Capítulo 39

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Necesidades

GIA

Me desvelé leyendo. Cuando quise acordar estaba en la última página de Te doy mi corazón, y eran las seis de la mañana. Y, sin embargo, el final de la historia no logró emocionarme como hubiera querido. Fue bueno, de verdad, solo que ni mi mente ni mi corazón estuvieron entregados a la lectura. Una mitad de mi ser estuvo rememorando la conversación con Nam, y la otra mitad tratando de aceptar que se había ido... otra vez.

Se fue, no me dijo a dónde ni por qué, y yo me quedé sabiendo exactamente lo que decía hacer: nada.

Pude preguntarle los motivos de su partida, la razón por la cual un mensaje de texto en su móvil lo hizo tensarse, pero una pequeña parte de mí supo que ya había tenido demasiado revelaciones por un día, y por eso preferí callar.

Incluso cuando volvió y entró a la habitación tratando de hacer el menor ruido posible, preferí el silencio antes que la verdad. Fingí estar dormida cuando, en realidad, llevaba una hora dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, a pesar de ya haber terminado el tercer libro de Los Bridgerton.

Después de corroborar que estaba en mi habitación, Nam dio la vuelta y, supuse, cruzó el pasillo para internarse en el otro dormitorio. El hecho de que, a pesar de todas mis dudas, yo hubiera decidido meterme desnuda bajo las mantas no tuvo importancia cuando lo oí marcharse. Entonces, mi deseo y esperanza cayeron en picada.

A la desesperanza y la inquietud, ahora se le ha sumado el miedo. No sé a dónde fue Nam ni si durmió en su viaje, pero puesto que son las diez de la mañana y él sigue sin aparecer en la cocina, es probable que haya llegado muy cansado. Tan cansado que ni siquiera pensó en meterse a la cama conmigo.

Mi estómago se hace un nudo al pensar en ello.

¿Y si su escapada tuvo que ver con... eso?

Él tenía novia antes de conocerme. Anoche salió y no me dijo a dónde. Quizá fue con ella.

¿Y si las otras veces que ha salido también ha sido por eso? Él tiene necesidades, necesidades que yo no he sabido satisfacer.

También me gusta el sexo rudo. Y hablar sucio —fueron sus palabras.

«Muy sucio», se encarga de recordarme una voz en mi mente, lo que me hace apretar las piernas para atenuar la tensión en mi vientre bajo.

Me resulta sorprendente que, después de todas sus confesiones, siga sintiéndome atraída hacia él. El calor que se esparce por mi cuerpo no ha menguado, ni siquiera tras mis suposiciones.

Soy dominante —recuerdo que dijo con claridad.

Dios mío. Eso significa que yo sería su sumisa, ¿no?

Con la taza de té caliente entre mis manos, le doy un sorbo y cierro los ojos.

Nam es dominante, por ende, quiere que yo sea su sumisa.

Siento mi corazón acelerarse, incluso más que cuando me lo reveló. Pero no alcanzo a procesar con detenimiento estas nuevas sensaciones cuando escucho sus pasos en la escalera.

Él ha despertado. Él viene hacia aquí. Dios. Él es dominante.

Abro los ojos justo en el momento en que rodea la mesa. Y entonces, al verlo, los latidos de mi corazón se apaciguan de tal manera que me encuentro sin habla.

—Traje esto para ti. Lo vi en el aeropuerto y pensé que te gustaría tenerlo —dice entregándome un libro que no logro identificar hasta que veo la ilustración en la portada.

ÁMSTERDAM | NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora