Teoría y práctica
GIA
La primera vez que desperté con las manos de Nam sobre mis pechos no supe qué hacer; tan sorprendida como estaba, la sensación que me recorrió fue tan estremecedora y agradable que me fue imposible alejarme de su agarre.
Desde que llegamos a Ámsterdam, ha sido así todos los días. Dormir y también despertar de ese modo, con su cuerpo pegado desde atrás y una de sus manos, si es que no son las dos, adheridas a mis pechos, me ha hecho sentir deseada y segura a la vez, y tal vez es por eso que esta mañana estoy intranquila.
Aunque siento su cuerpo cerca, él no está pegado a mí, rodeándome como las mañanas anteriores.
Todavía con los ojos cerrados, me remuevo sobre la cama y trato de girarme sobre mi espalda sin alertarlo, en caso de que esté dormido.
Encontrarme con que tiene los ojos abiertos, fijos en el techo, me sorprende y confunde a la vez. Desde que dormimos juntos, jamás he visto a Nam quedarse acostado más tiempo del necesario. Él es de despertar, sentarse en la cama y levantarse de inmediato. Los dos días anteriores incluso ha lucido apresurado; así como se ha apartado de mí, se ha vestido y salido a correr. O eso es lo que me ha dicho (y he supuesto también) al regresar, cuando ha entrado a la sala con una camiseta sin mangas, un short y zapatillas deportivas, y me ha encontrado preparando el desayuno.
Hoy, además de poco motivado a levantarse, parece más pensativo que de costumbre. Con decir que ni ha reparado en que he girado sobre mi costado y estoy mirándolo.
O quizá sí, pienso cuando suspira y dice:
—Deberías volver a ponerte sujetador para dormir.
Su tono es tan resuelto que, en vez de una sugerencia, parece una orden.
Sorprendida, parpadeo. Y él, como si hubiera sabido que esa sería mi reacción, ladea la cabeza para mirarme.
—Y el camisón —añade.
La rápida mirada que le da a la cima de mis pechos apenas cubiertos por la sábana hace que mi estómago se apriete. Nam traga con fuerza y vuelve la vista al techo. Entonces, sí, parece decidido a levantarse.
Pero mi pasmo no dura mucho y, antes de que logre ponerse de pie, mi boca se abre.
—¿Por qué?
Cuestionar lo tenía prohibido con los Forte. De chiquita, ellos me enseñaron a obedecer a rajatabla. Dorian, más que nadie, odiaba las preguntas, en especial mis preguntas.
Pero Dorian no está aquí. Y Nam siempre dice que es mejor hablar que suponer. Así que, aunque sea él quien esté siendo escueto esta vez, no pienso detenerme.
Quizá porque no esperaba mi pregunta, o porque no estaba preparado para una respuesta, tarda en girarse. Tarda varios segundos. En estos, puedo ver que inhala y exhala lento, como si le costara demasiado esfuerzo. Finalmente se pone de pie.
—Porque soy hombre, Gia —dice de espaldas. Luego, con lentitud, se gira y agrega—: y tú eres una mujer hermosa, y me cuesta verte así, sin nada, y mantener las distancias.
Mi vientre ya encogido cosquillea al oírlo.
—Pero tú sugeriste que no usara camisón ni sostén —le recuerdo de todos modos.
—Me equivoqué.
Vuelve a darle una mirada a la parte de mi cuerpo donde la sábana resbala y cierra los ojos con ahínco.
—Me equivoqué conmigo mismo —dice antes de que comience a sentirme avergonzada de mi desnudez—. Creí que podría sobrellevarlo, pero no soy tan fuerte. Y no quiero hacer nada para lo que no estés lista.
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ÁMSTERDAM | Namjoon
FanficTercer libro de la serie Sangre, sudor y lágrimas. "―Tengo el presentimiento de que me gustará. ¿Por qué no avanzas? ―Porque también tengo un presentimiento. ―¿De qué? ―De que una vez dentro de ti no querré salirme. ―¿Y eso es malo? ―Podría serlo."