Capítulo 27 | Primera parte

207 55 28
                                    

Conexión

GIA

En las últimas semanas he conocido a muchas personas, y me he despedido de ellas también. Le dije adiós a Ava y a Taehyung días atrás. Ayer me despedí de Daegu y de Harleen. La única persona que ha permanecido a mi lado desde que la conocí es Nam. Justo ahora, él está a mi derecha.

Después de tanta espera, ha llegado el gran día. Nuestro día.

Tal como él, me encuentro sentada en un asiento de avión, pero yo estoy del lado de la ventanilla. No es la primera vez que subo a uno, pero sí la primera que voy sin los Forte (y en un vuelo comercial), así que los nervios están empezando a apoderarse de mí.

Aunque estamos solos en una fila de tres, la presencia serena de Nam no logra calmar completamente mi inquietud. Siento las manos temblorosas y húmedas, y el corazón me late con fuerza.

―¿Gia?

Con la garganta reseca, aparto la vista de mi regazo y lo miro.

―¿Estás bien? ―pregunta.

La preocupación en sus rasgos hace que, por un instante, considere mentir. Sin embargo, las palabras escapan de mi boca antes de que pueda detenerlas.

―Estoy nerviosa. Me da miedo. Ya sabes, el despegue —digo con torpeza—. Y también la idea de que pueda haber turbulencia durante el vuelo. Y luego el aterrizaje —admito a toda prisa—. Esos momentos me ponen nerviosa. Sé que es estúpido, pero de igual forma me inquieta. Roman siempre me decía que era más probable tener un accidente en coche que en avión, pero eso no quita que me sienta nerviosa. Y ya dije nerviosa un montón de veces, ¿no? Es lo que me pasa cuando estoy así. Empiezo a repetir palabras y hablo rápido y... dios mío, ¿puedes callarme? ―le pido, sintiéndome demasiado infantil y cobarde.

La manera en que Nam inclina la cabeza y luego sonríe, diría que con dulzura y paciencia, hace que mi pecho se entibie.

―¿Y si no quiero callarte? ―pregunta en voz baja.

No sé en qué momento su mano derecha alcanzó una de las mías, la cual yo mantenía firme contra la tapa de un libro, pero de pronto puedo sentir su pulgar frotándose en el dorso de esta.

―E-estoy diciendo tonterías ―balbuceo, sintiendo mis mejillas calientes.

Él cabecea suavemente.

―No creo que lo sean. Tienes miedo y es comprensible. También solía ponerme nervioso cuando volaba ―confiesa, su voz cálida y reconfortante a pocos centímetros de mi boca.

Lo he tenido más cerca, y su boca ha estado en partes de mi cuerpo que de solo recordar me hacen acalorar, pero jamás en público. Y se siente diferente.

―¿Cómo lo superaste? ―pregunto, buscando cualquier consejo que pueda ayudarme a sobrellevar la ansiedad, y también el repentino cosquilleo en mi estómago.

―No lo he superado del todo —responde—, pero he aprendido algunas maneras de lidiar con ello. Existen muchas ―añade, apretando los labios en gesto reflexivo. Cuando su rostro se ilumina y sus labios se curvan, acota―: te diré cuál es la más efectiva. ¿Quieres escucharla?

Embelesada por los dos hoyuelos dibujados en sus mejillas, no puedo hacer otra cosa que asentir. Él suspira complacido.

―Bien. Aquí va. La mejor manera, según mi experiencia, es encontrar algo en lo que concentrarse por completo —dice conciso—. Algo que capte tu atención y te haga olvidar del resto del mundo.

Escéptica ante lo simple que suena, me relamo los labios.

―¿Solo... eso?

―Mi mamá solía contarme cuentos cuando era niño. Funcionaba —me cuenta.

ÁMSTERDAM | NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora