Capítulo 11: Malditos benditos recuerdos

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Lunes, siete y media de la mañana. Qué sueño... cómo odio madrugar. Tengo que espabilarme para abrir la floristería. Me ducho en cinco minutos, me hago una cola y no me maquillo porque hoy no me apetece. Chupito de café y listas. Cuando voy a coger las llaves del cuenco en forma de sol que tenemos en la mesa del salón, veo una nota de Ro. Ro se levanta mucho antes que yo, trabaja en la empresa de su madre y le gusta ir antes para preparar las reuniones. La nota dice: "Sé que me dijiste que no quieres verlas, pero amiga, no hay nada mejor para saber si ya lo has superado del todo. No me mates, te quiero."

Cojo el sobre blanco que está debajo de la nota. Son las fotos. No sé si estoy preparada para verlas. Decido meter el sobre en el bolso, más tarde ya decidiré si lo abro o no.

La mañana pasa rápido. No hemos tenido mucha faena; se está perdiendo la costumbre de comprar flores. Qué triste, con lo que me gustan los pequeños negocios de toda la vida. Ahora todos compran por internet, maldito mundo capitalista. Como no he estado muy ocupada, he estado pensando en si abrir o no el sobre con las fotografías. En el fondo, tengo claro que lo acabaré abriendo; solo espero no derrumbarme. Desde que bloqueé a Teo no he vuelto a tener noticias suyas. Lo último que sé es que se volvió a Málaga; me hizo un favor, la verdad. Así no tengo que preocuparme de encontrármelo.

 Así no tengo que preocuparme de encontrármelo

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He quedado con Sebas para ir a comer. Últimamente no nos vemos mucho, no porque no queramos, sino por el trabajo, los estudios, el fútbol... es complicado. Pero siempre que podemos, encontramos un hueco.

—¿Así que no sabes si abrirlo o no? —me dice mientras me quita el sobre de las manos—. Dame, ya lo abro yo y ya está.

—Que no, idiota —le respondo, recuperando el sobre—. Lo tengo que hacer yo sola. Soy una mujer independiente.

—Por muy independiente que seas, llevas toda la mañana pensando si abrir un sobrecito de nada. Además, tengo curiosidad; ahora yo también quiero verlo.

—Serás egoísta. A ver, vamos a hacer una lista de pros y contras.

—Llevas usando esa táctica desde los diez años, personaja.

—Pero siempre me ayuda a tomar decisiones, cara de culo.

—También sigues usando los mismos insultos desde los diez años, Mel. Madura.

—Cállate, Sebas, no me estás ayudando nada —lo miro ofendida.

—Venga, vale. Vamos a hacer la dichosa lista, pero antes vamos a pedir la comida. Me muero de hambre.

Pedimos un plato de pasta, una ensalada de queso de cabra, unos fingers de pollo y una botella de vino, todo para compartir. No juzguéis; no puedo hacer una lista de pros y contras sin vino. Es una norma.

—No me puedo creer que hayan ganado los pros —le digo a Sebas mientras vuelvo a contar las dos listas

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—No me puedo creer que hayan ganado los pros —le digo a Sebas mientras vuelvo a contar las dos listas.

—A ver, Mel, sinceramente eres una tramposa. Tú querías que ganaran los pros y te lo has hecho venir bien.

—No te quito la razón. Toca abrir el sobre, guapa. ¿Prefieres hacerlo sola?

—No, para qué, si igualmente después me vas a acribillar a mensajes para que te las enseñe. Nos ahorramos un paso.

—Básicamente, eso sería lo que pasaría.

—Eso sí, vamos a otro lado más tranquilo, por si lloro y eso.

Pagamos la cuenta y nos dirigimos a un parque al que vamos desde pequeños. No es que sea muy bonito, solo tiene dos mesas de pícnic y un par de columpios, pero está escondido y nunca hay gente.

—¿Preparada?

—No. Vamos a hacer una cosa: ábrelo tú y separa las fotos que creas que me van a hacer más daño.

—Vale.

Le doy el sobre y al instante me arrepiento. ¿Por qué mi amigo es tan poco expresivo? No sé si está sorprendido, asustado o indiferente. Mientras va poniendo las fotos en pilas, yo las voy contando. Treinta y dos fotos.

 Treinta y dos fotos

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—Ya está. Las he dividido en: fotos raras de las tuyas, paisajes, Ro y tú haciendo el idiota, y chicos.

—¿Qué quiere decir "fotos raras de las tuyas"? —pregunto con curiosidad.

—Mel, hay fotos de parejas random, basuras y hasta he visto una de un banco que pone "Me hace feliz y a la vez me intoxica". ¿Seguro que sigues yendo al psicólogo?

—Serás insensible, quita, anda —lo aparto un poco para sentarme a su lado.

—¿Por cuál empiezo?

—Por el que quieras, menos el último.

En el último montón hay solamente cuatro fotos. Como bien dice mi amigo, que por cierto ha hecho una recopilación perfecta, hay fotos "raras de las mías", fotos superdivertidas con Ro, sobre todo una que se convertirá en nuestra favorita, de cuando estábamos tomando algo en la azotea de un hotel, con vistas a la ciudad. Y llega el momento de la verdad.

—No quiero verlas, Sebas... —Lo miro buscando compasión, pero en vez de eso, gira la primera foto.

Wow.

Los pedazos que (me) dejaste [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora