El primer click

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Había pasado una semana desde que habían llegado al lado norte, donde Max y Elettra se estaban quedando en una casa que Max había conseguido gracias a su familia. Todos los días visitaban a Mandy y a los Gallaghers, quienes habían conocido gracias a su hermana. Lettra, como ya la llamaban los Gallaghers, había formado un lazo especial con Ian y Fiona. A pesar de su desconfianza inicial, se estaba acostumbrando a su presencia. Sin embargo, en el fondo, una parte de ella siempre se mantenía alerta. Había aprendido a no confiar completamente en nadie.

Ese día, Elettra entró en la casa de los Gallaghers como si fuera suya. Ya no sentía la incomodidad de ser una extraña en ese hogar. Se acercó a la cocina, buscando algo que la despertara.

—¿Oye, Fi, hay café? —preguntó, su voz algo adormilada.

—No, pero hay pastel. ¿Quieren? —respondió Fiona desde la cocina, con esa calidez suya que siempre intentaba hacer sentir a todos como en casa.

—¿Qué estamos celebrando? —preguntó Max, alzando una ceja, con una sonrisa traviesa.

Fiona sonrió, pero fue Ian quien respondió mientras se acomodaba en el sofá.

—Oh, se me olvidó decirles. Mi hermano Carl... regresó del reformatorio.

Elettra levantó una ceja, curiosa.

—¿Otro hermano? Carajo, tus padres no se aburrían —dijo, soltando una risa ligera, aunque algo de nerviosismo se filtraba en su tono. Luego se giró hacia Ian—. Oye, ¿sabes si mi hermana está en casa?

Ian negó con la cabeza.

—Realmente no la he visto.

Elettra asintió, mordiéndose el labio con un leve gesto de inquietud. Esa extraña mezcla de estar en casa y, al mismo tiempo, sentirse una intrusa le pesaba. Miró a Max, quien la observaba de reojo.

—¿Vamos a casa? —preguntó, buscando una excusa para irse.

—Sí, está bien, bebé —respondió Max, con esa naturalidad que siempre hacía que Elettra se sintiera segura.

Justo cuando se dirigía hacia la puerta, Elettra vio a un chico parado en el umbral, hablando con Fiona. No se dio cuenta de su presencia hasta que sintió una mirada fija sobre ella. Era una sensación incómoda, como si alguien la estuviera evaluando sin su permiso. Al pasar junto a él, sintió el peso de sus ojos recorriéndola.

—Dura más una foto —murmuró Elettra con sarcasmo, sin molestarse en mirarlo.

Él no respondió, pero algo en su mirada quedó grabado en ella.

Elettra POV

El día siguiente me desperté con una sensación de inquietud que no podía sacudirme. Sabía que algo estaba por pasar, algo que pondría a prueba mi paciencia y mi control. Mientras me arreglaba frente al espejo, decidí que hoy no sería un día común. Había estado callada demasiado tiempo, dejando que algunas chicas creyeran que podían meterse conmigo sin consecuencias. Pero hoy, les demostraría lo que significa ser una Milkovich.

—Nadie se mete con una Milkovich y sale ileso —murmuré para mí misma, mientras me ajustaba la falda de jean tiro bajo y me miraba en el espejo. El top gris con encaje y un moño en el centro del escote me daba justo el equilibrio entre provocador y peligroso que necesitaba. Mis tenis grises completaban el look, cómodo pero agresivo, como si pudiera correr o pelear en cualquier momento. Hoy no iba a esconderme. Hoy me verían.

Salí de la habitación y encontré a Max en la sala. Cuando me vio, levantó una ceja, sonriendo con complicidad.

—Así que, por fin, Satan ha regresado —dijo, burlona, pero con un tono que me dejó claro que aprobaba mi elección. Sonreí con arrogancia y le guiñé un ojo. Hoy iba a ser diferente.

Cuando salimos de la primera clase, noté a un chico parado al otro lado del pasillo. Algo en él me resultaba familiar, pero no lograba ubicarlo. De inmediato, miré a Max por impulso, buscando su reacción. Y ahí lo entendí. Ese chico... no podía ser otro que Alec Riddle, nuestro viejo amigo. Nos miramos fijamente por un momento, como si el tiempo se hubiera detenido, y luego él se dio la vuelta.

—¿Ya no saludas? —dije con una mezcla de incredulidad y emoción.

Alec se giró lentamente, una sonrisa traviesa comenzando a formarse en su rostro.

—¡Mierda! Sabía que eran ustedes.

De repente, me envolvió en un abrazo tan fuerte que casi me dejó sin aire. Max se unió al abrazo, riendo.

—Te extrañamos, mucho, Riddle —dijo Max, con un brillo en sus ojos que no veía a menudo.

—Por fin, el trío diamante está de vuelta —dijo Alec, y su risa se contagió. Todos nos reímos juntos, como si el tiempo no hubiera pasado, como si el mundo no hubiera cambiado. Era como si, por un momento, todo estuviera bien.

Nos sentamos a comer, y Alec nos contó sobre su tiempo en el reformatorio. Hablaba con una mezcla de resignación y orgullo, como si haber estado allí fuera solo otro obstáculo más en su camino. Nos contó cómo, apenas ayer, había robado una tienda para conseguir algo de ropa y dinero. A pesar de todo, no había cambiado tanto. Seguía siendo Alec, nuestro Alec.

Esa sensación de familia, de volver a estar completos, me llenaba de una calidez que hacía mucho no sentía. Pero al mismo tiempo, sabía que esto no duraría. Algo estaba por suceder. Podía sentirlo en el aire.

La primera interacción entre Carl y Elettra había sido breve, casi insignificante. Pero esa mirada que él le lanzó, y la forma en que ella lo ignoró, prometía que lo que estaba por venir sería todo menos simple.

 𝒮𝒶𝓉𝒶𝓃 𝑜𝓇 𝒶𝓃𝑔𝑒𝓁 - Carl Gallagher Donde viven las historias. Descúbrelo ahora