𝒮𝒶𝓉𝒶𝓃 𝑜𝓇 𝒶𝓃𝑔𝑒𝓁 - Carl Gallagher

Serpientes

POV Elettra

El día había comenzado con una sensación en mi pecho que no podía describir. Sabía que hoy todo cambiaría, para bien o para mal. Me miré en el espejo por última vez, ajustando el top blanco con estampado de cerezas, sin mangas que elegí. Tenía un escote en forma de corazón que normalmente me haría sentir segura, pero hoy, ni la ropa, ni el maquillaje natural que me puse lograban calmar el nudo en mi estómago. Sabía que lo que venía no era un simple juego.

Bajé las escaleras lentamente, como si cada paso me pesara.

—Hey, buenos días —murmuré, intentando que no se notara lo que pasaba por mi mente.

Max, siempre observadora, me miró con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Hoy vas a salir? —preguntó, notando que algo importante estaba por suceder.

—Sí, es algo serio. Pero quiero que estés allí, que todos estén —dije, tratando de sonar firme, aunque en el fondo solo quería escapar.

Pasó el tiempo y cuando ya estábamos listos, salimos hacia la primera locación. Sabía lo que me esperaba, pero cada metro que avanzábamos, sentía que me adentraba más en un terreno oscuro, uno del que no podría salir igual. El lugar al que llegamos no era un bar cualquiera; era exclusivo, como si solo los que llevaban cicatrices en el alma pudieran entrar. Apenas crucé la puerta, las miradas se clavaron en mí, evaluándome, juzgándome.

Mi corazón latía tan fuerte que casi no escuché la voz de Jugh:

—¿Así que esto va en serio, eh?

Lo miré, sintiendo el peso de la expectativa en sus palabras. No podía flaquear, no ahora.

—Empecemos con esto —respondí, con la voz firme, aunque mi interior temblaba.

—Traigan la primera prueba —ordenó Jugh.

Cuando vi lo que traían, sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. Mierda. Mi hermano me había contado de esto, pero nunca imaginé que lo viviría. Frente a mí, una serpiente se deslizaba por el suelo. Mis pensamientos se mezclaban con el miedo y la adrenalina, pero mantuve mi rostro impasible.

—¿Qué tengo que hacer? —pregunté, intentando mantener la calma.

—Nada. Ella te morderá. Tú solo tienes que soportarlo, sin gritar, sin hacer un solo ruido. No queremos gente débil aquí. Después, tendrás que controlarla... conectar con ella.

¿Conectar con ella? Mi corazón se aceleró aún más, pero no lo dejé mostrar. Soy una Milkovich, soy fuerte, puedo hacer esto, repetí en mi mente, como un mantra. La serpiente se acercó lentamente y, antes de darme cuenta, sentí el mordisco. El dolor fue como si una tormenta eléctrica recorriera mi brazo, como si miles de agujas me perforaran la piel a la vez. Mi mandíbula se tensó, pero no emití ningún sonido. El sudor frío corría por mi espalda, mientras todos observaban, esperando a que cayera, a que mostrara debilidad. Pero no podían ver lo que sentía. No podían ver cómo mi interior gritaba. Solo mantuve la cabeza alta.

La primera prueba terminó, pero mi cuerpo aún estaba en tensión. Mi brazo estaba entumecido, la sangre aún latía en mi muñeca, y el miedo no había desaparecido. Entonces llegó la segunda prueba. La serpiente estaba sobre un banquito, moviéndose lentamente, su mirada fija en la mía. Sabía lo que debía hacer, pero el miedo me paralizaba. ¿Y si fallaba? ¿Y si hacía un movimiento en falso y todo terminaba aquí?

La miré, intentando descifrar sus movimientos, su ritmo. Y entonces, algo cambió. No era solo una serpiente. Era un ser vivo, una criatura que respondía a la energía que yo proyectaba. Me moví con cuidado, y la serpiente respondió. Deslicé mi mano hacia ella, sintiendo su piel fría y escamosa subir por mi brazo. El contacto me heló por dentro, pero no podía dejar que lo notaran. Se enroscó en mi cuello, su peso aumentaba la presión en mis pulmones, pero no me importaba. Cada segundo era un desafío, un recordatorio de que no podía fallar. Finalmente, la serpiente se deslizó hacia mi otro brazo, y la bajé con cuidado.