ÁMSTERDAM | Namjoon

Capítulo 52

Correcto y equivocado

NAMJOON

Ya no hay sombras, ni mentiras, ni pasados ocultos. Bueno, eso último no es tan cierto. Sí hay momentos del pasado que he callado. Para ser exacto, dos momentos. Y Gia es la protagonista de ambos.

Sí, esta Gia. La mujer que justo ahora, recostada en una tumbona a mi derecha, lee el último libro de la serie Los Bridgerton. Con la nariz casi enterrada en las páginas, sonríe y suspira. Y de a ratos gruñe.

Joder. Es hermosa.

Hace ya media hora que dejé de leer para observarla. Por mucho que me atraiga la filosofía, nada se compara con ver a Gia, tan inmersa en su libro, perdiéndose en un mundo de papel. Cada gesto me recuerda por qué es ella la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida.

Una semana ha pasado desde que tomé la decisión. Pero aún no he dado el siguiente paso, el que lo hará oficial, porque quiero que este momento sea perfecto.

He esperado por ello.

Esperé a que Zhang Wei tomara el cetro, a que Roman consolidara su lugar en la mafia de Zendar, y a que Yitian volviera a su vida en España.

Quería estar seguro de que todo estuviera en su sitio antes de arrodillarme. Y ahora que lo está, y tengo el anillo justo dentro de mi bolsillo, no veo motivo para retrasarlo, aunque las manos me suden y mi corazón se halla vuelto jodidamente loco.

Es aquí, bajo el cálido sol de Fiesole, en el jardín trasero que da al campo de olivos, que quiero preguntárselo.

Pero, antes, tengo que confesar algo.

—¿Recuerdas cuando hablamos de tu libro favorito? —le pregunto con la garganta reseca.

Ciertamente, tuve muchas oportunidades para decir lo que le diré a continuación, pero nunca sentí que fuera el momento. Este, por alguna razón, siento que sí lo es.

Gia aparta el libro de su rostro con curiosidad; en sus facciones se ha dibujado una sonrisa en vez de un ceño fruncido, lo que me motiva a seguir. Si hay algo que me encanta de ella, aparte de su dulzura e inocencia, es lo rápido que responde cuando se trata de lecturas, o charlas de lecturas.

—¿Cuál de los tres? —inquiere ladeando la cabeza.

—La Bella y la Bestia. En Ámsterdam —aclaro.

Ella asiente, meditabunda.

—Me preguntaste si lo había leído y te dije que sí, pero no te conté cómo es que ese libro llegó a mí —alargo.

Como si pudiera sentir que tengo algo importante para contar, deja el libro abierto sobre su regazo y se inclina hacia delante, dándome toda su atención.

—Lo encontré en una discoteca, hace dos años —digo.

Su rostro se ladea aún más.

—¿En una discoteca? —repite.

—En Ibiza —especifico a la vez que asiento.

Sí, en el lugar menos imaginado. Allí lo encontré.

Gia parpadea, evidentemente sorprendida, y empieza a sacudir la cabeza.

—No. N-no puede ser —niega—. No es posible.

Sin embargo, en sus ojos puedo ver que empieza a asimilarlo. Sí, ella me cree. Sabe que digo la verdad porque... estaba allí. Ella estaba justo allí.

—He oído decir que a veces un libro recomienda a una persona y creo que es cierto —continúo—. Esa noche, al verte leyéndolo y así no supiera cuál era el título desde la distancia, quise conocerte.