La adolescente caminaba junto a su tía y su mejor amiga, pero aunque ellas hablaban animadamente, su mente estaba en otra parte. Solo podía pensar en cómo reaccionarían sus hermanos al verla después de tanto tiempo. Había pasado tanto desde que se fue a vivir con su tía Jessy, cuando apenas tenía ocho años. Mentiría si dijera que no se sentía ansiosa desde el momento en que su tía le dio la noticia. Había demasiadas preguntas flotando en su mente, todas con una carga emocional que la abrumaba.
La querrían después de tanto tiempo?
¿La habrían extrañado?
¿O la culparían por haberlos dejado?No podía evitar sentir un nudo en el estómago. Aún se sentía culpable por haberlos dejado atrás, por no haber podido llevárselos con ella. Recordaba con claridad el día en que su tía, después de amenazar con una pelea legal por la custodia, se la llevó. Ese día fue una mezcla extraña de liberación y dolor. Había sido libre por primera vez en años, pero esa libertad se sentía vacía sin sus hermanos a su lado. Ellos, con lágrimas en los ojos, le habían dicho que se fuera, que no podían soportar la idea de que su padre le hiciera más daño. Y ella se fue, dejando atrás todo lo que conocía.
Una voz la sacó de sus pensamientos.
—Querida, tienes que descansar, es un viaje largo. Mira a Max, está completamente dormida —dijo su tía con ternura, señalando a su amiga que dormía plácidamente contra la ventana.
Max se veía tan tranquila. Era irreal pensar que en unas horas estaría frente a sus hermanos de nuevo, y que Max estaría allí para apoyarla. A pesar de venir de una familia adinerada, Max siempre había sido humilde y generosa. Ella nunca la había juzgado por su pasado, siempre la había apoyado incondicionalmente. Tenerla a su lado en este momento significaba más de lo que podía expresar con palabras.
Sin darse cuenta, el cansancio la venció y cayó dormida. No supo cuánto tiempo pasó, pero fue la voz de su tía la que la despertó, suavemente llamándola para decirle que estaban a punto de llegar. Su corazón empezó a latir más rápido con cada segundo. El paisaje que había conocido de niña desfilaba frente a sus ojos por la ventana, llenándola de recuerdos agridulces. Finalmente, el auto se detuvo frente a una casa que no había visto en años. Respiró hondo mientras su tía tocaba la puerta.
—¡Mierda, YA VOY! —gritó una voz desde el interior. Y en ese instante, todos los años de distancia desaparecieron. Aún reconocía esa voz.
La puerta se abrió y ahí estaba su hermana Mandy, con la misma mirada que recordaba, aunque más adulta, más cansada, quizás. Mandy se quedó atónita, como si no pudiera procesar lo que estaba viendo. Fueron unos segundos que se sintieron eternos hasta que Lettra, incapaz de contenerse, soltó las maletas y corrió hacia ella, abrazándola con todas sus fuerzas. Era como si todo el peso de los años, la culpa y el dolor se desvanecieran por un momento en ese abrazo.
Mandy tardó en reaccionar, pero finalmente envolvió a su hermana en sus brazos, aún sorprendida, pero con una sonrisa que no podía esconder.
—Carajo, ¡qué grande estás! —dijo con voz entrecortada— ¿Qué haces aquí?
Lettra se apartó lo suficiente para mirarla a los ojos, y le respondió con una pequeña sonrisa llena de nostalgia.
—Te hice una promesa. Y soy una persona de palabra, ¿no?
Cuando Lettra se fue, siendo solo una niña, había prometido volver cuando tuviera al menos quince años. Y allí estaba, cumpliendo esa promesa.
Pasaron horas hablando, poniéndose al día, riendo y recordando los viejos tiempos. Max y su tía también se unieron a la conversación, aunque más tarde, la tía Jessy tuvo que marcharse para tomar su vuelo de regreso. Lettra la despidió con un abrazo agradecido, sabiendo que todo esto había sido posible gracias a ella.
Ya entrada la noche, Lettra se estiró y, con una mezcla de timidez y confianza, le preguntó a Mandy:
—Oye, Mandy, ¿te molesta si nos quedamos aquí hoy? Es muy tarde y estamos agotadas.
Mandy sonrió y negó con la cabeza.
—Claro que no, peque. Sabes que esta también es tu casa. Acuéstate, descansa. Mañana llevaremos tus cosas, terminaremos de comprar lo que necesites y te presentaré a la gente de por aquí.
Lettra asintió, sintiendo una paz que no había sentido en años. Finalmente estaba de vuelta en casa.
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𝒮𝒶𝓉𝒶𝓃 𝑜𝓇 𝒶𝓃𝑔𝑒𝓁 - Carl Gallagher
Ficção Geral¿Que pasara en la vida de los gallaghers si una nueva Milkovich aparece? ...