La oportunidad de ¡CATNAP!

Capítulo 4: Renacimiento y Reencuentro

Perspectiva de Theodore Grambell

Cuando desperté, me encontré en una sala apenas iluminada por una luz tenue, lo justo para ver el entorno. Sentí mi cuerpo diferente, más ligero, más ágil. Miré mi mano y noté la transformación: una zarpa gatuna, con garras afiladas que brillaban en la penumbra. Aunque no podía mostrarlo, una sonrisa imaginaria cruzó mi mente. La ironía de mi situación me causaba gracia; aunque ahora estaba atrapado con una sonrisa fija en mi rostro, por dentro, el odio ardía más fuerte que nunca.

Me levanté con algo de dificultad, ajustándome al nuevo equilibrio de mi cuerpo. Observé la sala a mi alrededor y vi una ventana. Al otro lado, un científico me observaba con una mezcla de nerviosismo y temor. ¿Qué pensaría? ¿Que me lanzaría contra el cristal en un arrebato de furia? Tal vez. Quizás eso lo divertía. Mejor así.

(Nota:mejor NO!! :0)

El científico, con voz temblorosa, me preguntó cómo me sentía. En mi vida anterior, Theodore no hablaba mucho con los científicos; pero ahora, Catnap veía las cosas de manera diferente. Si me forzaban a estar aquí, al menos haría que la experiencia fuera interesante.

Respondí con mi nueva voz, grave y profunda, cargada de una oscuridad que reflejaba mi estado interior.

—¿Qué si? —mi voz resonó en la sala, haciendo eco en las paredes y provocando que el científico diera un paso atrás, sorprendido por el tono.

Vi cómo sacaba un comunicador de su bolsillo, sus manos temblando ligeramente. Escuché su conversación con alguien al otro lado de la línea, seguramente uno de sus compañeros. Hablaban sobre mi voz, tratando de entender por qué había cambiado. El otro le explicó que durante la descarga eléctrica, mi voz se había dañado, y aunque intentaron restaurarla, este fue el resultado.

Yo seguía observándolo con una expresión de sarcasmo en mi rostro inmóvil, disfrutando del miedo que veía en sus ojos. Aún no había hecho nada, pero su temor era palpable, casi divertido.

Colgó el comunicador y volvió su atención hacia mí, con una expresión más seria.

—¿Qué recuerdas? —me preguntó, tratando de mantener la compostura.

Sin dudar, respondí.

—Recuerdo que soy Theodore. Recuerdo a mis amigos... y lo que era. —Mi voz sonaba calmada, pero había una furia contenida que él no pudo ignorar.

El científico asintió lentamente, procesando lo que acababa de decir. Luego, con cautela, me hizo la pregunta que realmente le interesaba.

—¿Y lo último que recuerdas antes de... esto?

Lo miré fijamente, con una mezcla de desdén y paciencia. No era un idiota, y él lo sabía.

—Mi "amigo" —pronuncié la palabra con desprecio— dijo que escaparíamos del Playcare, pero me abandonó. —Podía sentir la ira ardiendo dentro de mí mientras hablaba, y el científico dio un paso atrás, como si pudiera sentirla también.

—Ahora... soy Catnap. —Añadí, con un tono final.

El científico pareció entender, aunque la preocupación en su rostro seguía siendo evidente. Me explicó lo que me habían hecho, pero no me molesté en escucharlo completamente. Parte de su explicación me dio pereza. Ya sé lo que soy, pensé, no necesito que me lo repitas.

Finalmente, terminó diciendo que iban a realizar varias pruebas para ver si podría regresar al Playcare. Asentí, fingiendo interés, mientras él se alejaba, dejándome solo con mis pensamientos.

Mientras esperaba, mis pensamientos vagaron hacia Marie Payne. Me preocupaba que se preguntara dónde estaba. Pero también sabía que, si mi plan funcionaba, eventualmente ella también seguiría mi camino. No estaba tan preocupado por ella... al menos no por ahora.

Perspectiva de Leith Pierre

Los informes sobre Catnap, el experimento 1188(ese es el numero verdad?), seguían acumulándose en mi escritorio. Los científicos lo consideraban una de nuestras creaciones más perfectas dentro del proyecto Cuerpos Grandes. Catnap era ágil, obediente y sorprendentemente hábil para usar su humo rojo, capaz de dormir a los niños con una eficiencia aterradora. Su agilidad era tal que, en una de las entrevistas, lo encontraron encaramado en el techo, moviéndose con la gracia de una araña.

Originalmente, habíamos pensado en unir a Catnap con 1006 para ver qué sucedía. Pero según los informes, cada vez que alguien mencionaba al Prototipo en su presencia, la personalidad de Catnap cambiaba. De ser cooperativo y dócil, pasaba a una actitud pasiva-agresiva, casi hostil. La teoría más aceptada entre los científicos era que Catnap odiaba a 1006 por lo que le había pasado, lo cual tenía sentido si considerabas la historia de Theodore Grambell.

Mientras leía estos informes, no podía evitar sentir un escalofrío recorriéndome la espalda. Había creado muchos experimentos a lo largo de mi carrera en Playtime Co., pero Catnap era diferente. Había algo en él, algo más allá de su programación, algo profundamente personal.

La puerta de mi oficina se abrió y uno de los científicos entró, con la cara pálida.

—Señor Pierre, Catnap ha despertado. Hemos comenzado las pruebas preliminares, pero... hay algo extraño.

Levanté la vista de los informes, frunciendo el ceño.

—¿Extraño? ¿Cómo qué?

—Él... parece estar completamente consciente de lo que es. No mostró ningún signo de confusión, y cuando mencionamos a 1006... bueno, su reacción fue... intensa.

Me recosté en mi silla, considerando lo que había escuchado. Este era un desarrollo inesperado, pero no necesariamente malo. Si Catnap era consciente y estaba motivado por el odio hacia 1006, podríamos usar eso a nuestro favor. Pero también significaba que teníamos que manejarlo con mucho cuidado. Un movimiento en falso, y podríamos enfrentarnos a algo mucho peor que un simple juguete descontrolado.

—Continúen con las pruebas —ordené, finalmente—. Pero mantengan una vigilancia constante. Si muestra algún signo de inestabilidad, me informan de inmediato.

El científico asintió, visiblemente aliviado de salir de la oficina. Una vez que la puerta se cerró detrás de él, me quedé mirando los informes sobre mi escritorio, mi mente trabajando en silencio.

Este juego del gato y el ratón estaba lejos de terminar. Pero esta vez, no estaba seguro de quién era realmente el gato y quién el ratón.

Y eso me preocupaba más de lo que me gustaría admitir.