Capítulo 12: Quizás sí eras tú, pero no nuestro momento

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La primera fotografía es con Teo. No solo con Teo, sino con sus amigos, Ro y yo. Fue de cuando los conocí, a todos menos a Teo, que evidentemente ya nos conocíamos del avión. Me vienen todos los recuerdos como un guantazo en toda la cara. Cojo la siguiente foto. Esta es aún peor. Cuando Teo me dijo que quería conocerme más y que venía conmigo a mi pueblo. Cuando fuimos a la playa y no dejamos de besarnos durante horas. Teo cogió la cámara y me besó, inmortalizando el momento. Dijo que sería nuestra primera foto juntos de muchas, y así fue. Hasta que decidió ponerle punto y final poniéndome los cuernos.

—¿Estás bien? —Sebas me mira preocupado mientras me seca una lágrima que se escapa casi sin querer y se desliza por mi mejilla

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—¿Estás bien? —Sebas me mira preocupado mientras me seca una lágrima que se escapa casi sin querer y se desliza por mi mejilla.

—Sí. Ha pasado tanto tiempo que ya no me acordaba de esta foto.

—Tranquila, esa era la peor. La otra, la verdad es que no sé quién es. No sabía dónde colocarla.

Giro la fotografía y, aunque me saca una sonrisa, es una sonrisa agridulce. Es Antonio. Sinceramente, no recuerdo haberle hecho esa foto, pero con la borrachera que llevaba, no es sorprendente. Sale alzando su copa de vino con una sonrisa preciosa, los ojos un poco achinados por haber bebido y sus mejillas coloradas. Es una imagen digna de colgar en un museo.

Tengo que admitir que he pensado en Antonio durante estos últimos meses

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Tengo que admitir que he pensado en Antonio durante estos últimos meses. No demasiado, pero alguna vez se me ha pasado por la cabeza buscarlo por Instagram y pedirle perdón por haberme comportado como una auténtica petarda. Al final abortaba la misión porque sabía que no era buena idea. No sé qué relación tiene con Teo, porque nunca me ha hablado de él, pero por lo que vi cuando estuve en Málaga, era una relación extraña.

—¿Quién es este? No parece para nada el tipo de chico que te gusta —me dice Sebas sin malicia.

—Lo sé, el caso es que quizás sí era la persona, pero no el momento. Me he dado cuenta de que me cegué con Teo, porque era el chico que siempre había querido, pero ahora veo que siempre he deseado algo equivocado. Y ahora ya es demasiado tarde.

Sebas me mira un poco sin entender nada, pero me abraza y me lleva a casa.

—¿Te apetece que suba un rato? Así veo a Ro, que hace mucho que no la veo.

—Claro, le encantará. Así me haces apoyo moral, que seguro que sabe que he visto las fotos y va a estar haciéndome mogollón de preguntas para ver cómo estoy.

Pasamos lo que queda de la tarde viendo películas y riendo. Como se hace un poco tarde, le digo a Sebas que se quede a cenar. Pedimos unas pizzas y Sebas nos prepara unos margaritas. Se le dan genial; podríamos decir que es su especialidad. Entre risas y margaritas, ocurre lo inevitable.

—Me has dicho que no te apetecía hablar del tema y lo he respetado, pero amiga, por favor

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—Me has dicho que no te apetecía hablar del tema y lo he respetado, pero amiga, por favor... —me suplica Ro.

—Vale. ¿Qué quieres saber? —le respondo sonriendo.

—Pues cómo estás, cómo te has sentido, si has visto lo guapa que salgo en todas las fotos, si te has dado cuenta de que la foto de la azotea es la mejor que tenemos, si la vas a colgar tú o yo, si...

—Vale, vale amiga. Despacio —le contesto mientras Sebas no puede contener la risa.

—Estoy bien. Sí, se me ha caído una lágrima con la foto de Teo, pero creo que es normal. No considero que sea dar marcha atrás ni nada de eso. Simplemente, aunque todo acabara como el rosario de la aurora, también hubo momentos muy bonitos, y de eso me había olvidado. Por otra parte, lo que más me ha impactado ha sido esto—saco de mi bolso la fotografía de Antonio y se la doy a Ro.

—¿En serio? ¿Se te ha removido algo? —me pregunta con los ojos como platos.

—Sí. O sea, no lo sé. No pensaba que me impactaría tanto verlo. No sé nada de él desde el día que se despidió en la discoteca, y siento que hice las cosas tan mal.

—Es que las hiciste —me confirma Ro—. Pero no te machaques, no eres la misma persona que antes.

—¿Alguien me va a explicar quién es y qué pasó? —interviene Sebas un poco perdido.

Ro le explica a Sebas absolutamente todo, con pelos y señales. Es la única manera que tiene mi amiga de contar las cosas.

—Joder Mel, eres una rompecorazones —sentencia Sebas.

—¿Yo? Si siempre me lo acaban partiendo a mí. Además, lo conocí de un día. Vaya que no nos conocemos, es imposible que le haya partido el corazón. Ni se acordará de mí.

No sé si fue el tequila, la reacción de mi cerebro a tantos estímulos en un mismo día, pero lo que dijo Ro me pareció la mejor idea del mundo.

—Tienes que decirle algo. Además, yo tengo su número —dice Ro mientras saca su móvil del bolsillo.

Claro, el día que estaba medio inconsciente, Antonio llamó a Ro, y seguro que ella guardó su número. Será...

—¿Y qué le digo? —pregunto.

—Que cómo está, cuándo podéis veros, que si tiene amigos guapos para tu mejor amiga

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—Que cómo está, cuándo podéis veros, que si tiene amigos guapos para tu mejor amiga... no sé, algo así.

Sin casi escuchar a Ro, porque la quiero mucho, pero sus ideas suelen ser un desastre, le quito el móvil de las manos, busco a Antonio y guardo el número. Luego, le hago una foto con el móvil a la imagen de Antonio y la envío.

—Ala. Hecho —les digo a mis amigos mientras les enseño el chat.

—¿Y no vas a poner nada? ¿Un "Hola", algo?

—No. Una imagen vale más que mil palabras, y las palabras no son mi fuerte, ya lo

sabéis.

—Estáis las dos zumbadas de la cabeza. Normal que solo os aguantéis entre vosotras—dice Sebas, mientras Ro y yo nos tiramos encima de él, aplastándolo con todas las intenciones.

Después de despedirnos de Sebas y recoger el basurero que parece nuestro piso, nos vamos a dormir. Mañana será otro día.

Los pedazos que (me) dejaste [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora