Capítulo 3: La capital de la Costa del Sol

55 13 90
                                    

Llegamos al apartamento, o mejor dicho, al mini apartamento de 30 m², pero para dormir y ducharnos nos sirve y nos basta. Después de deshacer las maletas y ponernos un buen outfit, salimos a la calle. Las dos estábamos ansiosas por conocer la ciudad, beber vino dulce, probar mil tapas y perdernos por los callejones malagueños. Hace unos días me había comprado una cámara desechable, y tenía pensado fotografiar todo lo que me llamara la atención: sobre todo el arte callejero, gatitos y la arquitectura. Leí que en esta ciudad se puede apreciar la influencia de varias culturas, lo que me parece de lo más fascinante.

Ro iba con más ganas de conocer a andaluces que de visitar monumentos, pero eso no iba a ser ningún problema. Hemos viajado tanto juntas, que nos adaptamos superbién la una a la otra. La última vez fuimos a Bruselas. Pasé el viaje de museo en museo, incluso cogí un tren y me perdí un día entero en Brujas. Mientras yo estaba en Brujas perdida en sus colores y en sus increíbles paisajes, Ro acabó en el apartamento de unos skaters medio hippies. Aún no entiendo cómo se entendieron, ni Ro habla inglés ni ellos español. El caso es que, cuando a una no le apetece un plan, la otra no se enfada. Simplemente entendemos que no siempre tenemos que hacer lo mismo. Eso sí, tenemos un pacto sagrado: todos los días tenemos que comer o cenar juntas, y siempre debemos mantenernos informadas, mandándonos fotos de lo que estamos haciendo. Y lo más importante, la ubicación compartida en todo momento.

El primer día en Málaga fue absolutamente perfecto; tengo que decir que lo tenía todo planeado. Cuando viajo, hago listas y voy tachando lo que vamos viendo. Intercalé cosas que quería ver, con las que sabía que le iban a hacer ilusión a Ro. Primera parada obligatoria en la Catedral de Málaga, ''La Manquita'', le llaman así porque se quedaron sin material para hacer la segunda torre, pero eso hace que tenga más encanto y sea aún más única; me encantó.

Algo que tenía clarísimo que quería ver, sí o sí, era el museo de Pablo Picasso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Algo que tenía clarísimo que quería ver, sí o sí, era el museo de Pablo Picasso. Como sabía que Ro iba a matarme si la llevaba ahí, me aseguré de que hubiera un bar de tapas cerca dónde pudiera esperarme.

Pero la vida tenía otros planes para mí.

–Ro, hace media hora que te estoy llamando, ¿dónde narices estás?

–Ay, perdón, se me ha olvidado avisarte. Te vas a reír cuando te cuente lo que me ha pasado —responde con un tonito de borracha que me pone de los nervios.

–Sorpréndeme, aunque a estas alturas dudo que lo consigas.

–Estaba en la taberna, muy bonita por cierto; qué buen gusto tienes.

–No me hagas la pelota, sigue.

–Pues nada, estaba con mi cañita y mi jamoncito, y...

–¿Y...?

–Han venido un grupo de chicos...

–Vale, no sigas, ya me imagino. Pero ¿dónde estás ahora?

–Te paso la ubicación. ¿Estás enfadada?

Los pedazos que (me) dejaste [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora