Capítulo 50

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Líder

NAMJOON

No es la primera vez que estoy en una situación como esta, pero las circunstancias ahora son diferentes. Demasiado en juego. Este lugar... incluso el aire en la habitación se siente denso. Las paredes son de un gris pálido y están cubiertas de cuadros minimalistas que contrastan con la opulencia del arte que Zhang Wei contrabandea. Y, sin embargo, no es el diseño elegante el que intimida sino su presencia. Su mero aspecto hace que te sientas pequeño frente a él. Hoy, más que nunca, puedo sentirlo.

Sentado en un sillón de cuero negro, con traje y los brazos extendidos en actitud relajada, aparenta menos años de los que tiene. Sin embargo, desde la última vez que lo vi en persona, hace ya cuatro años, ha envejecido bastante y puede notarse desde mi lugar. De todos modos, su cabello completamente blanco no le quita autoridad. Por el contrario.

Me recibe con esa misma expresión inescrutable que recuerdo de los viejos tiempos: ojos afilados, casi como si pudiera ver dentro de mi mente, buscando cualquier fisura que pueda explotar. Él nunca ha sido alguien a quien subestimar. Es meticuloso, calculador, y su obsesión por el jade es su punto débil... o su mayor fortaleza. Y es la razón por la cual estoy aquí.

Dos de sus guardias están de pie a cada lado del sillón, como sombras amenazantes, mientras que los dos que me recibieron en el lobby del hotel se encuentran junto a la puerta, del lado de afuera. Ninguno de ellos ha tratado de ocultar su propósito. Sus armas, visibles a simple vista, son una clara advertencia. Un recordatorio constante de que este no es un encuentro amistoso. Estoy en su terreno, y la única ventaja que tengo es lo que solía saber de él, lo cual espero que sea suficiente para llevar a cabo mi plan.

No obstante, como acto reflejo, mi mano roza el arma en la cintura de mi pantalón. No es una amenaza para ellos ni una garantía de seguridad para mí, a pesar de que esta no es mía y sí está cargada. Antes de venir hacia aquí, cogí el arma de Roman mientras él y Gia hablaban en el sofá. Llevo años negándome a ejercer violencia, rechazando el uso de armas, porque creo que la palabra puede solucionar la mayor cantidad de problemas y/o diferencias, pero no quiero correr riesgos.

Tengo el presentimiento de que hoy todo cambiará, para bien o para mal, y no quiero a nadie más en peligro. Ni a Gia, ni a Yitian, ni a Roman. No podría soportar otra muerte.

Joder. Solo traje el arma por si acaso...

Quiero pensar que un disparo aquí, al aire o a la pared, podría poner en alerta a otros huéspedes y consecuentemente podría salvarlos de un destino letal.

Dudo que Zhang Wei quiera un escándalo. Él no es de esos.

—Bak Namjoon.

Y la forma en que pronuncia mi nombre, esa lentitud tan propia en su hablar, confirma mi teoría.

Sus ojos me estudian con calma desconcertante, como un depredador que mide a su presa antes de atacar. Nada ha cambiado.

—Hasta que volvemos a vernos —prosigue.

Doy un paso más al interior de la sala, pero no tardo en detenerme, consciente de la tensión a nuestro alrededor. Zhang Wei siempre ha tenido ese poder. No necesita gritar ni hacer movimientos bruscos. Su simple presencia es suficiente para dominar una habitación. El peligro no necesita anunciarse; está en el aire, lo respiras.

—Necesito más tiempo —le digo, directo al punto, porque sé cuánto detesta los preámbulos.

Además, tampoco me interesa tener otro tipo de relación con él. He venido con una misión. Una petición simple. Es todo.

ÁMSTERDAM | NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora