secaba el cabello.

—Sí, pero creo que lo mejor es que terminemos la maqueta antes de que Sebastian nos asesine —respondí con una sonrisa.

Sebastian nos observaba con los brazos cruzados, claramente esperando que volviéramos a concentrarnos en la tarea. Nos acercamos a la mesa, dejando atrás el agua y el sol, sabiendo que lo más sensato era enfocarnos en el proyecto si no queríamos sufrir las consecuencias.

Después de terminar la maqueta, nos sentamos alrededor de la mesa con una gran bolsa de palomitas y encendimos el videojuego para relajarnos un poco. La risa y el sonido de las palomitas al crujir entre nuestros dientes llenaba el aire, creando una atmósfera más ligera tras el arduo trabajo.

—Checo, ¿mañana vas a poder ir al partido de la escuela? —preguntó Lance de repente, mirando la pantalla del televisor mientras intentaba concentrarse en el juego.

¡Hey Pecas! || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora