Antonio y yo andamos en silencio, sin rumbo fijo. Es extraño, pero no estoy nada incómoda. Realmente apenas nos conocemos, sí que es cierto que tuvimos una conexión casi inmediata, pero más allá de eso solo nos vimos un par de veces, y de eso ya hace mucho tiempo. Pero con él no entiendo muy bien qué me pasa. Es algo así como mi criptonita. Me quedo embobada escuchándolo hablar y me pierdo en esos ojos claros que sigo sin descifrar exactamente de qué color son. Sé que él también nota la conexión que hay entre nosotros, pero ahora es demasiado tarde. Ojalá, en vez de Teo, me hubiera fijado más en él. Pero siempre hago lo mismo, mi humilde prototipo es el guapo prepotente que te jode la vida.
Son pensamientos absurdos que se me pasan por la cabeza mientras paseamos por el paseo. El murmullo de las olas y el susurro del viento en el puerto me devuelven a la realidad, justo cuando llegamos a la farola de Málaga (es un faro, pero en femenino).
—Es preciosa, no me canso de mirarla, tiene algo especial —digo con la mirada fija en el faro.
—¿Porque es uno de los pocos faros femeninos que existen? —me responde, entre risas.
—No, idiota... bueno, sí. Mi lado feminista me obliga a tenerlo en cuenta. —Le lanzo una sonrisa.
—Te he traído aquí por una razón —añadió, con un tono más serio—. Para mí, también es muy especial.
Nos sentamos en un banco cercano, y la curiosidad comenzó a invadirme. Hay tanto que desconozco de Antonio, tantas preguntas sin respuesta. La incertidumbre se apodera de mí.
—¿Te acuerdas de la primera vez que nos conocimos? —me preguntó de repente.
—Sí, como para olvidarlo. Tú y tus amigos me lanzasteis una pelota en la cabeza... y luego me tiraste la bebida dos veces. —Reí, recordando el caos de aquel día.
—Exacto. ¿Y recuerdas cómo te reíste de mi tatuaje?
—Ya te pedí perdón por eso, supéralo.
Antonio frunció el ceño, fingiendo molestia.
—¿Me vas a dejar hablar, Mel? Pareces una cotorra.
—Mira quién habla, ¡si tú no te callas ni cuando comes! —respondí, picándole de vuelta.
De repente, su tono cambió. Señaló el faro, el mismo que estaba justo frente a nosotros.
—Es la Farola de Málaga... el tatuaje. Me lo hice por mi madre. —Suspiró profundamente, y en ese momento supe que me estaba abriendo una parte de sí que no solía compartir.
Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que le estaba costando.
—Te escucho —le dije suavemente, dándole espacio para continuar.—Mi madre... ella es la persona más importante de mi vida. No solo porque sea mi madre, sino porque ha pasado por mucho. Mi padre murió cuando yo era muy pequeño. Apenas tengo recuerdos de él. Lo que sé es por lo que ella siempre me ha contado: que era una persona especial. Buen padre, buen esposo, buen amigo. Ellos dos se adoraban. Pero, ya sabes, el maldito cáncer no discrimina. No le importa si eres una buena persona o un asesino. —Su voz se quebró un poco al final.
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Los pedazos que (me) dejaste [✅]
Teen FictionMel es una chica de diecinueve años que está un poco perdida. En el pasado le rompieron el corazón y ahora es incapaz de volver a confiar en nadie. Junto a su mejor amiga, Ro, deciden tomar un viaje que cambiará sus vidas. ¿Encontrará la felicidad q...