Capítulo 15: Renacimiento de Marie Payne

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Perspectiva de Marie Payne

Cuando empecé a despertar, todo era confuso, como si estuviera atrapada en una pesadilla. Al principio, pensé que estaba en mi cama, en la familiar Home Sweet Home, rodeada de la seguridad de la rutina. Pero cuando intenté levantarme, algo estaba terriblemente mal. Mi cuerpo... sentí que se estiraba de una forma antinatural.

Al bajar la mirada, un grito escapó de mis labios.

—¡AAAAAAAHHHHH! —mi voz resonó con pánico al ver lo que antes eran mis manos. Ahora, eran grandes y rosadas, con una pulsera azul celeste adornando mi muñeca. Estaban grotescamente alargadas, delgadas y flexibles, completamente desconocidas para mí.

Miré rápidamente el resto de mi cuerpo, buscando algún rastro de la Marie que conocía. Pero todo había cambiado. Mi torso era redondeado, con un tono rosado brillante, mientras que mis extremidades eran largas y delgadas, casi como si estuvieran hechas de un material elástico. Mi cabello, que solía ser normal, ahora estaba enrollado en un rizo ridículo en la parte superior de mi cabeza, y mis piernas y brazos se extendían mucho más de lo que era posible. Parecía una versión distorsionada y monstruosa de un juguete.

El pánico me invadió, y empecé a moverme torpemente, tratando de mantener el equilibrio en estas nuevas y desconcertantes extremidades. Todo era extraño, como si mi cuerpo no me perteneciera. Mis brazos se estiraban involuntariamente, haciendo que tropezara con cada paso que daba. No sabía dónde estaba, ni qué había pasado conmigo.

Finalmente, logré salir de la habitación en la que estaba atrapada y, para mi horror, me di cuenta de que aún estaba en el Playcare. El lugar, que antes me ofrecía un sentido de protección, ahora me parecía una trampa opresiva. Corrí —o al menos lo intenté—, gritando en busca de ayuda, desesperada por encontrar a alguien que pudiera explicarme qué había pasado.

Pero todo estaba en silencio, y aunque la oscuridad reinaba en el lugar, me di cuenta de que podía ver perfectamente, como si tuviera algún tipo de visión nocturna. Esto solo aumentó mi confusión y miedo. Finalmente, en la distancia, vi a los Smiling Critters reunidos junto a Poppy y Catnap. Una chispa de esperanza encendió en mi corazón. Si alguien podía ayudarme, serían ellos.

Me dirigí hacia ellos tan rápido como pude, luchando contra la falta de control de mi nuevo cuerpo. Pero mis piernas se entrelazaron y caí de cara al suelo justo frente a ellos. El dolor no era físico, sino un abrumador sentido de pérdida y desesperación. Comencé a llorar, mi cuerpo temblaba mientras me daba cuenta de lo que me había convertido.

—¡No me miren! —grité, avergonzada y asustada, intentando cubrir mi rostro con mis nuevas manos elásticas. Mi mente estaba nublada por el terror, no entendía una sola cosa de lo que me estaba ocurriendo. Todo era un caos, y no podía encontrar un solo pensamiento claro en medio de la tormenta de emociones que me arrasaba.

Entonces, escuché una voz suave, familiar, pero a la vez extraña.

No te preocupes, Mariene —dijo, y al escuchar ese nombre, me congelé.

Solo había una persona en el mundo que solía llamarme así, como un juego privado entre nosotros: Theodore. Mi corazón se detuvo por un momento. ¿Cómo podía ser? Había asumido que Theodore estaba muerto, que lo había perdido para siempre. Pero aquí estaba, esa voz que tanto extrañaba, esa seguridad que me brindaba cuando todo lo demás se desmoronaba.

Levanté la mirada, y vi a Catnap mirándome con esa intensidad que siempre tuvo Theodore. La realización me golpeó como un rayo. Él siempre había estado cerca, vigilándome, protegiéndome de alguna manera. El alivio y la tristeza se mezclaron, y rompí a llorar, pero esta vez, mis lágrimas eran por la conmovedora revelación de que no estaba sola.

—Theodore... tú... tú siempre estuviste aquí... —sollozaba mientras intentaba acercarme a él, luchando con mis nuevas extremidades, con el deseo de aferrarme a la única persona que aún me hacía sentir humana.

Catnap, o mejor dicho, Theodore, se acercó y, con una calma que solo él podía tener en momentos así, extendió su pata para tocarme suavemente. No era el abrazo que solíamos compartir, pero era lo más cercano a un consuelo que podía obtener en ese momento.

Siempre estuve aquí, Mariene —dijo en voz baja—. Y no dejaré que enfrentes esto sola. Esto es horrible, lo sé, pero lo superaremos juntos.

Los Smiling Critters y Poppy miraban en silencio, respetando el momento entre nosotros. Cada uno de ellos comprendía, en su propia manera, el dolor de convertirse en lo que ahora éramos, pero también sabían lo importante que era tener a alguien a tu lado.

Me dejé llevar por el consuelo que su presencia me daba, aunque mi mente seguía siendo un torbellino de confusión y miedo. Mi cuerpo ya no era el mío, pero mientras tuviera a Theodore, podría encontrar la fuerza para enfrentar lo que fuera que viniera después. Sin embargo, el odio hacia aquellos que me hicieron esto, que nos hicieron esto, comenzaba a brotar en mi interior como una chispa peligrosa, alimentada por el dolor y la desesperación.

Sabía que lo que había perdido jamás podría recuperarlo, pero aún me quedaba algo por lo que luchar. Y esta vez, no me rendiría sin pelear.

La oportunidad de ¡CATNAP!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora