Llegada

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Los Gallagher estaban sentados en la sala, una atmósfera densa de tristeza envolvía la habitación. Se podía ver en los ojos rojos de Ian, el semblante abatido de Fiona, e incluso en la mirada vacía de Carl. El silencio era sofocante, como si todos esperaran algo, o mejor dicho, a alguien.

De repente, la puerta se abrió. Todos voltearon al unísono, congelados en sus asientos. Sus corazones dieron un vuelco. Lo que vieron parecía imposible. Fiona fue la primera en reaccionar, su cuerpo moviéndose antes de que su mente pudiera procesarlo. Corrió hacia la puerta y se lanzó sobre Elettra, rodeándola con sus brazos en un abrazo desesperado, como si tuviera miedo de que volviera a desaparecer.

—¡Joder, te has pasado! —exclamó Fiona entre risas ahogadas, sin poder dejar de abrazarla.

Elettra soltó una carcajada, su sonrisa radiante, como si la muerte no hubiera tenido ningún poder sobre ella.

—Parece que han visto un muerto —dijo en tono burlón.

Ian, que había estado paralizado, se acercó rápidamente, su rostro una mezcla de incredulidad y alivio. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras se acercaba lentamente, como si temiera que al tocarla ella se desvanecería.

—Lo siento tanto... de verdad, lo siento —rogó con la voz quebrada, con los ojos llenos de culpa y dolor.

Elettra lo miró con ternura, y en un gesto simple pero lleno de significado, limpió sus lágrimas y lo abrazó con fuerza.

—Está bien, Ian. Todo está bien. No tienes que disculparte más. —Su voz era suave, pero firme, como si con ese abrazo quisiera borrar todo el dolor que él cargaba.

Carl, por otro lado, no se movió. Se quedó allí, clavado en el suelo, con la mirada fija en Elettra. Había tantas emociones acumuladas en su pecho que no podía ni siquiera hablar. Sentía la culpa arañándole las entrañas, el remordimiento sofocando su respiración. Había imaginado este momento tantas veces en su cabeza, pero ahora que ella estaba allí, no sabía cómo reaccionar.

Elettra se acercó a él, y aunque Carl no dijo nada, ella lo entendió todo. Su mirada lo decía todo. Le dio una palmada en el hombro, tratando de aliviar la tensión.

—No te preocupes, Carl. No quiero problemas contigo. Tú también eres parte de mi familia. —Sonrió y guiñó un ojo.

—Lo siento, de verdad... no pensé que Dominik haría lo que hizo. Me equivoqué —respondió Carl, bajando la mirada, su voz casi inaudible.

Elettra lo miró un momento, pero luego se acercó y lo abrazó brevemente.

—Olvidado. Todos cometemos errores.

Horas después, en la sala, Fiona y Elettra estaban tumbadas en el sofá, viendo una película. El ambiente era más relajado, pero debajo de la calma superficial, aún flotaban las emociones que ninguno de ellos lograba del todo procesar. La noche avanzaba y, poco a poco, los demás Gallagher comenzaron a llegar a casa.

Elettra notó que Ian estaba algo apartado, más tímido de lo normal, como si no supiera cómo actuar alrededor de ella.

—Ey, Ian, ¿una partida para aliviar tensiones? ¿O tienes miedo de perder? —lo retó Elettra con una sonrisa juguetona.

El pelirrojo sonrió al instante, el desafío encendiendo algo en su interior.

—¿Perder yo? Claro, si estás lista para ser humillada.

—¿Carl, quieres unirte? —preguntó Elettra, mirando al menor de los Gallagher, que aún estaba procesando todo.

Carl sonrió, un tanto burlón, pero sin la frialdad que lo había acompañado en los últimos días.

—Claro. Pero ya te aviso, Elettra... vas a perder. —Su tono desafiante era una mezcla de alivio y diversión.

Fiona, que estaba sentada a un lado, rió.

—No saben en lo que se metieron. Elettra ha hecho apuestas desde que era una cría —bromeó, sacudiendo la cabeza.

La noche se fue llenando de risas, bromas y partidas intensas. Elettra ganó una tras otra, y aunque todos se quejaban, el ambiente ligero que se había formado en la casa era exactamente lo que necesitaban. Eran las dos de la mañana cuando Elettra finalmente tiró los mandos al sofá.

—Joder, ya es tarde y me aburro de ganarles. Es hora de dormir —dijo, estirándose con una sonrisa satisfecha.

POV Elettra

Me desperté a la mañana siguiente con el sol colándose por las ventanas. Bajé en bragas y una camiseta que apenas me cubría los muslos. No me molesté en cambiarme, era mi casa también, después de todo. Mientras desayunaba, sentí una mirada fija en mí, pero no me importó demasiado.

—¡Mierda, Elettra, se te ve media nalga! —gritó Ian desde el otro lado de la cocina, con una risa burlona.

Le lancé una mirada indiferente.

—¿Y? ¿No es mi casa también? —respondí con un tono juguetón.

—Lo que tú digas... —dijo Carl desde la mesa, sonriéndome con complicidad—. La verdad, no me molesta en absoluto.

Después de cambiarme, me encontré con Kev y V, y pronto comenzamos a discutir sobre temas mucho más serios. La conversación giró hacia Debbie, quien parecía empeñada en no escuchar a Fiona. Cada palabra que Fiona decía parecía chocar contra un muro.

—Te confié algo y se lo dijiste a todos —Fiona explotó, su voz llena de frustración.

—Lo hice porque me importas, Fiona. —Debbie trató de justificarse, pero Fiona no se lo tragaba.

La conversación seguía tensándose, hasta que Elettra, que había estado escuchando todo desde un rincón, decidió intervenir.

—¿Sabes qué, Debbie? Ya me harté. El maldito punto es que este no es tu bebé. No es tu decisión, es de Fiona. Ella no es como tú, que quieres tener un bebé sin siquiera pensar en lo que implica. ¿Cómo piensas mantenerlo? Ni siquiera has pensado en eso, porque eres tan egoísta que no te das cuenta de que Fiona solo quiere lo mejor para ti.

Debbie me lanzó una mirada de odio, pero no me importó.

—Fiona tiene razón, Debbie. No se trata solo de querer algo. Se trata de estar lista para lo que venga después.

Fiona, con una sonrisa cansada, me miró agradecida.

—Sabes, muero de hambre. ¿Vamos a comer algo?

—Por favor, lo necesito —respondí, contenta de haber dicho lo que tenía que decir.

Más tarde en el día, mientras comía con Carl, vi a Dominik pasar de largo, y no pude evitar notar la tensión en su mirada.

—¿No me vas a dejar pasar sin decirme nada? —preguntó Dominik, con los brazos cruzados.

Carl levantó una ceja, claramente listo para cualquier confrontación.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta mi tono de piel?

Dominik negó con la cabeza.

—Ese no es mi problema contigo. Mi problema es que intentas parecer un criminal, y no me gusta.

Carl rió.

—¿No te gusta el rap? —preguntó en tono burlón.

—Prefiero a Shakespeare —respondió Dominik, con una sonrisa irónica.

No pude evitar soltar una carcajada.

—¿Shakespeare? Vamos, apuesto a que ni siquiera lo conoces bien —dije, divertida, mientras intercambiaban miradas.

Carl rió mientras me miraba.

—Soy Romeo, y tú eres Julieta —añadió Carl con tono juguetón.

—Entonces, estoy esperando ansiosa el momento en que ambos mueran juntos —dije, levantando una ceja.

La vida seguía su curso, pero ahora, sentía que estaba exactamente donde debía estar: rodeada de los míos.

 𝒮𝒶𝓉𝒶𝓃 𝑜𝓇 𝒶𝓃𝑔𝑒𝓁 - Carl Gallagher Donde viven las historias. Descúbrelo ahora