Capítulo 42 | Primera parte

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Reglas y excepciones

NAMJOON

La belleza siempre me pareció un concepto plano, excepto en el arte. La pintura, pero sobre todo la literatura, me enseñó a apreciar lo verdaderamente bello, aquello que transmite más allá de las apariencias.

Pero ahora, viéndola a ella, empiezo a creer que también puede haber belleza real en las personas.

Gia, desnuda y completamente entregada, transmite incluso más que mis obras preferidas. Ella es arte. Con sus mejillas sonrojadas, sus labios entreabiertos y sus ojos rebosantes de placer es la descripción más acertada de belleza.

La vista que tengo de ella, sin embargo, no es suficiente para que me olvide de que también es una persona. Es una mujer, mi amiga y, ahora, también amante.

Joder, acaba de convertirse en mi amante.

—¿Estás bien? —pregunto, todavía dentro de ella, pero con mis brazos apoyados a su costado para no aplastarla.

Se relame los labios y asiente, sonrojada pero no por timidez.

—Sí. Mi presentimiento estaba en lo cierto —agrega, entonces, para mi sorpresa—. Sobre el… sexo. Es incluso mejor de lo que pensé.

En cuanto recuerdo la conversación que tuvimos largas semanas atrás, mi pecho se expande. Y aún dentro de ella, no puedo evitar pensar en mi confesión de aquel día.

—Mi presentimiento también estaba en lo cierto —digo.

Porque, definitivamente, no me quiero salir de su interior. Es cálido, acogedor y estrecho. Es el jodido paraíso.

Por desgracia, mis brazos empiezan a doler. Sostener mi cuerpo sobre el suyo no es fácil, y no quiero aplastarla, por lo que me fuerzo a decir:

—Deberíamos ir a la cama.

Y tras salirme de su apretado canal, con cuidado y lentitud, me pongo de pie, me acomodo el pantalón y tiendo una mano hacia ella.

Gia no tarda en tomarla y sentarse en el sofá. Cuando se inclina hacia delante, lista para recoger su ropa interior del suelo, me adelanto y la detengo.

—Ya no más —digo.

No dejo que coja su braga ni su sujetador porque… joder, ya no necesitamos ropa entre nosotros.

Gia parpadea y desliza la mirada hacia abajo.

—Tú aún tienes los pantalones —observa, como si quisiera demostrar un punto.

—¿Quieres que me los quite? —le pregunto.

Cuando coge aire con dificultad y me da un pequeño asentimiento, siento mi ingle tensarse.

—Entonces ve a la habitación —le sugiero.

Porque si sigue aquí, mirándome como lo está haciendo, puede que cambie de parecer y termine despojándome de toda la ropa en este lugar, y enterrándome en ella otra vez. Y podría ser brusco, y menos decoroso, y…

Se pone de pie.

Su cuerpo enfrentado al mío, tan generoso y delicado a la vez, me deja sin respiración por un instante. Pero Gia es ajena a lo que provoca en mí, y lo confirmo cuando voltea y empieza a dirigirse a las escaleras.

Durante un par de segundos, mi sistema respiratorio agradece la distancia que ella ha puesto entre ambos, porque me permite coger aire. Pero basta que mis ojos bajen a sus caderas mientras sube los interminables peldaños que la llevarán al primer piso para que vuelva a quedarme sin aliento.

ÁMSTERDAM | NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora