Capítulo 13: El mensaje

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Me despierto con un dolor de cabeza horrible. Por suerte, hoy no abro la tienda y he podido dormir un poco más. Me arrastro directamente a la ducha, pero mientras me enjabono el pelo, un flashback de la noche anterior me sacude de golpe, haciéndome pegar un salto que casi me hace resbalar sobre la alfombrilla. ¿De verdad le mandé un mensaje a alguien de quien no sé nada desde hace casi dos años? Nah, imposible.

Con el champú aún en la cabeza, salgo corriendo de la ducha, empapando todo el pasillo. Llego a la habitación y quito el modo avión del móvil. Respiro hondo.

Mensajes de mi padre.

Mensajes del grupo de las chicas.

Mensajes de Sebas.

Mensaje de...

Me cago en todo. Sí, lo hice.

—¡RO! —Grito mientras corro al cuarto de mi amiga, al borde del colapso.

—¡¿QUÉ PASA, LOCA?! —Ro salta de la cama, con el corazón en la boca.

Definitivamente, no es la mejor manera de despertar a nadie. Medio dormida, se levanta, abre la persiana y me mira, todavía con los ojos entrecerrados.

 Medio dormida, se levanta, abre la persiana y me mira, todavía con los ojos entrecerrados

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—Ro, ¡a mí me va a dar un infarto! Anoche le mandé un mensaje a Antonio.

—Sí, amiga. Lo sé. Estaba ahí —me responde, haciendo un esfuerzo sobrehumano por abrir los ojos del todo.

—Necesitamos café —digo, ya camino a la cocina.

Preparo dos cafés: el mío, solo y con hielo; el de Ro, con leche de avena. Me deslizo por el pasillo hasta su cuarto y se lo entrego.

—Tía, ¿sabes que tienes el pelo lleno de champú, no? —me dice con una ceja levantada.

—Lo sé, lo sé, pero escúchame: me ha contestado.

—¿En serio? ¿Y qué dice?

—Pues no lo sé, porque no he tenido valor para abrirlo. Ábrelo tú —le tiro el móvil y, por suerte, lo atrapa al vuelo.

—¿Segura?

—No —le quito el móvil de las manos antes de que haga algo.

—Mel, te adoro, pero ahora mismo te prometo que te lanzaría por la ventana.

Ro me mira con una mezcla de paciencia y desesperación.

—Vale, Mel. Haz lo que quieras, pero en algún momento vas a tener que leer el mensaje. No puedes vivir eternamente con el móvil en modo pánico —me dice, tomando un sorbo de café—.Además, podría ser cualquier cosa, no te precipites.

—Ya, pero ¿y si me manda a la mierda? —me retuerzo las manos.

—Mel, tienes que relajarte. ¿Por qué no lo leemos juntas? Piensa que esto no es el fin del mundo, es solo un mensaje. Un mensaje. —me repite, enfatizando cada palabra como si yo fuera una niña pequeña aprendiendo a leer.

Los pedazos que (me) dejaste [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora