Ya había pasado un año, y Carl había vuelto. Hoy era el día de mi concurso, el que definiría mi futuro, dónde estudiaría. Los nervios estaban a flor de piel, pero había trabajado duro para esto.
Me preparé con un traje hermoso para la primera presentación de ballet. Cada detalle había sido diseñado por Max, quien había puesto todo su talento en crear piezas únicas. Los trajes eran simplemente perfectos, delicados y llenos de elegancia. Me miré en el espejo, respirando profundo, sabiendo que este momento era crucial. Estaba lista.
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La música de "Angel de Massive Attack " envolvía la sala como un manto, cada nota vibrando en el aire mientras mi cuerpo comenzaba a moverse lentamente, dejando que el ritmo me guiara. Esta coreografía no era tan rápida ni explosiva como otras, pero tenía una complejidad oculta, una delicadeza que exigía precisión en cada paso. Sentía la mirada de mis amigos desde las sombras, pero no me dejé distraer. Cada movimiento debía ser perfecto, fluido, y lo único que no podía permitirme era temblar.
Conforme la música se volvía más intensa, mi cuerpo respondió, sumergiéndome en el momento. Era casi como si el mundo exterior desapareciera, quedando solo yo, la música, y el espacio que compartíamos. Cuando di el último giro y la melodía se apagó, el grito eufórico de mis amigos rompió el silencio.
Mi corazón latía con fuerza mientras caminaba hacia el vestuario, sintiendo el sudor en mi piel. Ahora vendría el turno del ballet, un contraste total, más volteretas, más técnica. Pero en el fondo, sabía que todo lo que había en ese momento era una extensión de lo que sentía: pasión, fuerza, y una necesidad inquebrantable de seguir adelante.
Estaba lista para lo que venía.
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Ashtray me había editado un mix que comenzaba con el icónico audio: "¿Who are you? An angel. ¿What's your name? Satan", seguido de la canción HDMI de Bones. Decidí complementar la energía del mix con unos pupilentes rojos que resaltaban la intensidad de la presentación. El cuello y las mangas de mi traje, junto con las piedras de la falda, también llevaban ese mismo tono rojo, creando una imagen impactante.
Cuando empezó la música, me dejé llevar y mis movimientos se volvieron más fluidos, con una libertad que rara vez me permito. Al acercarme al final, había una vuelta complicada que exigía toda mi concentración. A pesar de lo difícil que era, logré mantenerme enfocada. Cada giro y paso fluía con esfuerzo, pero al final, lo conseguí. Los gritos de la multitud estallaron a mi alrededor, llenándome de una sensación indescriptible. Me sentí fuerte, como si todo lo que había pasado antes me hubiera llevado a ese momento de éxito y reconocimiento.
